sábado, 20 de mayo de 2017

Soñar con el día en que retorne la democracia

Soñar con el día en que retorne la democracia
19 de mayo de 2017 - 20:05 - Por DANIEL CASTROPÉ

Ese es el deseo de millones de cubanos que esperan el retorno de las
libertades a una isla arruinada por un gobierno dictatorial

LA HABANA.- Las primeras voces que penetran por la ventana del
desvencijado cuarto de paredones altos proceden de una casa contigua, en
donde conviven cuatro familias en un hacinamiento tortuoso. Todos hablan
al mismo tiempo, gritan, discuten y una niña llora sin parar.


Apenas el día comienza, son las 7 de la mañana. La noche anterior un
hombre de rostro enjuto dijo a través de la televisión que hoy habría
calor en La Habana. ¡Já! Si hubiera dicho que el día sería frío y que el
castrismo pronto cederá el poder, nadie en esta comarca de absurdas
realidades quisiera marcharse a Miami, para vivir con hermanos, primos o
amigos en Hialeah, "La ciudad que progresa".

Es hora de levantarme de la cama. Todavía en mi mente permanecen vívidas
y casi reales las imágenes de un sueño que me hizo despertar atiborrado
de unas esperanzas que, poco a poco, se fueron diluyendo con el llanto
de la niña que pide leche a gritos, a quien su madre, a duras penas,
solo puede ofrecerle una taza de café mezclado con chícharo y un pan de
la bodega para romper el ayuno mañanero.

Un anhelo recóndito

Como en el mundo onírico cualquier cosa puede suceder, y todo es lícito,
yo era un hombre delgado y fornido que, bandera en mano, aplaudía cada
frase de una serie de discursos memorables que deben quedar plasmados, a
perpetuidad, en la mente de los cubanos y el mundo entero.

El ambiente era festivo. Gente de todas las provincias llegaba a la
Plaza del Reencuentro, por decisión propia, sin amenazas de perder el
trabajo o de ser señalados como "opositores", exhibiendo unos rostros
rejuvenecidos y henchidos de una felicidad contagiosa. No había espacio
para el maldito dolor.

Una octogenaria de Marianao (sector populoso de la capital cubana) me
dijo que ya puede morir en paz. Creyó en Fidel Castro al principio de la
revolución, pero más tarde entendió que la demagogia erige falsos
líderes y que la mentira destruye sociedades prósperas.

El hombre de cabellos canos y espejuelos que le hacían ver los ojos como
un monstruo prehistórico, lloraba de felicidad. Fue otro de los tantos
miles que se dejó seducir por las supuestas bondades de un sistema de
gobierno que llegaba a su final, cargando a cuestas una deuda inmensa
con la historia.

Millares de seres estaban congregados en ese emblemático lugar como
asistentes y testigos fieles de un momento que anhelaba todo un país
para reivindicar la sangre derramada y el sufrimiento de otros miles que
se lanzaron al mar, y que perecieron en busca de una libertad esquiva.

El rincón de los muertos

Un amplio espacio de la plaza estaba reservado para un sinnúmero de
cubanos que, a pesar de continuar vivos en el corazón de sus seres
queridos, habían muerto por las balas asesinas de un régimen cruel y
torturador.

Era el sector más bullicioso. No había nadie que hiciera callar las
voces de las víctimas del castrismo, hombres de pensamiento libertario,
fuertes, de temple valiente, condenados a una muerte temprana frente a
un pelotón de fusilamiento, por el único pecado de pensar distinto.

Pero también integraban ese grupo aquellos que pelearon junto a Fidel y
que a la postre cayeron vencidos por el celo y la envidia de aquel que
se apropió no solo de un país entero, sino de todos los aplausos y los
honores, convertido casi en una deidad terrenal, sin más rival que su
propio ego.

Más atrás, mostrando unos pies mojados en memoria de una fallida
política gubernamental, se erguían los cubanos que en la víspera habían
emergido de las profundidades de un mar bravío que ahogó sus deseos de
libertad. Muchos otros, de pies secos, habían arribado la noche anterior
y se ubicaban en otro espacio de la plaza.

Los que volvieron

Era evidente que los cubanos del exilio poco reconocían la ciudad
pujante que dejaron atrás cuando el embeleco llamado "revolución" se
instituyó en la isla. Andaban como perdidos, caminando de un lado hacia
otro, reparando aquí o simplemente mirando allá; algunos buscando
rostros que se les hicieran familiares entre la creciente muchedumbre.

La Habana era otra para ese grupo inmenso, y no hubo tiempo para pintar
los edificios y limpiar las calles ante el inminente arribo de esas
personas que habían jurado regresar cuando el castrismo cayera en Cuba
y, en consecuencia, en las calles o espacios públicos se hablara de
democracia sin temor a represalias oficiales.

En esa zona había una tarima gigantesca. De repente se escuchó una voz
recia que parecía descender de un cielo límpido. La gente lanzaba
vítores a una guarachera de piel oscura y alma transparente que no pudo
acompañar a su madre en el camino hacia la última morada por disposición
de un gobierno carente de humanismo.

Allí también estaban ellos y ellas: hombres y mujeres de un incalculable
valor que desde las trincheras de la libertad, en Miami, o desde
cualquier punto de la geografía universal, habían labrado con tesón el
momento que le devolvía a la nación insular su primigenia imagen y
autonomía.

Un nuevo comienzo

Decir que esos instantes eran de una felicidad rebosante parecería un
pleonasmo inútil. Por los parlantes se escuchaba una babel de voces
pletóricas de entusiasmo que anunciaban un remozado sistema de vida en
la isla, al margen de la opresión y el silencio forzado que imperó por
casi seis décadas.

Terminaba una etapa brutal en la historia de Cuba por cuenta de la mente
retorcida de un hombre, y sus huestes de maldad, que supo mantener
cautivo a un país, y de rodillas a un grupo de gobernantes que
terminaron atraídos por los cantos de sirena que se producían desde La
Habana.

De los descendientes de Fidel, y de todos aquellos que defendieron su
maquiavélica doctrina, nunca se volvería a tener ningún conocimiento.
Uno a uno fue resbalando en sus propias heces y cayendo en poder de las
autoridades legítimamente establecidas que tomaron el control de la isla.

De un momento a otro comienzo a entender mejor las cosas. La niña de la
casa vecina sigue llorando por una leche que no podrá tomarse. Son las 8
de la mañana. Ahora sí es tiempo de levantarme de la cama. Acabó el sueño.

Entonces surge una pregunta que me sigue dando vueltas en la cabeza:
¿Dejará finalmente el poder Raúl Castro el 24 de febrero de 2018 como
primer paso para que se restablezca la democracia en Cuba? Soñar todavía
es posible.

Source: Soñar con el día en que retorne la democracia | Cuba -
http://www.diariolasamericas.com/america-latina/sonar-el-dia-que-retorne-la-democracia-n4122373

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