viernes, 19 de noviembre de 2010

La edad de oro

La edad de oro
Augusto Cesar San Martín

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Desde la enseñanza
primaria, el currículo del sistema educacional cubano hace un bosquejo
de la época colonial y la republicana, la insurrección de Fidel Castro,
y culmina con el triunfo "emancipador" de 1959.

Para nosotros, la conversión de los cuarteles en escuelas fue una de
las razones por las que debíamos admirar a los gobernantes y tener
como primer padre al Líder Máximo al que la gente llamaba El caballo.
Niños al fin, respondíamos "al llamado de la patria" cuando nos
incorporaron las clases de preparación militar para enfrentar "la
posible agresión del imperialismo norteamericano". Seríamos como el
Che. Nos ideologizaban para ser el hombre nuevo de la sociedad comunista.

Las páginas de los libros de historia presentaban imágenes de niños
desnutridos que regresarían "si retrocedíamos al capitalismo
decadente". Crecimos mirando el supuesto horror del anterior sistema
social en documentales en blanco y negro. En alguno de ellos, los
manifestantes rompían los parquímetros, que representaban la
privatización de las calles.

Mientras alabábamos a la Rusia protectora y teníamos las luces apagadas
en Navidad, nos ocultábamos para ser bautizados por la Iglesia
Católica. Los juguetes vendidos solamente una vez al año convirtieron
al gobierno en rey mago que a destiempo repartía turnos a nuestros
padres para otorgar el derecho a comprar en las tiendas señaladas.

Nos cohibimos de Mickey Mouse, Pluto, Supermán. Eran dibujos animados
contrarios al desarrollo (entiéndase ideológico) de la niñez. Tuvimos
que conformarnos con el oso Misha, el Tío Estiopa, Kastanka, animados
soviéticos que entretenían nuestros infantes cerebros aun cuando los
maldijéramos por monótonos y repetitivos.

Todo complementaba la educación comunista impuesta en las escuelas.
Como robots intentaron programarnos sin tener en cuenta la evolución del
ser humano.

La mayoría de edad nos liberó de la inocencia para revelarnos que los
cuarteles convertidos en escuelas no eran más que una maniobra
transitoria para justificar la construcción de nuevos centros de
interrogatorios que aumentaron cuando las escuelas se restablecieron
como cuarteles.

Nos percatamos que los Estados Unidos se burlaban de nuestra
preparación militar para enfrentarlos con estrellas ninjas y cócteles
Molotov. El Che dejó de ser la imagen a seguir de hombre nuevo para
convertirse en el aventurero traicionado por El caballo. Los niños
escuálidos saltaron de las páginas de nuestros libros de historia a las
calles socialistas, para prostituirse o pedir limosna a los turistas.
Retrocedimos más allá del capitalismo: casi llegamos a la Edad de
Piedra.

Con el derrumbe del socialismo ruso, tío Estiopa rompió relaciones
con la isla y de pronto Mike, Pluto y sus amigos dejaron de ser
capciosos y se mezclaron con nuestro Supermán: Elpidio Valdés. Quizás
al mismo Elpidio Valdés podríamos preguntarle qué sucedió con el
presupuesto revolucionario de la desaparecida merienda escolar, o por
qué se han cambiado los otrora parquímetros por "parqueadores estatales"
que cobran el derecho de estacionar autos hasta en la calle más
desolada.

Si antes era cruel la forma de ideologizar nuestra infancia, hoy
resulta patética. En los exámenes finales del curso anterior, en una
pregunta se solicitó la comparación de un personaje de La Ilíada con
un mártir revolucionario.

Ilustrativa resulta la respuesta que recibí de estudiantes de secundaria
básica cuando indagué quién era Napoleón Bonaparte. Si no está sentado,
hágalo. La respuesta fue: "un mártir, un internacionalista que vino a
luchar en nuestra tierra".

A mi generación se le inculcó el miedo al capitalismo derrotado que
no podía volver. En el presente se evocan las hazañas de quienes
tomaron el poder en 1959, para que las actuales generaciones sepan que
esos ancianos decrépitos que ostentan el poder, sólo lo abandonarán
con la muerte que una vez afrontaron.

El molde ideológico en que nuestro sistema educativo encierra las
mentes de los niños, es un modo de robotizar al individuo. La enseñanza
primaria se aleja de su propósito cuando obvia la iniciativa e
individualidad de los niños y las sustituye con dogmas que confunden a
los infantes. El verdadero objetivo no es educar sino formar una nación
al servicio del partido y la ideología gobernante.

sanmartinalbistur@yahoo.com

http://www.cubanet.org/CNews/year2010/Nov2010/19_C_3.html

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