viernes, 9 de junio de 2017

Yoe Suárez: «Cuando ser honesto cuesta tanto»

Yoe Suárez: «Cuando ser honesto cuesta tanto»
Entrevista al joven periodista y escritor Yoe Suárez
Milho Montenegro, La Habana | 09/06/2017 5:15 pm

Yoe Suárez (La Habana, 1990) es uno de los jóvenes periodistas más
destacados de nuestro país. Ha recibido importantísimos reconocimientos
por su trabajo, los cuales acreditan la profundidad de su perspectiva
creadora e investigativa. Cuenta con varios libros publicados por
editoriales cubanas y foráneas, y en ellos se puede advertir una
escritura de esencia filosa, aguda, que apuesta por la autenticidad del
oficio periodístico.
Él afirma que la prensa cubana es evasiva, no cuenta con espacios que le
permita abordar —crítica e investigativamente— asuntos de orden social,
económico, y menos político o de la historia reciente. Esta es, desde su
criterio, una de las causas por la que la mayoría de los jóvenes colegas
migran hacia medios nuevos, con políticas editoriales dispuestas a
contar un país más diverso y plural.
Cuando ser honesto cuesta tanto y duele —confiesa—, no todos dan el paso
al frente, pero sabes que algo estás haciendo bien. Así se expresa este
periodista que, con actitud sagaz, sabe de su oficio y avanza llevando a
cuestas las consecuencias de realizarlo con pasión y franqueza.
La Editorial española Guantanamera recién ofreció al público tu libro de
crónicas La Otra isla, el cual resultó, además, Finalista de la Beca
"Michael Jacobs 2016" de la Fundación para el Nuevo Periodismo
Iberoamericano…
El libro (como casi todos los libros) es el resultado de un momento de
mi vida. Un período en que como ningún otro disfruté del excursionismo,
que es disfrutar también de una Cuba silvestre, linda, sin dientes, de
muchas descargas eléctricas y caminatas limpia-pulmones por sitios
exóticos e increíbles de esta geografía.
Por otro lado, no sé bien de dónde me llega el interés por la crónica de
viajes. Simplemente ha estado ahí. Quizá porque reúne la posibilidad de
tratar temas medioambientales (que igualmente me interesan aunque no lo
he hecho mucho) y hacer del periodismo una aventura en verdad.
Quizá mi madre, llevándome de ciudad en ciudad desde la infancia,
encendió las ganas de carretera. Mis cuentos para dormir eran leyendas
taínas; las vacaciones se diluían en el ruido de alguna guagua yendo a
un criadero de cocodrilos o a un fuerte español.
Crecido me interesé por lo que mi madre no contaba: otra isla a la que
no llegaban carreteras ni fotos de turistas. Un país donde el agua es un
dios, hay pueblos fantasmas y los cuentos de camino parecen realidad.
En ese empeño, la crónica viene a la perfección. Fue una sorpresa que mi
libro quedara entre los tres finalistas de un concurso como la Beca
Michael Jacobs. Fue un espaldarazo también para sucitar el interés de
las editoriales y los lectores.
En la recién concluida Feria de Libro de La Habana, Lantia Publishing
Group tuvo un stand por primera vez. Trajo varios títulos de la
Editorial Guantanamera, La otra isla entre ellos. Para mi temor, los
precios eran bastante caros, estaban fuera de la realidad cubana, creí
que aquello iba a terminar siendo un museo de cera. Para mi sorpresa, el
libro fue uno de los cuatro que se agotó antes que terminara la Feria.
En una entrevista anterior, acerca de tu cuaderno Los hijos del diluvio
(Ediciones Áncoras, 2016), expresaste que es un libro de entrevistas con
autores de la llamada Generación del 50. ¿Por qué ofrecer un
acercamiento a estas figuras de nuestra cultura, y no a otras más
jóvenes que, por ende, podrían estar más cercanas en cuanto a cuestiones
generacionales y temáticas?
Me gustaba la idea de la confrontación, ni siquiera generacional, sino
del ser humano consigo mismo. Son personas que rebasan los 80 años, que
formaron parte de esa masa gigante que armó/sufrió/amó la Revolución, y
—mejor o peor— el país que hoy tenemos. De modo que escucharlos a ellos
era también un modo de oír a lo más lúcido de un pueblo que, a casi 60
años de 1959, repasa su historia con ternura/dureza/equilibrio.
Me preguntas por la juventud, y creo que es importantísimo revisitar a
los jóvenes que vivieron un diluvio como el del 59, quizá porque ahora
y, en sentidos distintos, aunque no menos definitorios, los jóvenes de
hoy vivimos eventos como aquel.
Nunca se sabe bien cómo hacer una Revolución, entonces al menos hay que
saber cuándo hacerla. Este es un momento excepcional, donde hay que
desbancar el dogmatismo que condenó a Arrufat al sótano de una
biblioteca; el radicalismo que amenazó con bombas las presentaciones de
Graziella Pogolotti; las barreras ideológicas que prohíben como autores
a Rafael Alcides y a Manuel Díaz Martínez. Es un tiempo excepcional
—repito—, porque Cuba se mueve como hacía tiempo no; y, por otro lado,
fuerzas neoradicales y distanciadoras toman mayor fuerza.
¿Existen espacios suficientes que permitan la proyección de trabajos
como los tuyos por parte de periodistas más jóvenes en Cuba?
Muy a pesar —y con el respeto— de lo que digan eventos como el Encuentro
