sábado, 4 de marzo de 2017

La soberanía y la amalgama

La soberanía y la amalgama
SEBASTIÁN ARCOS CAZABÓN

El pasado viernes 24 de febrero, este periódico publicó un artículo de
opinión de Jorge Dávila Miguel titulado ¿Dos rubias esperanzas para
Cuba?, que incluye un vitriólico ataque contra Rosa María Payá, y
termina con una disquisición sobre la soberanía cubana y el rol de EEUU.
No voy a defender aquí a Rosa María, porque ella puede y sabe defenderse
mejor que nadie. Quiero aprovechar el pie que brinda Dávila para
discutir un tema importante que ha sido largamente tergiversado.

Dávila nos presenta "el arduo tema de la soberanía nacional" en el molde
maniqueo fabricado por el castrismo: la única alternativa posible a la
peculiar versión revolucionaria de la soberanía nacional es la
intervención extranjera. O estás con la revolución, o estás con el
imperio. Esta confusión de la nación con una casta y una ideología no es
fortuito, sino el resultado de una campaña deliberada y sistemática para
fusionar los conceptos de patria y revolución, encabezada por Fidel
Castro desde los primeros años de su régimen. A este ajiaco de
ideología, nacionalismo, caudillismo, e intolerancia, yo le llamo la
amalgama, tomando prestado un término de Carlos Márquez Sterling.

La amalgama no es un invento castrista ―totalitarios como Hitler y
Stalin, y autócratas como Franco y Perón, la usaron de una u otra forma―
pero tiene profundas raíces autóctonas en el funesto legado de la
Enmienda Platt. Desde entonces, el epíteto "platista" ha sido suficiente
para descalificar a cualquier oponente político. Este imaginario
nacionalista olvida convenientemente el papel de la diplomacia
norteamericana en la caída de Machado, o el trabajo de los delegados del
M-26-7 en Washington para lograr el embargo de armas que precipitó la
caída de Batista.

La amalgama no sólo padece de memoria selectiva, sino que además es
abiertamente sectaria e hipócrita. Los castristas que le entregaron la
isla a la URSS no son platistas, pero los anticastristas que se apoyaron
en los EEUU para evitarlo sí lo son. Los cubanos que pelearon en África
armados por los soviéticos a nombre del socialismo son "héroes
internacionalistas", mientras que los cubanos que pelaron en Girón
armados por EEUU a nombre de la democracia son "mercenarios
anticubanos". Para la amalgama, el último círculo del infierno platista
está reservado para aquellos cubanos que gestionan y apoyan la política
norteamericana de aislamiento del castrismo.

Nada expone mejor el sectarismo y la hipocresía de la amalgama que la
política de "abrazo" del Sr. Obama. A partir del D-17, gestionar en
Washington una política específica hacia Cuba deja de ser platista y
anticubano para convertirse en "razonable" y "moderado", siempre que la
política que se gestiona sea favorable a los castristas. Lo mismo sucede
con la injerencia en los asuntos internos de Cuba. El Sr. Bush es
"imperialista" cuando restringe los viajes y remesas, pero el Sr. Obama
es "pragmático" cuando elimina las restricciones y visita La Habana. ¿No
estaba Obama usando el poder económico y diplomático de los EEUU para
influir la política cubana en una dirección específica? ¿No está Raúl
Castro usando el poder económico y diplomático de los EEUU para promover
sus propios objetivos políticos?

Considerando la asimetría entre ambas naciones y la inexorable
geografía, es hora de aceptar que todo lo que haga EEUU puede
considerarse una intervención en Cuba, sea en una dirección u otra.
Aceptar esta realidad e intentar influirla para favorecer un escenario
determinado es completamente humano, racional y pragmático. Esto no
quiere decir que la soberanía cubana dependa exclusivamente de la
relación con los EEUU, como nos quiere hacer creer la amalgama.

Según Dávila, la alternativa hoy es entre una Cuba castrista y soberana,
o un protectorado norteamericano. No es tal. Es perfectamente posible
lograr un país donde convivan democracia, soberanía, y una relación
amistosa con los EEUU. Si Costa Rica puede hacerlo, también podemos los
cubanos. De hecho, el país ya se movía en esa dirección cuando Batista
le abrió el camino a Castro.

Obama no fue quien descubrió que el mejor futuro de Cuba es uno decidido
entre cubanos, como afirma Dávila. Los disidentes cubanos vienen
promoviendo esa idea al menos desde 1990. Si esa proposición no ha dado
frutos aún es precisamente por la contumacia castrista, que no ha cedido
ni al aislamiento de los duros, ni al abrazo de los reformistas. Queda
entonces el trabajo entre cubanos dentro y fuera, tan legítimo cuando se
trata de influir conciencias nacionales, como cuando se intenta influir
conciencias en EEUU, la Unión Europea y la OEA. Curiosamente, eso
precisamente hacía Rosa María Payá en La Habana cuando atrajo la ira de
Dávila.

Director Asociado

Instituto de Investigaciones Cubanas

Universidad Internacional de la Florida

arcoss@fiu.edu

Source: La soberanía y la amalgama | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article136115288.html

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