Represión, reglamentos y referencias
La incapacidad del Gobierno cubano para la producción agropecuaria
marcha pareja con la capacidad para reprimir hoy lo que era permitido ayer
Redacción CE, Madrid | 25/10/2016 10:35 am
¿Dónde está el "manual" de lo permitido y lo prohibido en Cuba? Claro
que mucho de "lo que no se puede" ha permitido inmutable por décadas.
Vaya a una esquina, grite "Abajo Fidel" o "Abajo Raúl" y sabe a qué
atenerse antes de abrir la boca. Pero en los reglamentos jurídicos, los
decretos en la Gaceta las normas empresariales, los códigos de buena
conducta, las guías ideológicas e incluso la propia Constitución de la
República aparecen leyes que no se ponen en práctica, "delitos" que se
permiten hasta un día, consentimientos que desaparecen de la noche a la
mañana.
Durante décadas el régimen ha cambiado opiniones y normas de acuerdo a
las circunstancias del momento, tanto a la hora de condenar a una
persona por un supuesto delito de opinión como al elaborar un expediente
de colaboración con el enemigo. Pero donde los cambios han sido más
prominentes, aunque en ocasiones sin anuncios, es en las situaciones que
tienen que ver con la vida cotidiana de los ciudadanos, que quizá puedan
hoy arrastrar una carretilla por las calles y vender frutas sin
problemas, y ver mañana su magro cargamento confiscado. Claro que
también han existido absolutos durante ese tiempo. Por ejemplo, la Plaza
de la Revolución ha mantenido una constante en no permitir la menor
oposición o disidencia de cualquier tipo, por pacífica que sea. Los
métodos varían; los objetivos son los mismos.
Definiciones cambiantes
Como en cualquier sociedad totalitaria, el Gobierno de la Isla se
encarga de definir lo que es un delito. Bajo la óptica democrática,
suele parecer que tales dictados son arbitrarios, pero en realidad
responden a un código represivo que asegura la sobrevivencia del
sistema, y mientras el mecanismo funcione, quienes lo imponen no ven la
necesidad de cambiarlo. Es más, lo que disgusta a funcionarios y
represores es que alguien en cualquier lugar del mundo se cuestione ese
mecanismo y las definiciones que implica, las cuales pueden estar
escritas o no, porque en última instancia ello es intrascendente: lo
fundamental es que se cumplan.
Por lo general esos criterios aún hoy se elaboran con la constante
referencia a una "guerra terrible con una potencia nuclear", cuando en
realidad desde hace muchos años, en el diferendo entre Cuba y Estados
Unidos, se puede hablar de la hostilidad de Washington mantenida en
ciertas acciones, normas y leyes, pero no de acciones bélicas. Y en los
dos últimos años hablar de "hostilidad" carece de sentido.
Una guerra sin disparos y ataques mortíferos, sin cañones y acorazados.
Una contienda donde los únicos "barcos enemigos" que entran en aguas
cubanas traen mercancías que se cargan en los puertos de la nación
agresora. Cuba está en una "guerra", dicen quienes gobiernan la Isla, y
no le queda más remedio que encarcelar a los "agentes" que luchan en
favor del otro lado.
Sin embargo, un buen número de disidentes cubanos han cumplido largas
condenas y otros son encarcelados temporalmente y amenazados todos los
meses por el solo "delito" de buscar cambios pacíficos en la Isla.
Cambios que en otros países, con un sistema democrático y un Estado de
derecho, se buscan obtener, por ejemplo, en las urnas. Transformaciones
que se intentan, y que en ocasiones también terminan en fracasos, pero
por las cuales no hay que pagar el precio de la represión más vulgar: el
encarcelamiento o la amenaza.
El gobierno cubano comete un error, cuando confía en la eficiencia
probada de su mecanismo de represión preventiva para dilatar la solución
―o al menos el mejoramiento― del problema de las sistemáticas
violaciones a los derechos humanos.
Lo que es una victoria de la censura se traduce en una derrota de la
creatividad, en el sentido más amplio de ambos términos.
Desde hace mucho tiempo los disidentes luchan frente a dos enemigos
poderosos: la represión y la inercia. Por décadas el régimen ha
alimentado la ausencia de futuro en la población como el medio ideal
para alimentar la fatalidad, el cruzarse de brazos y la espera ante lo
inevitable. Pero si estas actitudes influyen negativamente en las
posibilidades de un cambio democrático, también afectan a la capacidad
de la nación para resolver sus problemas por medios propios.
