La lucha o el pan nuestro de cada día
Abril 5, 2017
Alexander Londres
HAVANA TIMES — Mucho se ha hablado últimamente de la lucha en Cuba. De
esa que no está relacionada con el deporte ni con asuntos políticos o
militares. Al respecto, no son pocos los que –sin ser científicos ni
especialistas- teorizan y opinan; analizan con peculiar sentido de la
crítica, las diversas aristas de uno de los fenómenos más llevados y
traídos en el entramado social de la Isla.
Entre las numerosas acepciones callejeras asociadas al término lucha,
-que según el DRAE es un "esfuerzo que se hace para resistir una fuerza
hostil o a una tentación, para subsistir o para alcanzar algún
objetivo"- destacan en la cultura popular las que confluyen haciendo
referencia al trabajo autogestionado, realizado al margen de la
legalidad, generalmente con ánimo de lucro, y en determinados casos a
expensas de una mediación institucional.
Está de más decir que la lucha, fruta ¿podrida? del árbol del comercio y
resignificada en el cubaneo a través del devenir de generaciones, no es
una manifestación nueva, sino lo contrario, cuajada e instituida en la
idiosincrasia nacional desde quién-recuerda-cuándo.
Tan profundo arraigo llega a tener su particular significación
cubanizada, que ante el típico saludo de ¿cómo estás? a menudo unos
cuantos solemos responder: Ahí, ya tú sabes, en la luchita, como alusión
semántica de consabida resistencia a las dificultades diarias.
Y si hay lucha, hay luchadores. Hombres y mujeres entregados por igual a
las diversas expresiones de ese fenómeno social en Cuba.
Vendiendo lo que aparezca
Principalmente los espacios urbanos son los escenarios de operación de
varios tipos de luchadores -¿debería decir emprendedores?-, cuya figura
más reconocida es, indudablemente, la que se relaciona con el trasiego
(venta y reventa) de mercancía de diversa índole.
A algunos de esos mercachifles, los vendedores de productos importados,
se los puede encontrar apostados estratégicamente en aceras y esquinas
de las zonas más concurridas, escondidos a plena luz, hasta que, al paso
de algún peatón con pintas de cliente potencial, espetan su pregón
susurrado:
Tengo jeans, shorts, pulóveres, camisas, calzoncillos… buena ropa…
zapatos de marca… relojes… todo fashion y a buen precio.
Una especie de asedio pro ventas que, si bien puede resultar abrumador
para quien no busca nada, puede ser una valiosa opción para los que sí
procuran algo diferente a lo que se oferta en las tiendas recaudadoras
de divisas(TRD).
La presencia de esos personajes públicos se hizo más notable desde la
puesta en vigor en 2013 de la prohibición a particulares, de vender ropa
y calzado importado en las conocidas "perchas", vitrinas o tendederas de
exhibición al aire libre, colocadas en los portales o el interior de
ciertas casas con locación privilegiada.
A partir de ahí, digamos que, como nueva alternativa para la continuidad
del negocio, esos "gestores de venta" autodidactas -los mismos que
proponen o que por momentos casi obligan a comprar los productos a los
transeúntes en la calle- empezaron a hacer de las suyas por detrás del
telón, asociados a aquellas casas de venta que sobrevivieron a las
prohibiciones y que, casi 4 años más allá de la legislación, florecen
como pequeñas distribuidoras de ropa, calzado y otros artículos de los
que pueden importarse al país.
En su mayoría jóvenes y con fresca lozanía, cuando el caminante penetra
en su radio de acción, puede también escucharlos ofrecer: celulares,
cargadores, baterías, audífonos… covers y micros… buena marca y mejor
precio…
"Lo que busques, lo encuentras con ellos, porque tienen de todo, para
todos los gustos y todos los bolsillos, mientras que en establecimientos
estatales la provisión de productos es bastante escasa -dice Aymara
Naranjo, joven arquitecta-. Una vez más que otra yo les he comprado a
ellos, pero la verdad es que a veces te asedian tanto, que se vuelve
realmente molesto".
Sería muy pretensioso hablar de cifras exactas, pero ciertamente son
muchos los que como Aymara, diariamente entablan -o alguna vez lo han
hecho- relaciones comerciales con esos individuos para adquirir lo que
desean. Una evidencia cotidianamente palpable, de algunos derroteros y
especificidades de "la lucha".
