viernes, 6 de enero de 2017

La Isla de Castro II va sin rumbo

La Isla de Castro II va sin rumbo
Quien espere un capitán al mando del bajel en medio de la tormenta, solo
encontrará un timonel vacilante e inexperto
Jueves, enero 5, 2017 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba.- Es sabido que por casi seis décadas los cubanos no
hemos tenido un verdadero programa de gobierno, salvo que alguien
pretenda definir así a los antiguos "planes quinquenales", copiados de
la URSS por Castro I con el fin de planificar y controlar el desarrollo
económico socialista de la Isla, y aplicados sin el menor éxito en Cuba.
Vale recordar que en la propia URSS tampoco estos planes tuvieron éxito.
De hecho, a casi cien años del primer experimento social marxista, ha
quedado suficientemente establecido que comunismo y éxito son categorías
antagónicas irreconciliables.

Al final, Castro I salió de este mundo dejando tras de sí un atestado
inventario de discursos inútiles y todo un historial de fracasos como
gobernante. En sus décadas al frente de un país que asumió como su
heredad personal y que, como tal, arruinó impunemente, el pretendido
demiurgo solo logró jugar victoriosamente una carta intangible: su
personal carga simbólica como "líder revolucionario de talla mundial",
con la cual concitó solidaridades y subsidios que ayudaron a enmascarar
el desastre económico nacional provocado por su régimen, y contribuyeron
definitivamente al sostén de su larga dictadura.

El año 2016 cerró con dos hechos relevantes para los cubanos: la muerte
definitiva del patriarca fundador de todo este malogrado circo, y el ya
esperado anuncio desde la Asamblea Nacional, en diciembre último, de que
se avecinan tiempos peores, como consecuencia, no del fracaso e
inviabilidad del "modelo" socioeconómico cubano sumado a la largamente
demostrada incapacidad de la guía política del país, sino –para decirlo
con las palabras del jefe de pista sustituto, Castro II– debido al
"desfavorable escenario" internacional derivado de la crisis del
capitalismo y muy especialmente a los "efectos negativos que nos genera
el bloqueo económico, comercial y financiero (…) que se mantiene en
vigor", lo que significa que "Cuba sigue sin poder realizar
transacciones internacionales en dólares estadounidenses" y esto "impide
concretar importantes negocios".

En justicia, hay que reconocer que el panorama resulta en verdad
desfavorable para el castrismo. La izquierda regional ha caído en
desgracia, han colapsado varios presidentes aliados cuyas corruptelas
favorecieron por un tiempo la entrada de divisas al Palacio de la
Revolución, y como colofón a la malaventura del poder verde olivo,
Venezuela amenaza con convertirse en un caos que arrastrará en su caída
a ese otro dictador segundón, Nicolás Maduro, lo que cerraría de golpe
la última fuente de subsidios de la autocracia antillana.

Cincuenta y ocho años después, el descalabro resulta ya inocultable y la
Isla parece haber entrado en fase de estampida. Y mientras la economía
decrece y la recesión toca a las puertas, la única producción cubana que
sigue creciendo indeteniblemente es la de migrantes, agravando con ello
el panorama del futuro nacional.

Tan lóbrego escenario, sin embargo, no alcanza a mover al gobierno y a
los decisores de las políticas económicas del país a la búsqueda de
soluciones reales y efectivas, sino todo lo contrario. Lejos de proponer
un programa viable basado en cuestiones tan elementales y posibles como
liberar la economía, permitiendo una mayor participación del sector
privado, eliminar las trabas que frenan las inversiones, reunificar la
moneda, o estimular el desarrollo de las pymes (pequeñas y medianas
empresas), Gobierno, ministros y Parlamento, reunidos en la primera
Asamblea que sesionó tras la muerte del Autócrata en Jefe, se limitaron
a repetir la eterna fórmula (también eternamente incumplida): más
trabajo, más controles y más ahorro. Es decir, que se habló de mayores
frenos cuando correspondía hablar de más libertades; de más contención
cuando debía haber más prisa.

Si antes tuvimos un mal líder y malas estrategias económicas, ahora los
cubanos no tenemos ni líder ni estrategias. Aunque esto no es
necesariamente peor. Ante la falta de salidas, tarde o temprano al
segundogénito heredero no le quedará otra opción que mover alguna ficha,
mal que le pese. Y la historia ha demostrado que en un régimen cerrado e
inmóvil toda movida provoca cambios.

Mientras, para los cubanos ha comenzado un 2017 donde el sentimiento
general parece ser la desorientación, la marcha sin rumbo ni guía, el
escepticismo. La misma desorientación parece embargar al
General-Presidente, ahora huérfano del poderoso árbol que le dio sombra
y protección durante toda su vida.

Al menos esa fue la imagen que proyectó durante su breve alocución, en
la sesión inaugural de la Asamblea Nacional. Macilento y cansado, el
anciano suplente lanzó un discurso cargado de frases crípticas, quejas,
reprimendas y veladas amonestaciones para destinatarios no revelados. No
hubo promesas, ni derroteros, ni los simbólicos toques a degüello. Si
alguien esperaba escuchar un capitán al mando del bajel en medio de la
tormenta, solo encontró un timonel vacilante e inexperto.

Pero en un país donde impera el secretismo, cada gesto o palabra puede
ser una señal para interpretar lo oculto. Por eso resultó notable que en
lugar del triunfal "Patria o Muerte" fidelista, o de la bravata
guevariana "Hasta la victoria siempre", el General-Presidente optó por
un cierre mucho más realista y parco: "Eso es todo", musitó casi en un
sollozo. Y entonces descendió del podio entre los aplausos de sus
dóciles amanuenses, no el guía político de la revolución rampante del
que cabría esperar la salvación en los momentos de crisis, sino este
anciano cansado y compungido, a quien obviamente el gobierno de la
hacienda en ruinas le queda demasiado grande.

Source: La Isla de Castro II va sin rumbo | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/hacia-donde-marcha-cuba/

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