Un trauma nacionalista
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 25 Jul 2015 - 12:37 pm.
Los atletas cubanos deben residir en la Isla. Aunque a las autoridades
les gusta hablar de integración, en la práctica son renuentes a ella.
Desde semanas antes del comienzo de los XVII Juegos Panamericanos
Toronto-2015, las autoridades deportivas cubanas orquestaron una campaña
de declaraciones, asegurando el mantenimiento por Cuba del segundo lugar
por países. Algunos especialistas y ciudadanos, conocedores de los
graves problemas por los que atraviesa el deporte nacional —que no es
ajeno a la crisis general en que se encuentra el país—, lo pusieron en
duda. Estados Unidos, Canadá y Brasil se reconocían como los más fuertes
contrincantes.
La campaña orquestada me recordó una similar, cuando la Zafra de los
Diez Millones, donde, aún cuando se sabía que éstos no se alcanzarían,
como habían pronosticado algunos especialistas cañeros responsables,
hasta el último segundo se estuvo repitiendo aquello de "los diez
millones van, de que van, van...", que sirvió hasta de nombre a una
popular orquesta de música popular.
Hoy, ya en los días finales del calendario de los Juegos, Estados Unidos
se encuentra en primer lugar, seguido por Canadá y Brasil, y Cuba ocupa
el cuarto lugar en el medallero, seguida muy de cerca por Colombia. Al
haberse producido muchas más derrotas que las previstas, nuestros
narradores y comentaristas deportivos, de seguro cumpliendo
instrucciones superiores, han comenzado a cuestionar la actuación de los
árbitros y jueces, acusándolos de favorecer a Canadá y de perjudicar a
Cuba en sus decisiones.
No es nada original, pues ya lo han practicado anteriormente. Aceptar
las deficiencias propias y las derrotas con dignidad y elegancia,
reconociendo los valores de los contrarios, siempre ha sido una
asignatura pendiente de nuestros atletas y autoridades deportivas, así
como de muchos de nuestros ciudadanos, envenenados todos por el
chovinismo patriotero de los últimos 56 años, que ha pretendido
presentar a los cubanos como seres superiores: los más valientes,
aguerridos, luchadores, patriotas, dignos, tenaces, etcétera. En
realidad, somos similares a los demás seres humanos, con nuestras
virtudes y defectos. Por eso, a veces ganamos, y a veces perdemos.
Las autoridades —desconozco si consciente o inconscientemente— parecen
asumir la misma obsoleta concepción de "raza superior" utilizada en la
Alemania nazi. Los atletas alemanes de entonces debían ser blancos,
rubios y de ojos azules, o sea, alemanes puros. Los atletas cubanos de
hoy deben ser nacidos en la Isla y residentes en ella, no permitiéndose
los nacionalizados de otros países ni los nacidos en Cuba que residan en
otros países. Aunque les gusta hablar de integración, en la práctica son
renuentes a ella.
Tal vez aquí radique el continuo señalamiento, tanto por las autoridades
como por los narradores deportivos, del lugar de nacimiento de los
atletas que compiten por uno u otro país, sin darse cuenta de que están
hablando de países multiétnicos, compuestos por personas de diferentes
orígenes y naciones, que emigraron y se asentaron en ellos y son
ciudadanos de los mismos. Canadá y Estados Unidos son dos buenos
ejemplos. Hoy, tal vez con algunas excepciones, como las de Cuba y Corea
del Norte, los equipos deportivos de la mayoría de los países son
multiétnicos y están formados por atletas de diferentes naciones. El
fútbol y el béisbol también son buenos ejemplos.
Este nacionalismo barato no ayuda al desarrollo deportivo del país,
llegándose hasta el extremo de que la máxima autoridad institucional del
deporte cubano, ante recientes preguntas de los medios de prensa
extranjeros sobre la pobre actuación de la delegación, en lugar de
aceptar la triste realidad, se apareció con esta insulsa declaración:
"Nuestra delegación, que carece de talentos comprados o nacionalizados
en función de las medallas, ha enfrentado cada jornada con el espíritu
de lucha que caracteriza al deporte cubano".
Habría que aclarar: Cuba no tiene talentos "comprados o nacionalizados",
porque a ninguno le interesa ser "comprado o nacionalizado" por Cuba.
Además, Cuba carece de recursos económicos para ello, ya que no puede
pagarles, siquiera decorosamente, ni a sus propios atletas.
Los éxitos de años anteriores, que se recuerdan machaconamente, muchos
obtenidos con atletas profesionales contra verdaderos atletas
aficionados, deberían constituir una vergüenza, en lugar de esgrimirse
constantemente como demostración de la justeza de esta política errónea,
que ha llegado a calificar de "desertores" y "traidores" a los atletas
cubanos que han decidido competir bajo otras banderas. El Estado
totalitario, dueño de todo, también se considera dueño de los atletas.
Nuestras autoridades se plantearon una meta política, sin valorar las
posibilidades deportivas reales. Los únicos posibles títulos a obtener,
en el día que resta antes del fin de los Juegos, además de en el
atletismo, descansan en el boxeo, donde los púgiles, "congelados"
durante años en el equipo nacional, no pueden desarrollar carreras
profesionales individuales, a no ser que abandonen el país y se
conviertan en "apátridas".
Como el deporte en Cuba es una cuestión eminentemente política y,
además, se ha utilizado siempre para suplir la falta de "pan", formando
parte del "circo", esto de no ser capaces de mantener el segundo lugar
en los Juegos se ha convertido en un trauma nacional. Nuestras
autoridades, de tantas derrotas acumuladas en diferentes campos, ya
deberían estar adaptadas a ellas.
Source: Un trauma nacionalista | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/deportes/1437820674_15933.html
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