Y la lucha continúa
Hay muchas otras y diversas maneras de "luchar" en este país. Entre
ellas la de los jubilados, adultos mayores que subsisten de la venta al
menudeo de periódicos, cigarros, fósforos, cucuruchos de maní, rositas
de maíz, y de otros enseres menores.
Pero, aunque algunas de las más populares formas de "lucha" casi se
equiparan al trabajo por cuenta propia, los "luchadores" más tristemente
célebres son trabajadores de cuello blanco o azul, que se desempeñan en
el sector estatal. Los que "matan la vaca" y los que "le amarran las
patas". Entiéndase los que se ensucian las manos y los que, sin pararse
de detrás del buró, reciben gruesos beneficios monetarios.
Asumen roles protagónicos en los escenarios sociales cubanos. Personajes
archiconocidos que forman parte de una lista bien extensa. Son sus
nombres los que resuenan cuando hay un "explote", o sea, cada vez que
las inspecciones y el trabajo de los auditores se hace como se debe, sin
perderse en alguna parte del proceso.
El bodeguero, que altera la balanza medidora siempre a su favor,
sabiendo que grano a grano se llena el saco; el almacenero que desvía
los productos para dar vida al mercado negro y, de paso, nutrir sus
bolsillos; el constructor que de puñado en puñado desaparece los
materiales de una obra activa para sacarles provecho; los funcionarios
públicos que, pago mediante, resuelven trámites y acortan el tiempo de
duración de procesos burocráticos, consiguen pasajes -a la Luna si es
preciso- y turnos médicos sin espera.
Asimismo, gerentes, administradores, carniceros, trabajadores de
servicio en centros asistenciales, dependientes de la red gastronómica,
choferes de ómnibus…todos ellos se auto-reconocen como luchadores.
A pesar de las críticas adversas, de lo desdeñables que suelen lucir
ante gran parte de la opinión pública, esas figuras, cada vez más
comunes en nuestra contemporaneidad, permanecen afianzadas en su
"lucha", sacando provecho de lo que tengan a su alcance.
Onel Balart, "luchador" asegura que "la lucha es algo que va mucho más
allá de lo que se piensa. Desde que se cayó el campo socialista, el
cubano ha empezado a modificar su pensamiento y ha tenido que modificar
su sistema de vida, la situación económica y social lo ha obligado. La
lucha es una carrera más de la vida; hasta los supuestamente más
acomodados tienen que luchar, ir con la jaba en el bolsillo. Del 90 en
adelante, la juventud ya viene con eso en su mente. En la escuela
enseñan Matemáticas, Español y Física, pero también se aprende a luchar.
No hay cubano sobre esta Tierra que no haya tenido que hacerlo.
Dado que en el mundo del criterio hay tantas tendencias como realidades,
tal cual sucede en cualquier ámbito, están los que los aplauden y los
que los rechazan. Ese es el caso de Boris Tornés, trabajador del sector
turístico, quien refiere que para él "la palabra lucha es un eufemismo
que en el gran saco epistemológico sustituye a la de robo; es decir, que
la han torcido tanto para no decirle abiertamente ladrones descarados a
esos individuos".
Para Edilberto Juárez, profesional de la Cultura, esta tipología de
lucha "es parte del deterioro ético y moral de la sociedad. Vemos y
aceptamos impasiblemente cómo los recursos que se asignan a empresas e
instituciones se pierden, son robados en ese puente entre sociedad y
Estado que es el aparato de dirección de la entidad -los factores-, a
quien la sociedad legitima y aplaude sus fechorías porque son luchadores".
Siendo así entonces, ¿quién le podría poner el cascabel a semejante
gato? ¿Cómo sería posible frenar el desarrollo y la permanencia en el
tiempo de un fenómeno que, concepciones éticas aparte, se erige como
alternativa de sobrevivencia y que, mucho más allá de un modus operandi,
ha llegado a establecerse como un modus vivendi?
Mientras en el panorama cubano sigan influyendo factores como la
necesidad, la precariedad y la escasez, va a ser muy difícil voltear la
moneda.
Source: La lucha o el pan nuestro de cada día - Havana Times en español
- http://www.havanatimes.org/sp/?p=122703
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