El ministro A y el ministro D
julio 20, 2016 1:53 am
Lawton, La Habana, Paulino Alfonso, (PD) Saludos, señor Modesto. Esta,
en verdad, es una semana cargada de lúgubres acontecimientos, aunque del
carácter que muchos esperan, sino en lo referente a los siempre
optimistas desempeños que su gobierno próspero y sostenible anunciaba
desde enero del pasado 2015.
Por entonces, usted y su régimen se encontraban de plácemes ante un
obsequioso y complaciente inquilino de la Casa Blanca que no le negaba
ningún deseo ni antojo, lo que auguraba un retiro dorado y la garantía
de que su sucesión viviría en un paraíso. Pero he aquí que como se dice
en Cuba, "la alegría dura poco en casa del pobre" y los sueños de su
fábrica de mentiras, que solo seis meses antes auguraban un crecimiento
del 4%, se cayeron.
Para desesperación de los cazadores de ambulancias de siempre y sobre
todo de su oráculo, el obeso Marino Murillo, era silenciado con una
lapidaria declaración suya, señor Modesto: que el pueblo (no ustedes)
tendría que empezar a apretarse el cinturón -¿de nuevo?- ya que la
situación "internacional" obligaba a tomar medidas restrictivas en el
plano económico.
Claro que esto se haría con prisa y sin pausa, pero "con el mínimo de
afectaciones al pueblo", según anunciaban unos ministros desconocidos
hasta entonces que prometían la garantía ¡por seis meses! (sic) de los
productos de aseo personal, los productos de la libreta de racionamiento
y otros que en la medida de lo posible serian posteriormente anunciados.
Como para demostrar que usted era severo en su justicia, destituyó al
gordo Murillo de su poltrona de ministro de Economía y lo restituía en
su anterior empleo de lector de tabaquería, para explicar la cuadratura
del círculo a la recua de obedientes mulas que usted insiste en llamar
partido, ese partido de flores y muertos.
Como sustituto del gordo Marino, lamentablemente para este sustito, sacó
de las altas finanzas, de los encuentros teté a teté con la jet-set de
Bruselas, de las corte de la nobleza europea, en fin, del Nirvana, al
mago familiar, el Magister Cabrisas.
No fue porque Ud. desconozca que Cabrisas de esta tarea de bodeguero
barriotero que usted le impuso sabe lo mismo que el Sr Guillermo García
Frías sabe de las altas finanzas, sino porque como quiera que la tarea
de Cabrisas no es otra que ver qué cuentos nuevos debe hacer a estos
educadísimos señores de la culta y refinada Europa con los que mantiene
un rapport historique para que estos caballeros le otorguen una
flexibilización más de los créditos que usted juró por los linimentos
(digo) lineamientos del partido que pagará a un cándido y fatuo
presidente de Francia durante la visita de este a la finca.
Así, usted cumple con lo que seguramente le "aconsejó" su hermano mayor
y mantiene a sus únicos y necesarios ministros, el A (Cabrisas) léase a
tal lugar y el D (el gordo Marino Murillo), de dale para allí o dale
para allá.
Mientras tanto, a esperar, a ver si Putin se decide a equilibrar la
balanza con la reinauguración de la base de submarinos nucleares de
Cienfuegos, y que esto sea bien visto por su amiguísimo Obama
Hasta quizás emita otro decretazo presidencial para desestimar a
cualquier republicano de mente calenturienta que invoque a esa vieja
dama indigna en que se ha convertido la seguridad nacional de los EE.UU.
Como sé que usted no cambiará, me reitero enemigamente suyo.
palfonso44es@gmail.com; Paulino Alfonso
Source: El ministro A y el ministro D | Primavera Digital -
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