lunes, 6 de marzo de 2017

Cuba cubana, no anglosajona ni soviética

Cuba cubana, no anglosajona ni soviética
HILDEBRANDO CHAVIANO MONTES | La Habana | 6 de Marzo de 2017 - 06:04 CET.

Escribo estas líneas a propósito de un artículo publicado en Granma,
versión de la intervención del Dr. Eduardo Torres-Cuevas en el VII Pleno
Ampliado de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC): "Queremos una Cuba
cubana y no anglosajona".

La historia política cubana, como la de cualquier otro país del mundo,
no es algo lineal, homogéneo. Nuestra historia tiene altas y bajas,
avances y retrocesos, luchas libertarias plagadas de celos y rencores, y
también ambiciones personales encubiertas en discursos demagógicos. Así
mismo, los gobiernos republicanos han sido democráticos o dictatoriales
según soplaran los vientos.

Durante todos estos años que van desde 1850, fecha en que el anexionista
Narciso López hiciera ondear en la ciudad de Cárdenas a nuestra actual
enseña nacional, hasta la fecha, los destinos del país han estado
ligados a potencias extranjeras; existieron los autonomistas que no
pretendían ser independientes de la metrópoli española, sino solo tener
más espacio político y económico; también los anexionistas, que vieron a
EEUU como la única forma de librarse del coloniaje español con ventajas
fundamentalmente económicas; y los independentistas, no ya con mezquinos
intereses económicos o políticos, sino con sentido de soberanía
nacional: querían ser cubanos y no norteamericanos o españoles.

No obstante la claridad de los pensadores que dieron a luz las
constituciones de la República en Armas y la Constitución de 1940, en
1976 en Cuba se da una constitución de factura soviética, que se aleja
definitivamente de los principios democráticos heredados de la
Revolución Francesa y que inspiraron las revoluciones de 1868 y 1895, y
por los cuales fueron al Moncada los jóvenes de la llamada Generación
del Centenario.

Con la Constitución de 1976, el laicismo es sustituido por una nueva
religión, esta vez predicadora del ateísmo. La libertad de conciencia
deja su lugar a la fe ciega en un líder, y la base angular de la
democracia, la tripartición de poderes simbolizada en el triángulo
equilátero de nuestra bandera, quedó finiquitada por el concepto
totalitario de los tres poderes en uno, característico de las dictaduras.

De esta forma, con el proceso iniciado en 1959, Cuba pasó en breve
tiempo de ser una república a medias, a un satélite de la URSS a tiempo
completo. Poco faltó para que a la estrella solitaria se le sumara una
hoz y un martillo y para que al nombre de República de Cuba se le
agregara el apéndice de "Socialista Soviética". Después de todo, parece
que el sentido común se impuso a la indignidad.

¿De dónde viene la inquina contra la tripartición de los poderes
judicial, ejecutivo y legislativo planteada por el barón de Montesquieu
en El Espíritu de las Leyes? El propio Fidel Castro defendió este
principio democrático en su alegato conocido como La Historia me
absolverá, pero en su fuero interno no estaba el ceder la más mínima
cuota de poder.

Hoy en día, de una forma u otra y desaparecida la tutela soviética, los
cubanos nos mantenemos pendientes, una vez más, del vecino más cercano.
Bueno, no será el más cercano pero es al que todos miran, unos con miedo
y otros con esperanza, pero ¿por qué tiene que ocurrir que la república
no pueda mantenerse de sí?

Desde la infancia a los cubanos se nos enseña a temer y odiar a EEUU y
cuando ya hay uso de razón resulta que del estado de las relaciones con
ese país depende la existencia misma no solo de Cuba, sino de la propia
Revolución cubana y su modelo de socialismo.

Todo apunta a que el camino opuesto a la democracia tomado por el líder
máximo, es el principal escollo que enfrenta el país, no ya en cuanto se
refiere a las relaciones con EEUU, sino a las propias relaciones entre
los cubanos. El Gobierno es absolutamente intolerante con las ideas
diferentes, y ha inoculado esa intolerancia a la conciencia del pueblo:
ese es el legado de 60 años de castrismo.

A la ancestral tendencia a buscar soluciones a los problemas internos
más allá de nuestras fronteras, se suma la práctica viciosa del
totalitarismo, que inhabilita a los ciudadanos en su capacidad de
ejercer sus funciones con responsabilidad, lo que los convierte en
presas fáciles de las promesas de cualquier demagogo.

El regreso a los valores que nos inculcaron nuestros próceres, Félix
Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí, y todos los que
coadyuvaron a definir quiénes somos y qué buscamos, nos apartará de la
falsedad del comunismo con su odio de clases y discriminación por
razones de pensamiento, que nada tienen que ver con aquellos, que de
hecho, rechazaron toda forma de dominación ideológica.

La justa aspiración de Carlos Manuel Céspedes y Antonio Maceo a la
libertad de los cubanos, les hubiera llevado a alzarse contra el
Gobierno de Fidel Castro y comparsa, como lo hicieran contra la Corona
española. No hay ninguna diferencia entre un déspota extranjero y uno
nativo, la libertad es una sola, como diría un amigo. Los cubanos deben
leer a Martí, no oír lo que otros tengan a bien decirles del Apóstol
sacado de contexto. La lectura de La Edad de Oro como acto obligatorio
en cada hogar ayudará a formar al cubano que Cuba necesita, alejado de
ideas extrañas a nuestra historia patria y hacedor de su destino.

Source: Cuba cubana, no anglosajona ni soviética | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1488756695_29427.html

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