Sobre héroes y dictaduras
Las dictaduras no rinden cuentas reales antes sus súbditos
Los pueblos se inmovilizan para ser "protegidos" del exterior
El general Raúl Castro ha congelado las esperanzas del cuentapropismo
ALEJANDRO RÍOS
Las dictaduras no rinden cuentas reales antes sus súbditos. Se ingenian
unas parafernalias burocráticas verticales de ordena y mando en
asambleas populares donde legislan sobre la inoperancia para anunciar
tiempos peores.
La historia parece detenerse durante las dictaduras y es en el pasado
donde montan una suerte de almacén de tergiversaciones y culpas, sobre
todo cuando se entronizan con fines de eternidad, mediante el miedo, y
nadie quiere poner el héroe o el mártir.
Por estos días, un ex ministro del interior castrista, hombre siniestro
a la hora de reprimir atendía, interesado –de acuerdo a la foto–, a una
discusión sin rumbo ni fundamento sobre el drama, no resuelto, de la
vivienda en la isla.
Este big brother se ocupó en sus años mozos de meter cruelmente en
cintura a los desafectos y, recientemente, de desacelerar la conexión de
Internet a Cuba, la cual llamó "un caballo salvaje al que hay que
domar". Ahora es una suerte de urbanizador sin sentido ni planes, en un
país apuntalado.
Las dictaduras son como invernaderos donde los pueblos se inmovilizan
para ser "protegidos" del exterior y, de tal modo, se amansan y suelen
perder el ímpetu del decursar de la historia.
Joseph Broz Tito, Sadam Hussein, Muammar Gaddafi, por solo mencionar
algunos tiranos contemporáneos, mantuvieron funcionando países
imaginarios, unidos a trompadas y sesiones de tortura que luego, al
desaparecer el garrote, derivaron a una inestabilidad social en
ocasiones letal.
Recientemente la prensa dio cuenta de la muerte del general rumano
Victor Stanculescu, curioso personaje que lidió con la fuga fracasada
del dictador Nicolae Ceausescu en Rumania.
Stanculescu había sido despachado a una protesta popular en Timisoara,
donde murieron cerca de 100 manifestantes. Pero luego de ordenar
disparar sobre los disidentes se dio cuenta que el clamor de libertad
era irreversible, regresó a la capital, Bucarest, y se inventó una
pierna herida para no volver a lidiar con la rebeldía.
En 1989 a los Ceausescu los montó en un helicóptero, desde la azotea de
la jefatura del partido comunista, que luego el piloto aterrizó por
miedo a ser derribado. Eventualmente trataron de secuestrar un automóvil
para seguir escapando pero fueron descubiertos y detenidos.
Entonces fue cuando el general Stanculescu no solo organizó el juicio
sino que reclutó a los tiradores del paredón de fusilamiento de
Ceausescu y su esposa Elena. Luego del imponderable, terminó siendo
ministro de defensa y de industria hasta el año 1991.
En el 2008 le fueron impuestos cargos criminales por haber dado la orden
de disparar contra los manifestantes y resultó sentenciado a 15 años de
prisión, pero en el 2014 obtuvo la libertad condicional.
El profesor de Georgetown University Dennis J. Deletant ha comentado
sobre el caso: "Lo que la revolución rumana ha demostrado es que los
héroes mueren, los combatientes regresan a casa y los oportunistas se
las arreglan para llegar a posiciones delanteras".
El propio general Stanculescu comprendió la paradoja a su manera: "Solo
los muertos son héroes. Yo nunca quise morir y es por eso que no soy un
héroe".
Los cubanos estancados en Ecuador protestan a gritos de libertad y
muerte a los hermanos Castro. Afrontan con bravura los empellones
policiales, mientras en la isla se desentendían de los opositores.
Ahora el general Raúl Castro ha congelado las esperanzas del
cuentapropismo y del acercamiento con los americanos. Anuncia tiempos
difíciles, otra vez, y dice que no hay espacio para las improvisaciones
ni el derrotismo. El anciano de 85 años, quien no padece escaseces, ni
privaciones, sigue cifrando sus esperanzas en un fracaso:
"Proseguiremos la actualización de nuestro modelo económico al ritmo que
definamos soberanamente".
Crítico y periodista cultural.
Source: Sobre héroes y dictaduras | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article89188232.html
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