miércoles, 10 de noviembre de 2010

La violencia anticastrista

Publicado el miércoles, 11.10.10
La violencia anticastrista
By NICOLAS PEREZ

En el Herald del domingo un titular sibilino informaba que un nuevo
grupo de presos cubanos excarcelados había generado interrogantes. En
primera instancia no dudé de que los Castro hubiesen mezclado de nuevo
peras con manzanas. Una lectura más atenta me ofreció otra dimensión de
los hechos.

Sobre el particular, Elizardo Sánchez Santacruz dijo: ``El régimen está
imponiendo una muestra negativa para desacreditar al sufrido presidio
político cubano''. La revista digital Cubaencuentro, por otra parte,
subrayó que varios de estos liberados estaban acusados por el gobierno
cubano de ``terrorismo y piratería''. No tan festinadamente. Juana María
Nieves y seis ex presos más sólo escapaban de un totalitarismo demencial
con uñas y dientes. Por ninguna parte veo que ellos sean una muestra
negativa de absolutamente nada. Y aquí los únicos secuestradores,
terroristas y piratas son Fidel y Raúl Castro.

Entiendo, claro, que hay cosas que decirlas no es políticamente
correcto, hay una tendencia a condenar la violencia de cualquier signo
que esta sea. La línea anticastrista a seguir es la del diálogo y la
reconciliación nacional. Lo sé. Pero de ahí a intentar revisar la
historia considerando que Antonio Maceo cometió un error luchando por
Cuba al filo del machete o suponer que la lucha armada de mi generación
contra el comunismo en los 60 fue equivocada hay un largo trecho.

No obstante, en sólo 15 años, es innegable que dentro de los círculos
norteamericanos de poder se produjo un cambio de percepción en cuanto a
la lucha armada anticastrista, y lo que en 1960 fueron acciones de
guerra lícitas y encomiables se convirtieron en 1975, y aun antes, en
terrorismo, a pesar de que en Cuba seguía gobernando el mismo dictador
Fidel Castro con mano de hierro. Entonces, ¿qué había cambiado?

En 1978, cuando 3,500 presos políticos fuimos liberados mediante el
Diálogo de los 75, nos interrogaron para tramitarnos la residencia en la
propia Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. No pude
ocultar mi asombro cuando un funcionario me preguntó si en alguna
ocasión había cometido algún acto de violencia contra el gobierno de
Cuba. Respiré hondo y le respondí que muchos de mis compañeros habían
sido entrenados y recibido armas, fósforo vivo, C4, blasting caps y
mechas de manos de funcionarios de la Agencia Central de Inteligencia.
Proseguí mi diatriba recordándole que en 1961, 1,200 expedicionarios
anticastristas habían desembarcado en Bahía de Cochinos con ayuda
militar y entrenamiento de Estados Unidos para derrocar a Castro por la
fuerza. El funcionario miró hacia otro lado y estampó su firma en mis
papeles de entrada a este país.

Si en Washington hay tartufismo, también me revuelve el estómago la
gazmoñería de ciertos círculos europeos. Entiendo que el ejército de
Colombia debe respetar los derechos humanos, son una ver-

güenza los ``falsos positivos'' y los asesinatos de líderes sindicales,
¿pero cómo ignorar la barbarie de la guerrilla de las FARC, el
reclutamiento forzoso de niños, los secuestros, las minas
antipersonales, el cortarle la cabeza a soldados y jugar con ellas
fútbol? ¿Por qué cuando el ejército se defiende y vuela en pedazos
campamentos de monstruos como el Mono Jojoy y Raúl Reyes chilla cierta
izquierda europea que este ajusticiamiento son asesinatos?

Hablamos de violencia. ¿Debemos reinventar análisis en el sagrado acto
de hacer justicia? ¿O mejor sería dibujar crimen y castigo mediante la
literatura y la metáfora? La esquina más sombría y disfuncional de Fidel
Castro era la mayor virtud del Che Guevara, su consecuencia. El Che
hacía lo que pensaba. Lo recuerdo tras la Continental hablando de crear
dos, tres Viet Nam, alguien que practicaba el odio más por vicio que por
doctrina. Fue capturado en la Quebrada del Yuro: asma y pellejos y
llevado a la serranía de La Higuera a una paupérrima escuelita. Fue ahí
donde gritó: ``¡Yo valgo más vivo que muerto!''. Como él pensaba Estados
Unidos pero no los generales bolivianos. Y cerca del Che por entonces,
el coronel Joaquín Centeno Anaya, y el exiliado cubano Félix Rodríguez,
que no pudieron impedir nada. Un soldadito boliviano que debió haber
estado muy asustado fue quien jaló el gatillo. Le habían dado la orden
de no capturar prisioneros y disparó. Mató a un Che que decía que
``había que convertir al hombre en una violenta, selectiva y fría
máquina de matar''. Y lo que segundos antes de morir nunca sospechó
Ernesto Guevara, fue que aquel indito que le metió una apretada teoría
de balas en el cuerpo sin que le temblara el pulso ni el corazón, era la
inhumana máquina de matar de la que él hablaba. Nada de importancia bajo
el cielo de América porque quien a hierro mata, no puede morir a
sombrerazos.

inalmente, oigan todos, debemos respetar las leyes de Estados Unidos. No
podemos jugar con fuego. No podemos desde territorio norteamericano
intentar derrocar al castrismo por la fuerza. Nos lo impide el pacto
Kennedy-Kruschev y sobre todo el FBI. Pero basta de farsa, los cubanos
desde la isla, y los exiliados desde terceros países, no sólo tenemos el
derecho sino que estamos en el deber de intentar derrocar al castrismo
por medios violentos hasta el último día que dure ese abominable
régimen, o hasta el último día de nuestras vidas. Opine lo que opine el
Sursum Corda.

Nicop32000@yahoo.com

http://www.elnuevoherald.com/2010/11/10/v-fullstory/835179/nicolas-perez-la-violencia-anticastrista.html

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