miércoles, 18 de noviembre de 2009

Yoani y el muro de la represión

Publicado el miércoles, 11.18.09
Yoani y el muro de la represión
By MIRTA OJITO

Como los que recuerdan dónde estaban y qué estaban haciendo cuando
asesinaron al presidente Kennedy o cuando Neil Armstrong caminó en la
Luna, sé dónde estaba y qué estaba haciendo el día en que derribaron el
Muro de Berlín. No digo cuando se ``cayó'' porque no se cayó solo: lo
derribaron.

Ese día, estaba en la antigua sala de redacción de El Nuevo Herald, en
la esquina de Coral Way y la avenida 32, y todos nosotros --de Cuba,
Venezuela, Colombia, Uruguay, Puerto Rico, Perú-- nos pusimos
literalmente a saltar de alegría frente a los tres televisores que
colgaban de las paredes. Después salimos a las calles de Miami, a
recoger la reacción de la gente a la noticia.

Una editora me pidió que preparara la maleta, la pusiera en el maletero
de mi auto y estuviera lista para ir a Cuba en cualquier momento porque,
sin duda, Cuba era la siguiente. El comunismo se había acabado. Eso fue
hace 20 años.

Desde entonces, decenas de disidentes y activistas de los derechos
humanos han sido encarcelados en Cuba. Quién sabe cuántos han muerto en
el mar, tratando de escapar de la isla. Y un número aún mayor de
familias han sufrido el dolor de la separación. Nuestro muro, nuestra
barrera, es más difícil de derribar porque no tiene una representación
física, como el Muro de Berlín. Es interno, y está construido con dos de
los materiales más resistentes que haya conocido la humanidad: el miedo
y la represión.

La represión aumenta por día. El 6 de noviembre, en La Habana, tres
hombres --probablemente de la Seguridad del Estado-- montaron a la
fuerza a los blogueros Yoani Sánchez y Orlando Luis Pardo en un
automóvil sin insignias y los golpearon y amenazaron. Como Sánchez no se
callaba, los hombres le gritaron a Pardo: ¡Dile a Yoani que se calle la
boca! No se calló. Ahora, ambos están en sus casas, ocupándose de sus
dolores y sus heridas y haciendo lo que mejor saben hacer: comunicarle
al mundo este horrendo abuso de poder. Es innegable que, a pesar de
todo, el miedo se puede vencer.

El miércoles pasado di una conferencia en Manhattan por invitación del
Cuban Artists Fund, una organización sin fines de lucro, radicada en
Nueva York, dedicada a promover y apoyar a los artistas cubanos. Como
siempre sucede cuando el tema es Cuba, la conversación pasó rápidamente
del arte a la política. Un joven cubanoamericano hizo una pregunta
sencilla desde el fondo del salón: ``¿Qué más podemos hacer?''

Enseguida supe lo que quería decir. ¿Cómo logramos que el mundo
reaccione a lo que está pasando en Cuba? ¿Cuántos activistas tienen que
ser golpeados? ¿Cuántos disidentes tienen que languidecer en la cárcel y
por cuánto tiempo? ¿Cuántos conciertos por la paz? ¿Cuántos
acercamientos más necesitamos, o rupturas, dependiendo de quien sea
presidente de Estados Unidos en ese momento?

¿Cuántas veces tendremos que explicar que comparar a Cuba con Honduras o
con Haití no conduce a un diálogo productivo? ¿Cuántas veces nosotros,
los exiliados bilingües que hemos estudiado en Estados Unidos, y que
recorremos el mundo hablando de nuestra tragedia, tenemos que explicar
el costo en vidas humanas de tantos médicos y tantos maestros y tantas
buenas personas haciendo el bien en Cuba?

¿De qué sirve tener magníficas bailarinas de ballet cuando no hay
libertad? ¿Quién se beneficia de una fuerza laboral muy capacitada que
no tiene acceso a la Internet ni a un debate franco y abierto sobre
cualquier cosa que no tenga la aprobación del gobierno? ¿Cómo
respondemos a personas que escriben, como vi el otro día en una
publicación española, que si Sánchez quiere saber lo que es represión
debería mudarse a Estados Unidos?

En estos momentos, los que no entienden que los cubanos han vivido 50
años bajo un régimen opresor, no quieren saber. Y no tengo paciencia con
los que escogen permanecer en la ignorancia.

Un amigo checo que creció detrás de la Cortina de Hierro me contó hace
poco sobre el día de 1990 en que los Rolling Stones fueron a Praga.
Acompañó a su padre, que por muchos años había escuchado en secreto una
grabación de los Stones. El evento fue tan increíble para ellos que,
entrenados como buenos comunistas para ser pesimistas, pensaban que en
el mejor de los casos iban a ver un video del grupo.

Pero de pronto las luces se apagaron, se iluminó una pantalla
gigantesca, y el grupo salió al escenario con los primeros acordes de
una guitarra ruidosa pero armónica. El padre de mi amigo empezó a
llorar, porque en ese momento sintió que el comunismo por fin había
terminado.

Me imagino esa escena en una antigua Plaza de la Revolución en La Habana
y sueño con el día en que los Rolling Stones puedan cantar en una Cuba
libre.

mao35@columbia.edu

MIRTA OJITO: Yoani y el muro de la represión - Columnas de Opinión sobre
Cuba - ElNuevoHerald.com (18 November 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/v-fullstory/story/589903.html

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