martes, 11 de agosto de 2009

Sustituto por moribundo?

Sociedad
¿Sustituto por moribundo?

¿A quien podría interesar el regreso de Castro I, como han pedido
supuestos carteles en La Habana?

José Hugo Fernández, La Habana | 11/08/2009

La gente en la calle rumorea sobre ciertos carteles antirégimen que,
según se cuenta, han sido colocados en lugares públicos de La Habana.

Visto así, no es nada del otro jueves. Siempre hubo alguien que dijo
haber leído algún cartel; lo cual resulta muy difícil de corroborar,
pues la primera reacción de las fuerzas represivas es, invariablemente,
retirarlo. Tampoco han faltado los que de verdad se atrevieran a poner
el cartel, a pesar de que el acto —inocuo, casi insignificante— puede
acarrear rigurosas condenas de cárcel.

Como carteles realmente verificables, ya que estuvieron expuestos a la
vista de todos, no por un día o dos, sino durante mucho tiempo,
recordamos los que —con manos abusadoras y actitud fascistoide— fueron
escritos en la fachada de una casa particular ubicada en la calle Santa
Teresa entre Peñón y Carmen, en el barrio capitalino del Cerro,
perteneciente a un opositor al régimen, quien, durante largos años,
mientras vivió en esa dirección, se negó a borrar y a permitir que
borraran las ofensas escritas contra él en su propio hogar.

Pero en cuanto a los carteles que por estos días han suscitado
comentarios en La Habana, lo que más importa (y preocupa) no es que sean
reales o ficticios, sino lo que proclaman sus contenidos. Aun en el caso
de que los carteles no fuesen reales, resulta preocupante la mera
conjetura de su existencia.

Lo que se dice es que estos letreros han demandado que se levante al
caballo del lecho de moribundo y se acueste en su lugar al hermano
sustituto.

Claro que se trata de un desbarre macondiano, no sólo porque el
"sustituto" jamás ha sustituido al otro en lo esencial, también porque
ninguno de los graves agobios que hoy sufrimos es obra directamente
suya, sino del moribundo.

En última instancia, el sustituto se ha limitado a dar palos de ciego,
tratando, entre tímidos e inútiles esfuerzos, de atenuar o encubrir las
barrabasadas del hermano.

Lo curioso —y aún más, lo increíble, por inconcebible— es que entre los
cubanos de a pie, que saben muy bien quién es quién y que han sufrido en
carne propia las acciones de cada cual, haya alguien capaz de
exteriorizar una demanda tan loca.

Desde luego, el razonamiento tiene amplio margen para error, pues en
este valle de lágrimas (y por lo general en cualquier otro) hay gente
para todo. Más atinada resultaría, tal vez, la sospecha de que los
mencionados carteles no sean sino fruto del imaginario popular. Sin
embargo, ello tampoco es suficiente para despejar preocupaciones, ya que
si la gente los elucubró es porque la idea cabe en sus cabezas.

Queda otra posible disyuntiva: suponer que quienes colgaron esos
letreros, o quienes echaron a rodar la bola de su existencia, sean
sujetos con características más bien peculiares —y en número
minoritario— dentro de nuestra población.

Demostrado está que, lejos de asumir su mandato como una variante de
cambio para sacar al país de la crisis crónica y cíclica en que vivimos
desde hace décadas, el general Raúl Castro parece resuelto a la
aplicación de los mismos presupuestos de siempre, sólo que aderezados
con lo que en la Isla llaman "mayor rigor e intolerancia ante lo mal
hecho", pero que en la concreta no aporta soluciones, pues se basa
únicamente en nuevos recrudecimientos de la represión, sin haber atacado
antes, desde sus entrañas, las causas de los problemas.

En Cuba, los sustratos, las oportunidades, los espacios para hacer mal
las cosas continúan intactos, tal y como los engendró "el caballo". El
único aporte de su presunto sustituto consiste en aplicar el cuero a
algunos de los que las hacen mal.

No sería peregrino, entonces, buscar a los autores de esos carteles, o
de la bola sobre su existencia, justo entre quienes han sufrido
últimamente los castigos del sustituto. Éstos no son los únicos que
hicieron mal las cosas, pero al ser los que empezaron a pagar el plato
roto, podrían estar extrañando el despelote de tiempos atrás, cuando
contaban con una cobertura (digamos) más favorecedora.

De cualquier modo, los carteles de marras no sólo resultan sorprendentes
para las circunstancias, y alucinantes por lo que requieren. También
(respondan o no a la imaginaria común) representan una clave nefasta. Su
objetivo no es reclamar opciones responsables ante el sumidero sin fondo
en que nos han hundido los dos hermanos. Apenas piden patente para hacer
mal las cosas.

© cubaencuentro.com

¿Sustituto por moribundo? - Artículos - Cuba - cubaencuentro.com (11
August 2009)
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/sustituto-por-moribundo-200615

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