Una inundación inesperada
PABLO PASCUAL MÉNDEZ PIÑA | La Habana | 26 de Enero de 2017 - 11:39 CET.
Poco antes de las 6:30 de la tarde del 23 de enero, las verdinegras
aguas del Malecón invadieron súbitamente las zonas bajas del Vedado
hasta calle Calzada, causando considerables afectaciones en el tramo
comprendido entre las calles 12 y G. El pronóstico del Instituto de
Meteorología alertó de "ligeras a moderadas" penetraciones del mar en el
litoral habanero a consecuencia del paso de un frente frío, pero su
estimado quedó muy por debajo de la magnitud del evento, pifia que más
tarde fuera reconocida por el doctor José Rubiera en el noticiero
estelar de la televisión cubana.
Cerca del horario de pleamar, vecinos del consejo popular Carmelo
comenzaron a apiñarse en las proximidades de la puerta del Círculo
Social Obrero José A. Echeverría, donde las aguas ascendían con rapidez
y algunos jóvenes calados hasta a la cintura se tomaban fotos a manera
de diversión.
"El agua da al pecho por la calle 1ra", dijo uno de los curiosos que
conversaba a través del celular con un vecino de la zona afectada. Más
tarde se produjo el inevitable corte de energía, como medida de
seguridad, puesto que al sumergirse los módulos eléctricos instalados en
los sótanos de los edificios se multiplicaban los riesgos de
electrocuciones.
Con la caída de la noche, la oscuridad se adueñó del entorno. Solo los
resplandores de la bóveda celeste se reflejaban en las aguas que
anegaron los terrenos del Echeverría. Los estruendos de las olas al
chocar contra el Malecón, el chapoteo, los bocinazos por
embotellamientos y las sirenas de los patrulleros acapararon las
resonancias.
"¿Allá están mis dos hijos y mi esposo!" —exclamó una mujer acabada de
llegar del trabajo, mientras se disponía a empaparse hasta el cuello
para reunirse con su familia.
En la esquina de 12 y Calzada dos rastras de la corporación CIMEX que
pretendían evacuar los establecimientos de su cadena de tiendas no
pudieron continuar viaje por el riesgo de quedarse varadas.
Niurka, una vecina de la calle 10 y 3ra, recibió la llamada de una
amiga, quien le aseguró: "Está penetrando el mar". Al asomarse, vio como
el agua avanzaba por el pasillo. En instantes, a través de los desagües
y el inodoro, comenzó a inundarse su apartamento. Rápidamente, ella y su
esposo lograron elevar el refrigerador y los electrodomésticos, también
le dio tiempo a subir algunos muebles al apartamento de los altos.
"Adentro las aguas eran claras, pero las del patio estaban negras", se
preocupó.
"La altura del agua alcanzó por lo menos los 40 centímetros dentro de la
casa —señaló— más otros 60 centímetros sobre el nivel de la calle que
tiene el pasillo, totaliza cerca de un metro".
"Al pasar un bus de turismo que evacuaba a un grupo de extranjeros
levantó un tren de olas que subió el nivel por lo menos a 1,50 metros.
Esto nos pone de coña", comentó.
Recordó que cuando se va a producir una penetración de estas magnitudes,
carros de la Defensa Civil alertan a la población de la zona con
altoparlantes, pero esta vez no lo hicieron. Tampoco Radio Reloj ofreció
información, ni dio orientaciones. Muchos estaban confundidos, creían
que la marea bajaría a las 6:00 de la tarde y, por el contrario, subió.
"Esta vez la verticalidad del sistema falló —apuntó Niurka— pero nadie
habla de esto, solo puntualizan 'el cero pérdidas de vidas humanas',
como si hubieran cumplido su misión".
Varios apartamentos de la calle 5ta números 723 y 725 esquina a 10
quedaron inundados totalmente, pues forman parte del sótano y se
encuentra por debajo del nivel de calle. "El agua entró súbitamente por
los ventanas y las puertas —dijo Jacqueline, un residente en el
inmueble— tuvimos tiempo para salir, pero no para salvar
electrodomésticos, computadoras, muebles, colchones".
"Mi abuela vive en la esquina de la calle 12 y en lo que vino a visarnos
el agua le subió hasta la rodilla. Esto ha sido un desastre. No nos
explicamos por qué la Defensa Civil no avisó con tiempo para
prepararnos", añadió.
Al día siguiente
El mar comenzó a retirarse en horas de la madrugada, más tarde fue
restablecida la energía eléctrica y temprano en la mañana trabajadores
de los Servicios Comunales y de Aguas de La Habana laboraban en la
limpieza y destupían los alcantarillados. Las calles estaban llenas de
arena y suciedad. Vecinos limpiaban sus casas y botaban basuras. Muebles
y colchones mojados eran expuestos al sol y la ventolera alborotaba un
fuerte olor a salitre y excrementos.
Por la calle Paseo, aún el agua daba al tobillo y la marejada que se
estrellaba contra el Malecón levantaba inmensas columnas de espuma.
Desde allí observamos los mayores estragos de la penetración: porciones
de pavimentos levantadas y arrancadas por las aguas; un Peugeot con
matricula tur fue lanzado contra los muros de la Fuente de la Juventud;
en otro parqueo varios vehículos estaban volcados y mostraban
innumerables abolladuras. El Cupet Riviera y el complejo de tiendas
Galerías Paseo permanecían cerrados, al tiempo que sus trabajadores
esperaban en las afueras. Ninguno tenía respuesta sobre la magnitud de
los daños.
Un Yutong de turismo arrimó y turistas bajaron apresuradamente cámara en
mano para fotografiar las secuelas del evento. Desde un establecimiento
cuentapropista se escuchaba música a alto volumen. Al ritmo de "hasta
que se seque el Malecón", un grupo de trabajadores baldeaba y limpiaba.
"Eh, muchachones, ¿están contenticos con la desgracia?", preguntó un
miembro de la vecindad; a lo que respondieron: "Al mal tiempo buena
cara, compadre, de jodidos no vamos a pasar".
Source: Una inundación inesperada | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1485427170_28441.html
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