Más allá de la desobediencia civil
25 octubre, 2016 7:39 pm por León Padrón Azcuy
El Vedado, La Habana, León Padrón, (PD) Muchos líderes de la oposición
pacífica, sin distinción de ideologías, han concebido en algún momento
que el actual régimen político cubano pueda cambiarse a través de las
propias leyes.
¿Quiénes no recuerdan aquella iniciativa llamada Proyecto Varela, echada
andar por una gran porción de la sociedad civil a principios de la
década del 2000, que llegó a involucrar a miles de personas?
La oposición implicada con este aliento desplegó como "fórmula mágica"
el artículo 88 (g) de la discordante Constitución Cubana de 1976, la
cual permite, entre comillas, a los ciudadanos proponer leyes si 10.000
electores registrados presentan sus firmas a favor de la propuesta.
A la mayoría de los 1120 cubanos que firmaron el contenido del Proyecto
Varela, sencillamente los alentaba el propósito de fomentar un proyecto
de ley que abogara por reformas políticas a favor de mayores libertades
individuales.
Para nadie es un secreto que esa fue la única vez que los hermanos
Castro apreciaron una sospecha real de perder su poder absoluto. Y es
que de pronto veían como un segmento de la oposición lograba tener un
acercamiento serio con un importante fragmento de la población dispuesto
a creer que podía mejorar sus vidas.
Este ánimo sería abortado descaradamente por la dictadura a través de su
Asamblea Nacional, y seguidamente sabemos lo que pasó. Todos los que
apoyaron de una manera u otra la iniciativa fueron víctimas de la
represión, vigilancia, persecución y encarcelamiento de manos de la
temible policía Seguridad del Estado (DSE).
En estos tiempos, cuando ya transitaron más de 10 años de aquel suceso,
y el cartel de Birán balbucea como resultado de su envejecimiento,
numerosos planes para construir la democracia dentro de Cuba siguen
apareciendo. El proyecto Emilia, Todos Marchamos, la UNPACU, Candidatos
por el Cambio, Arco Progresista, Foro Antitotalitarista Unido, las
incansables Damas de Blanco, y otros, protagonizan de diferentes maneras
sus reclamos en contra del infamante régimen castrista.
Y si bien la desobediencia cívica es legítima contra este régimen de
opresión, también está claro que conducir los destinos de la nación, si
un súbito cambio llegara a la isla, va mucho más allá de lo que
imaginamos. La oposición necesita una amplia erudición.
El gran estratega militar Quintín Banderas fue un afrodescendiente de
gran temperamento que se entregó abiertamente a la causa por la libertad
de Cuba. De soldado llegó a pasar a Mayor General de las guerras de
independencia, pero terminada esta, se vio obligado a trabajar como
cartero por su poca cultura.
Una oposición alternativa tiene que esbozar programas que definan la
política del país en toda su visión. Para esto tiene que apoyarse en la
teoría del conocimiento y dirección por objetivo, la negociación, el
liderazgo y la comunicación, y poner la mira en el futuro y progreso de
su pueblo.
Nadie pone en duda que el comunismo castrista ha demostrado que no es un
partido político, sino una enfermedad que corrompe el alma y convierte a
los más moderados en despiadados y malvados tiranos. Pero, ¿cuántos
partidos o plataformas del abanico opositor que actualmente opera en la
isla tienen fuerza para disputar el poder político hoy? ¿Qué sucederá
cuando haya libertad para organizar partidos y asociaciones políticas, y
tengan que enfrentarse, tal y como sucedió en la Europa del Este, a
marxistas cubanos vestidos de camaleón?
No por gusto Martí señaló en una ocasión que "a la hora de hacer es
preciso haber aprendido antes", y es obvio que los demócratas de la
oposición deben prepararse para desfilar sobre las reglas democráticas.
Hace 76 años, un grupo de constituyentes cubanos dejaron un tremendo
legado cuando encararon, con acierto, conjugar los derechos inalienables
del hombre y las exigencias sociales.
Aquella constitución de 1940, que sin ser un referente obligado, puede
ser un texto de consulta, por solo citar un ejemplo, refrenda en su
artículo 102 el diseño de la política: "No podrá, sin embargo, formarse
agrupaciones políticas de raza, sexo o clase. Para la constitución de
nuevos partidos políticos es indispensable presentar, junto con la
solicitud correspondiente, un número de adhesiones igual o mayor al dos
por ciento del Censo electoral correspondiente. El partido que en una
elección general o especial no obtenga un número de votos que represente
dicho tanto por ciento, desaparecerá como tal y se procederá de oficio a
tacharlo del registro de partidos".
¿Será este un punto de partida para encarar lo que por derecho busca la
oposición?
Durante el largo periodo de lucha contra el castrismo, tres grupos
opositores alcanzaron una aceptable estructura organizacional y hoy solo
están en la memoria: la coalición Todos Unidos, que sin una ideología
definida guió importantes misiones dentro del movimiento cívico cubano,
el Movimiento Cristiano Liberación, que acaparó una gran base social a
partir de los firmantes del Proyecto Varela, y la Unidad Liberal de la
República de Cuba (ULRC), formada por varias agrupaciones de esta
corriente de pensamiento.
A mi modo de ver, fueron estos liberales los que más cercanos estuvieron
de convertirse un una gran fuerza política dentro del isla. En ese
tiempo (2008), la ULRC logró un envidiable consenso en la forma de
interpretar el liberalismo y relacionarse con la verdad. Dentro de
aquella avanzada, algunos de sus líderes fueron capaces de identificarse
con el perfil definido por el filósofo austriaco y posteriormente
ciudadano británico Karl Popper, quien creía profundamente en la
modestia ante el conocimiento y la firmeza en los valores que sostienen
la libertad, la legalidad y el respeto a los derechos fundamentales.
Esta agrupación fue de inmediato reconocida y acogida en el cuerpo de la
Internacional Liberal, ya que propugnaba el concepto de que el
conocimiento que no proviene de Dios es cuestionable y provisorio.
También creían que la verdad puede inventarse y subsiste mientras no sea
desmentida. Por ello, el cuestionamiento de las verdades existentes es y
será la voluntad de que eso ocurra. Es la actitud de un liberal.
Sabemos que aquel esfuerzo entre los liberales cubanos no dio los frutos
esperados debido a adversidades tal vez inesperadas. Pero ahí está la
idea, esperando su gran instante. Y también está el ejemplo para otras
corrientes políticas que no debieran ignorar que no basta para aspirar a
gobernar, las protestas, las huelgas, ni la desobediencia civil. Es
necesario el adiestramiento en la política en toda su dimensión.
leonpadron16@gmail.com; León Padrón Azcuy
@leonlibredecuba
Source: Más allá de la desobediencia civil | Primavera Digital -
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