Atención, Venezuela:
La universidad cubana discrimina por ideología y por raza, confunde
humanismo con "gratuidades" y lo latinoamericano con una mitología
construida por la izquierda
miércoles, febrero 26, 2014 | David Canela Piña
LA HABANA, Cuba.-Entre el 10 y el 14 de febrero se efectuó en La Habana
el IX Congreso Internacional de Educación Superior, "Universidad 2014",
al que asistieron unas 2 mil 900 personas de 58 países. El evento, que
se organiza desde 1998, debe analizar los problemas, perspectivas y
logros de la enseñanza superior, sobre todo en la región latinoamericana.
En la inauguración, el Ministro de Educación Superior, Rodolfo Alarcón
Ortiz, leyó una conferencia titulada "Por una Universidad socialmente
responsable", en la cual "abordó el papel de la Universidad en las
transformaciones sociales que promuevan la justicia, la inclusión, la
integración", según el periódico Granma del día 11 de este mes.
Siguiendo la norma, el discurso oficial no fue igualmente claro en su
reflexión de los contextos sociales, y si bien puede reflejar con cierta
nitidez los ambientes foráneos, se vuelve gris cuando se acerca al
panorama cubano. Si el ministro Alarcón juzgara con sinceridad esa
institución pública, de acuerdo con un criterio objetivo de inclusión, y
de integración, tendría que reconocer que la universidad cubana es
abiertamente excluyente ¿O acaso no sabe el ministro que, desde hace más
de 50 años, ha sido regida por el lema de que "la Universidad es para
los revolucionarios"? O sea, para los que respaldan o –en su mayoría– se
conforman con este gobierno, les guste o no les guste.
En Chile, por ejemplo –y en toda Latinoamérica– ya es una tradición que
los estudiantes universitarios se rebelen contra las políticas de su
gobierno, sea de derecha o de izquierda, e incluso, que defiendan sus
ideales y proyectos nacionales, más allá de los intereses privativos que
tienen como asociación. Pero en Cuba, eso es impensable. Aquí, los
alumnos deben estar "comprometidos" siempre a "cumplir las tareas de la
Revolución". Nadie quiere señalarse públicamente, con una actitud
demasiado crítica, no sea que lo expulsen, además de la Universidad en
la cual matriculó, de todo el sistema educativo.
Los hijos de los llamados "disidentes", o de los activistas por los
derechos humanos (si logran entrar a la Universidad) recibirán la baja,
más tarde o más temprano, por un supuesto "bajo rendimiento". Incluso,
le pueden negar la Universidad a un estudiante si declara o se comprueba
que ha asistido a uno de los cursos regulares que ofrece la Oficina de
Intereses de los Estados Unidos en La Habana, aunque haya sido de
inglés. Y no hay tribunales de reclamación.
De los estudiantes inscritos en el curso diurno se espera que estén
siempre "a la vanguardia", y asistan a las marchas por el Primero de
Mayo, aunque no trabajen, a la Marcha de las Antorchas, ya que deben ser
buenos martianos, a la del aniversario por el fusilamiento de los Ocho
Estudiantes de Medicina, para honrar a sus mártires, y también, a los
actos de repudio contra las Damas de Blanco, pues deben ser, ante todo,
"revolucionarios".
No es extraño que los estudiantes de Derecho se apliquen a estudiar
leyes durante la mañana, y por la tarde, se ejerciten en una conga,
mezclada con mitin fascista, cual si fuesen una cuadrilla de
voluntarios. Al igual que en el relato del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, por el
día son doctores y por la tarde se transforman en agresores, de la ley y
las personas.
Algunos activistas de la sociedad civil, como Berta Soler, coordinadora
del movimiento femenino "Damas de Blanco", opinan que en la Universidad
también existe una discriminación sutil, por motivos raciales. Si las
estadísticas respaldan que la mayoría de los estudiantes universitarios
son de tez blanca, y la mayoría de los presos son de tez negra, creo que
pudiera abrirse el debate sobre el uso de políticas de discriminación
positiva. De cualquier modo, sería conveniente que en todas las
universidades hubiese una Comisión de la Equidad –por decir un nombre–,
que se encargase de investigar posibles casos de discriminación, a causa
de la raza, la orientación sexual, la religión, una subcultura, o
cualquier otra identidad sujeta a los prejuicios de la mayoría.
La universidad es el primer bastión y la última trinchera de la libertad
de expresión (Véase ahora mismo el caso de Venezuela). Y al ser la
Tierra Santa de las ideas complejas, racionales, y alternativas, todas
las dictaduras se han lanzado a invadirla, en una cruzada de conquista y
dominación. Pero si es genuina, en la Universidad no habrá terreno
fértil para la idolatría, ni el maniqueísmo, aunque es inevitable que
por ella circulen las diferentes "modas" del pensamiento.
Este Congreso ha demostrado que los directores de las políticas
educativas en Cuba siguen reduciendo la diversidad cultural de las
sociedades a unos esquemas de polaridad ideológica: humanismo vs
mercantilismo, marxismo vs neoliberalismo, y el imaginario de Nuestra
América vs lo norteamericano y europeo. Confunden humanismo con
"gratuidades", lo latinoamericano con una mitología construida a partir
de los símbolos de la izquierda política, y también un destino que debe
ir recuperando las "esencias" históricas. En cuanto al marxismo, lo
asumen como una religión "científica", o una ciencia social independiente.
Source: Atención, Venezuela: | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/atencion-venezuela/
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario