viernes, 10 de febrero de 2017

Fiebre de carteles en La Habana silenciosa

Fiebre de carteles en La Habana silenciosa
Han contagiado a una ciudad bulliciosa por tanto sonido y furia pero, al
mismo tiempo, acostumbrada a callar
Jueves, febrero 9, 2017 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- Algunos suelen ser graciosos, llenos de humor pero
otros, la mayoría, resultan ofensivos y groseros. Están por todos lados
los carteles. Abundan en los muros, en las entradas de las casas, en los
autos. Incluso en los transportes públicos y en los comercios.

Se pudiera decir que La Habana vive la fiebre de los carteles. Cada cual
ha colocado el que mejor se aviene con su experiencia de vida, con su
modo de interactuar con el medio, con sus conflictos personales o con la
imagen que desean proyectar como integrantes de un grupo social.

Hay carteles y carteles. Conviven junto a la propaganda oficial, plena
de proclamas y consignas, y hasta con las expresiones clandestinas de
los opositores y artistas urbanos cuando logran evadir la vigilancia
policial y apoderarse de un muro.

A diferencia de aquellos otros, los carteles que han invadido la ciudad
no están ni a favor ni en contra de algo intangible, solo reflejan a ese
individuo que ha nacido de la confluencia de gigantescas contradicciones
ideológicas, psicológicas, económicas, es decir, en un torbellino de
presiones y limitantes que convierten al ingenuo cartel en una válvula
de escape en ese minúsculo espacio de libertad que se confunde con el
libertinaje.

"Agredo a mis vecinos porque me siento agredido", "todo lo malo que me
ocurre es consecuencia de un maleficio", algo más o menos así es lo que
pudiera pasar por la mente de quien coloca un letrero contra la envidia
o los malos ojos en la entrada del hogar.

"Maltrato a los clientes porque no les presto un servicio sino que les
hago un favor" o "maltrato porque a mí también me maltratan cuando soy
cliente", son quizás dos ideas que confundan a ese dueño de un negocio
que, o no se visualiza dueño de una empresa sino mero sobreviviente en
una economía de subsistencia, o, en el peor de los casos, se siente
como pez en el agua cuando se acrecienta el caos y, por ende, no teme al
fracaso de su empresa porque, al final, no existe competencia y, tarde o
temprano, el ofendido regresará.

Los dos ejemplos de cierto modo describen al mismo individuo que, no
tanto por elección personal sino casi por, llamémosle, "instinto de
conservación", esgrime un tímido acto de rebelión, una venganza
simulada, pero no dirigida eficazmente al verdadero blanco sino
canalizada contra lo inmediato.

Tiros errados. Arremeto contra el vecino chismoso pero no contra el
sistema que exalta como positiva la invasión a nuestros espacios
privados. Agredo a mis clientes pero no a las estructuras
institucionales que me impiden reclamar o demandar cuando soy agredido.

Es peligroso descubrir que muchas veces el vecino chismoso y la
violencia generalizada, incluso al punto de trastocar y contaminar
absolutamente todos los aspectos de nuestras vidas, son consecuencia de
algo mayor que trasciende nuestro barrio y que, solo como espejismo, se
refleja en los individuos que existen en el entorno personal.

"Lo puse porque es gracioso" o "lo escribí porque allí en la esquina
vive un chivato que la tiene cogida conmigo" no son simples
justificaciones sino la respuesta más auténtica cuando, casi
"genéticamente", disimulamos el temor a hablar abiertamente sobre
aquello que nos afecta como sociedad, cuando puede convertirse en un
delito lanzar a debate público algunas cuestiones que pudieran ser
tenidas como confrontación o desafío a un gobierno, a un sistema político.

Los carteles, que han contagiado una Habana bulliciosa por tanto sonido
y furia pero, al mismo tiempo, tan silenciosa a causa de esa mala
costumbre de acallar las verdades, dicen mucho más de lo que aparentan
decir, aunque no son tiempos para jugar a las adivinanzas.

Source: Fiebre de carteles en La Habana silenciosa | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/fiebre-de-carteles-en-la-habana-silenciosa/

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