de Jóvenes Periodistas, en Cuba no hay espacio para una prensa que
aborde crítica e investigativamente asuntos de orden social, económico,
y menos político o de la historia reciente. De ahí que la mayoría de los
jóvenes más atrevidos y talentosos de mi generación migren hacia medios
nuevos con políticas editoriales dispuestas a contar un país más
diverso, plural, que es lo mismo que decir real.
Me preguntabas si hay espacios suficientes. Los hay. Lo que ocurre es
que no están bajo la égida del Estado. El Estado sabe que son medios
competitivos y donde está lo mejor de una hornada. Basta ver la
arremetida contra determinados medios periodísticos a mitad de camino
entre la extrema derecha y la extrema izquierda, que tratan de contar
ese otro país que no está en los titulares de nuestro pequeño mainstream.
Si hacer un periodismo más audaz fuera posible, entonces las páginas de
un diario no aclamarían las misérrimas ofertas de Etecsa, sino que la
llamarían por lo que es: un monopolio con precios usureros y servicios
poco fiables. O, por otro lado, la red de comercio interior en divisas
sería juzgada según leyes de comercio justo que Venezuela esgrimió hace
unos años criticando precios impuestos por especuladores.
La prensa cubana es evasiva, básicamente, porque es parte esencial de un
mecanismo que confía en la evasión de grandes problemas nacionales para
su supervivencia. Esto, que se habla entre colegas a diario y se expresa
en congresos de la Unión de Periodistas, es verdaderamente
revolucionario; sin embargo, se criminaliza si alguien lo dice en un
espacio como la entrevista que me estás haciendo.
Has obtenido importantes reconocimientos como autor de no-ficción; entre
ellos el Premio Nacional de Periodismo Cultural Rubén Martínez Villena
2013, y recientemente una Mención en el Premio Casa de las Américas.
Desde tu posición, ¿qué opinión tienes acerca del trabajo periodístico
que vienen realizando los más jóvenes en nuestro país?
Hoy en Cuba, me atrevería a decir, la no ficción (la crónica, el
testimonio, la biografía) son lo que el cine en los 60 y la novela en
los 90: el espejo mejor en que se mira el país.
Dentro de los medios oficiales yo destacaría a El Caimán Barbudo, que
está tratando de reimpulsar el periodismo narrativo. Por otro lado,
recomendaría las páginas de El Estornudo. Y si me pides nombres pudiera
darte veinte, pero te dejo con tres (que es un número casi mágico):
Lianet Fleites, Carlos Manuel Álvarez y otro Carlos, Melián.
Lo de narrar a este país cambiante no es solo para mi generación un
disfrute, una maldición o como quiera verse; yo lo percibo con ojos de
futuro: una responsabilidad. No quiero agachar la cabeza ante mis hijos,
sino que se sientan orgullosos de que hice lo que debía hacer. No soy
agrónomo ni militar; soy periodista. Hago las cosas lo mejor que puedo;
y siento que varios muchachos del gremio sienten como yo.
Claro, las cosas no son fáciles, hay mucha oposición por parte de un
sistema desacostumbrado del diálogo, de la otredad de su propio país,
donde existen opiniones tan diversas de cómo pintar el futuro. Un país
habituado a premiar a los bienportados, a los que asienten y niegan
cuando se manda hacerlo, a los que cuidan un auto, una recarga mensual
en el celular, una casita en La Habana, con tal de decir lo que se
quiere oír.
Cuando ser honesto cuesta tanto no todos dan el paso. Cuando ser honesto
cuesta tanto, y duele, entonces sabes que algo estás haciendo bien.
Eres graduado de Periodismo, ejerces también como realizador y poeta,
¿cómo enfrentas el proceso de producción, sobre todo cuando te
desenvuelves entre diferentes vertientes creativas?
El tema es que cada una de esas maneras de contar satisface determinadas
inquietudes. Hay cosas que puedo narrar mejor desde un poema (me siento
muy cerca de la llamada poesía coloquial), que desde el cine; o desde el
cine que desde el periodismo.
Es sabido que mantienes el blog Tenia q decirlo
(www.yoesuarez.wordpress.com). ¿Qué papel juegan en estos tiempos las
redes sociales y los medios de las llamadas TICS para un creador joven o
ya establecido?
Son invaluables como espacio de socialización y de conexión entre
autores. Claro, que también está la parte lúdica de las redes sociales,
por ejemplo, pero cada quien la asume de distintas maneras en
dependencia de sus intereses personales.
¿A cuál figura de nuestra cultura lamentas no haber podido entrevistar?
Aún estoy a tiempo, creo, aunque un ejército de secretarias intermedias
lo aleja de mí y repele exitosa y burocráticamente cada intento por
acercarme: Roberto Fernández Retamar.
¿Qué posición te genera más placer: entrevistador o entrevistado?
Entrevistador, siempre.
¿Qué espera Yoe Suárez de su trabajo periodístico?
El gran sueño de todo autor: que lo lean de la primera palabra, hasta el
punto final.

Source: Yoe Suárez: «Cuando ser honesto cuesta tanto» - Artículos -
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http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/yoe-suarez-cuando-ser-honesto-cuesta-tanto-329632

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