Friday, June 10, 2011 | Por Gladys Linares
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – El vendedor ambulante, ese
que sale a las calles a ganarse el pan de cada día, y que a lo largo de
grandes distancias pregona su mercancía, ha sido uno de los más
perseguidos durante estos años en Cuba. Pero aún así, no han podido
acabar con este popular personaje que, con su pregón, entra en nuestros
hogares.
Cuando en los primeros años revolución castrista se perseguía a los
vendedores por cuenta propia, estos tuvieron que adaptarse a las
circunstancias. Fue así que comenzaron a vender por encargo; otras veces
llevaban la mercancía a las viviendas, o procuraban hacerse de una
clientela fija. Otros recorrían las calles exhibiendo disimuladamente
una muestra del producto, como una forma muda de pregonar, y contaban
con la complicidad de la población, que a su paso les preguntaban: ¿Lo
vende?
Hoy, que se ha impuesto la licencia para los cuentapropistas, los
inspectores y policías están a la caza de este tipo de vendedores. Pero
aún así, muchos se niegan a pagar licencia, por lo que tienen que
extremar las medidas de precaución a la hora de vender para no terminar
en la Estación de Policía, con los productos decomisados y multados.
En mi barrio es popular un vendedor de frutas conocido como Nacho, que
ahora viene con un ayudante que conduce su carretilla, mientras él, a
cierta distancia, como único pregón, dice: "¡Vaya, que me voy!" Y todos
saben que acaba de llegar. Las dos únicas veces que se ha perdido, ha
sido debido a alguna redada policial.
Pero donde la ingeniosidad del cubano se ha puesto de manifiesto, es en
los vendedores de artículos para el hogar. Vienen en tríos: uno camina
como a setenta metros; es el explorador que alerta contra policías e
inspectores. Otro, detrás, viene cargado de mercancías y pregona
atropelladamente: "¡Escobas, haraganes, palos de trapear, chancletas de
baño, sartenes, jarros de aluminio, palitos de tendedeeraaa!". Y el
tercero, que parece no tener nada que ver con los dos primeros, es el
que guarda el dinero de la venta. Dicen que así es difícil que los
sorprendan, y si pescan a alguno, no pierden el dinero.
De una forma o de otra, hoy en Cuba el pregón sigue en nuestras calles
como un símbolo del folclor nacional. Que no lo dejen morir, para que
siga inspirando a músicos y poetas.
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