domingo, 21 de mayo de 2017

El insomnio y la desmemoria

El insomnio y la desmemoria
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 21 de Mayo de 2017 - 13:34 CEST.

Un pariente de visita en casa observa las imágenes de las protestas
antigubernamentales en Venezuela, y la dura respuesta del régimen. Los
muchachos, "chavos", enfrentándose a tanquetas que los barren con
chorros de agua; guardias que disparan a quemarropa bombas lacrimógenas;
cómo golpean contra la pared tres o cuatro uniformados a un chico
indefenso. Pero los manifestantes parecen no tener miedo, avanzan,
retroceden y vuelven a avanzar. Entonces el pariente se vira hacia mí, y
dice que si en Cuba hubieran hecho lo mismo, ahora no hubiera castrismo.
De veras me sorprende: ha sido víctima de la peste del insomnio y la
desmemoria.

En Cien años de soledad Gabriel García Márquez introduce una extraña
enfermedad llamada "la peste del insomnio". Las personas no pueden
dormir, y comienzan a olvidar hasta el nombre de las cosas más simples.
La cura a la desmemoria, peligrosa consecuencia del desvelo, es poner
letreros a los objetos, los animales y las personas. Para recordar su
utilidad, cuelgan oraciones completas cual manuales de instrucción, e
incluyen los sentimientos de los personas. De esa absurda manera, los
insomnes viven en el mundo de las ilusiones, de las etiquetas, en la
tierra del olvido y no en las memorias reales, lógicas, comprensibles.

Ha pasado más de medio siglo, y el insomnio y la repetición hasta el
cansancio del cuento del gallo capón —como en la novela— parecen
obnubilar los recuerdos de algunos compatriotas. Lo poco que les queda
de memoria es un rompecabezas de rótulos triunfalistas. En efecto,
Venezuela no es Cuba. Nos separan enormes distancias políticas —Guerra
Fría y mundo "unipolar"—, geográficas —isla versus continente—, toma del
poder político —por las armas y por las urnas—, y el liderazgo original
—octogenario histórico contra impostor maduro—. Pero más allá de estas
diferencias, cuando se dice que en Cuba no se hizo o no se ha hecho lo
mismo, se olvida de manera ofensiva para quienes aún viven y pueden
contarlo, la oposición tenaz al régimen.

La lucha contra la llamada Revolución comenzó desde los primeros meses
en Cuba. Y no la hicieron soldados y oficiales de la dictadura anterior,
aniquilados militar y políticamente en apenas semanas, sino oficiales y
combatientes del Ejército Rebelde. La amenaza del alzamiento
insurreccional de una provincia completa al mando del comandante Huber
Matos fue sofocada a ocho meses del triunfo fidelista. Nunca todo un
regimiento militar estuvo dispuesto a alzarse contra el Gobierno, cubano
o peninsular, en toda la historia.

En esa misma época comenzaron las luchas clandestinas en las ciudades y
los campos. Las cifras varían, pero se calcula que en los diez primeros
años llegaron a haber más de 80.000 presos por causas políticas y
enfrentamientos directos al régimen. Eso significa, para un población de
acaso siete millones de habitantes, más del 1%. Ni en los tiempos de la
Colonia, España tuvo población penal de tal magnitud.

En 1961 se conformó la Brigada 2506, integrada casi en su totalidad por
jóvenes no militares. Fueron más de 2.500 hombres, todos cubanos. Ellos
pusieron más de 100 muertos y, tras la derrota y juicios masivos,
enfrentaron la posibilidad de la pena de muerte. Nunca un Gobierno en
América tuvo que enfrentarse a una fuerza expedicionaria de ese tamaño,
formada por quienes ya vivían en un cómodo exilio.

De alguna manera, el Gobierno cubano se había adelantado a los
acontecimientos y en septiembre de 1960, durante un discurso en el
antiguo Palacio Presidencial, Fidel Castro creó un sistema de vigilancia
cuadra por cuadra. Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), fueron
y puede que sean todavía el sistema más eficiente de control ciudadano
que ha existido en la Era Moderna. Para muestra un botón: si usted
necesita algo tan simple como un buen trabajo, es la verificación del
CDR quien da el visto bueno.

El conflicto armado en el Escambray ha sido el alzamiento en armas más
numeroso y cruento de la historia de Cuba como nación independiente. No
fue una sencilla "lucha contra bandidos". Fue una verdadera guerra
civil. Duró entre cinco y seis años. En las montañas del centro de la
Isla estuvieron involucrados más de 100.000 combatientes del régimen,
entre milicianos, policías y el Ejército; y los alzados, cuyas cifras,
inexactas, fueron entre 10.000 y 15.000. Durante la lucha contra Batista
el Ejército Rebelde no llegó a contar ni siquiera con un tercio de esa
cifra. Lo peor no fueron los cientos de fusilados, torturados y vejados
por ambos bandos, sino el desplazamiento forzoso de poblaciones enteras
de civiles a un extremo de la Isla, sin la posibilidad de regresar a sus
tierras.

"Irse" o "quedarse" también pudiera interpretarse como un acto de
protesta, de disidencia política de baja intensidad, al no tener o no
escoger el camino del enfrentamiento frontal. Salvando tal vez las
últimas migraciones, debidas en gran parte a la asfixiante situación
económica y social en Cuba, casi el 10% de la población ha emigrado por
frustración y desafecto hacia el Gobierno. El caso migratorio cubano,
sin dudas estimulado por el factor político, era único en América hasta
la llegada de los "balseros aéreos" venezolanos.

La lucha política, ideológica y hasta militar entre el Gobierno y la
oposición cubana ha sido dura y larga como pocas. Pero un detalle debe
ser considerado: no hay represión eficaz si no hay concurso, por obra u
omisión, de los propios ciudadanos. El insomnio colectivo de casi toda
la Isla hizo que gran parte de sus ciudadanos soñaran despiertos. Y aún
es considerable la cantidad de compatriotas infectados con el virus de
la desmemoria. Esa parece una diferencia esencial entre cubanos y
venezolanos: los últimos han despertado demasiado rápido, y no ha habido
tiempo para hacerlos vivir en la tierra del olvido.

Source: El insomnio y la desmemoria | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1495309361_31278.html

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