lunes, 3 de abril de 2017

Cuba y la prostitución de las palabras

Cuba y la prostitución de las palabras
Los efectos sobre el lenguaje cuando los gobernantes no están obligados
a rendir cuentas por lo que dicen
Lunes, abril 3, 2017 | Roberto Jesús Quiñones Haces

GUANTÁNAMO, Cuba.- La ciencia moderna tiende a la interconexión, un
fenómeno imprescindible. La semántica, en sentido lato, se dedica al
estudio del significado que se atribuye al lenguaje mediante sus signos.
La semántica lingüística trata de la codificación y decodificación de
los contenidos lingüísticos, pero nada serían sus estudios desconociendo
la realidad social que los contextualiza.

Como toda revolución duradera, la castrista ejerció una fuerte
influencia sobre el lenguaje del cubano contemporáneo. "Señor" fue
sustituido en 1959 por "compañero", una hermosa palabra que no merece
cualquiera. Una expresión como "pa' lo que sea, Fidel, pa' lo que sea",
reiterada en múltiples actos políticos ante el líder histórico de la
revolución, se hizo normal a pesar del machismo del cubano. Otras
concomitantes como "sacude la mata, Fidel", "Nikita, mariquita, lo que
se da no se quita" y "p'alante, p'alante, y al que no le guste que tome
purgante", forman parte de la memoria popular.

A esa fraseología no exenta de vulgaridad se unieron expresiones
propagadas por la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) durante las últimas
décadas, pero estas no gozaron de la misma aceptación que las
mencionadas precedentemente, e incluso en algunos casos resultaron
perturbadoras debido a su anfibología o manifiesta incongruencia con la
realidad. Una de ellas: "Somos felices aquí", apareció en pleno Período
Especial y se pintó reiteradamente hasta en paredes de hospitales y
cementerios, lo cual fue, indudablemente, un contrasentido. Mayor
incongruencia fue enarbolar esa frase en un momento en que el éxodo
cubano inició un ascenso hasta hoy indetenible. Otra más reciente,
"aparentar lo que somos", provocó muchos cuestionamientos.

En público, los dirigentes cubanos jamás han dicho una frase que es muy
tenida en cuenta por el pueblo. Me refiero a "haz lo que yo digo y no lo
que hago", representativa de la doble moral que permea a este país desde
la cúpula más alta hasta el más humilde ciudadano. No en balde la casta
de dirigentes políticos y administrativos cubanos se distingue, amén de
su marcada mediocridad, por su arribismo y simulación.

La palabra en Cuba pasa por un arraigado proceso de prostitución debido
a que quienes hacen mayor uso público de ella, magnificado por los
medios de comunicación masiva, gozan de la impunidad que proporciona un
poder que no les ha sido otorgado democráticamente. Hablan sin estar
compelidos a rendir cuenta de lo que dicen, por eso prostituyen las
palabras.

Fidel Castro hizo votos públicos en muchas ocasiones en defensa de los
oprimidos y discriminados. Fue una buena opción. Pero jamás reconoció
que en Cuba también hay oprimidos y discriminados. Quizás la muestra más
evidente de prostitución del lenguaje revolucionario esté presente en su
concepto de revolución porque, ¿cómo entender que revolución es igualdad
plena cuando este proceso impuso la más feroz discriminación política?
¿Cómo pudo hablar de no mentir jamás cuando desde el mismo triunfo
revolucionario comenzó a renegar de los compromisos políticos que
sustentaron a la revolución mientras afirmaba que no era comunista?

Consecuentemente, cuando los dirigentes cubanos tocan sus tambores por
los marginados del mundo se refieren a los de otros países, no a los que
viven aquí. Y cuando hablan de la necesidad del diálogo y de la
tolerancia se refieren a fuerzas políticas divergentes de otros países,
nunca las del nuestro; porque en definitiva, según ellos y sus adulones
latinoamericanos, aquí se puede golpear y detener impunemente a los
opositores, robarles sus bienes y encarcelarlos y eso no es una
violación de los derechos humanos.

El general de ejército Raúl Castro Ruz ha dicho reiteradamente en
público que la falsa unanimidad hace mucho daño porque es ficticia. A
pesar de reconocerlo, no ha dictado una sola regulación para garantizar
el derecho a la inconformidad, el cual debe gozar de protección para que
quienes lo ejerzan no se vean amenazados por el poder del Estado, sus
instituciones y dirigentes, algo que distingue a las sociedades
verdaderamente soberanas y libres.

Todo cambia en el mundo y en Cuba, hasta el ámbito de los significantes
lingüísticos. Aquí un "luchador" no es un ladrón que roba en su centro
de trabajo o esquilma al comprador de los servicios que oferta, sino
alguien que sobrevive ventajosamente y suscita admiración en muchos que
lo ven como un triunfador. Y una jinetera no es una prostituta sino otra
"luchadora" a la que no pocos rinden pleitesía.

A fines de la década de los setenta del pasado siglo "los gusanos
traidores" se convirtieron en "mariposas" encargadas de traer en sus
polícromas alas los dólares y la pacotilla que necesitaban sus parientes
de acá. Poco tiempo después, cuando los sucesos del Mariel, muchos
"aguerridos combatientes revolucionarios" se convirtieron en "escorias"
y "tapaditos" gracias al lenguaje del comandante. Hoy mismo,
"come-candelas" de las Fuerzas Armadas y el Ministerio del Interior,
quienes recibieron confortables mansiones que pertenecieron a los
burgueses, son flamantes dueños de restaurantes y alquileres ubicados en
esos inmuebles y continúan loando al castrismo, pero ahora como
aprendices capitalistas ansiosos de que eliminen todas las amarras
socialistas.

¡Cosas veredes, Sancho!, diría el Ingenioso Hidalgo si apareciera en
alguna de nuestras ciudades. Y, congruente con su verticalidad, se daría
gusto deshaciendo entuertos, ensartando con su lanza a tanto hipócrita y
rectificando tanta voz prostituida.

Source: Cuba y la prostitución de las palabras CubanetCubanet -
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