Comparaciones y ejemplos
Uno de los argumentos más repetidos por el Gobierno cubano y sus
seguidores es que "No hay una sola familia cubana que en los últimos 50
años llore a un familiar desaparecido, no hay una sola que llore a un
familiar asesinado extrajudicialmente, no hay una sola denunciando trato
inhumano degradante, torturas como las que se aplicaron en otros países
de América Latina". Estas palabras las pronunció el excanciller Pérez
Roque en un foro internacional, el mismo que años después sería separado
de forma abrupta del gabinete cubano, sin necesidad de muchas
explicaciones al respecto, salvo el dictado casi bíblico de Fidel Castro
sobre la predilección por las "mieles del poder". Pero no importa si lo
diga un funcionario u otro. No se trata más que de máquinas repetidoras
que no se apartan una palabra del guion dictado desde la Plaza de la
Revolución.
La afirmación tiene una porción de verdad, en el sentido de que no hay
un historial de desapariciones y barbarie similar al que arrastran
diversas dictaduras latinoamericanas. No quiere decir que el régimen
esté libre de culpas, como se recuerda a menudo con diversos ejemplos,
entre los cuales destaca la barbarie ocurrida con el remolcador 13 de
Marzo, cuando 41 personas, incluidos niños y mujeres, murieron en un
intento de abandonar el país. Y eso para solo recordar un hecho que
reaparece mencionado una y otra vez como la herida abierta que es.
La comparación con lo que pasó durante las sangrientas dictaduras
latinoamericanas no absuelve al Gobierno de La Habana de su historial
represivo. Es más, lo que en otros países es pasado, en Cuba es presente.
En la Isla se practica una represión sin tregua, aunque las largas
condenas han sido sustituidas por breves arrestos preventivos.
Por otra parte, la referencia a las desapariciones tiene cierta
dualidad, ya que busca tanto la absolución como el destacar la
eficiencia de la maquinaria represiva cubana. Esta le ha permitido
prescindir de acciones que tanta "mala fama" acumulan sobre los
violadores. Pero aunque se puede especular sobre la existencia de otras
formas de "desaparición" en la Isla ―incluso más allá de fusilamientos,
juicios sumarios, condenas excesivas y encarcelamientos sin la
celebración de un proceso penal, para citar algunos de los hechos
ocurridos desde el establecimiento del régimen aún imperante en Cuba―,
hay un elemento importante a destacar: la diferencia entre recurrir al
delito y la marginalidad para impedir un cambio de Gobierno y el
establecimiento de un sistema que modifica las leyes y normas con el
objetivo de perpetuarse.
Incapacidad para crear y facilidad para castigar
Estas modificaciones son fundamentalmente en diversas esferas de la vida
cotidiana, desde ciertas actividades económicas hasta las acciones
represivas contra la libertad creadora o la discriminación de ciertos
sectores poblacionales.
Lo que en otra época fue delito en Cuba, ahora es permitido. Y lo que
hoy es autorizado mañana podría estar en duda o censurado.
Acaba de ocurrir en el caso del otorgamiento de nuevas licencias a
"paladares" en La Habana y el temor a inspecciones más severas. Los
funcionarios gubernamentales han explicado los motivos para tal medida a
partir de toda una serie de supuestas actividades delictivas, y es
posible —o muy posible— que tales actividades delictivas existieran y
siguen existiendo.
Pero lo primero que se ha puesto en evidencia es la incapacidad del
propio Gobierno para ejercer un control necesario, pero libre de
corrupción y soborno. Lo segundo es la incapacidad también para
solucionar ciertos problemas sin tener que recurrir al mecanismo represivo.
Por ejemplo, algunos de los visitantes a la Isla en los últimos meses
han mencionado al regreso la práctica llevada a cabo por dueños o
empleados de "paladares", de acudir en horas tempranas a ciertos
establecimientos y comprar toda la existencia de determinados productos
del agro y privar a los vecinos de adquirirlos; lo que obliga a estos a
buscarlos en sitios con precios más elevados —si cuentan con el dinero
para ello— o acudir a revendedores, que es posible sean los mismos que
justificaron las compras elevadas con el pretexto de ser "para un
paladar". Aunque la solución aquí sería la creación de una red comercial
mayorista. A nadie en Miami se le ocurre ir a un supermercado y comprar
todos los aguacates, porque, sencillamente, ¿qué va a hacer con ellos?
En estos casos el mismo Gobierno actúa, primero, como facilitador del
delito —gracias a su incapacidad productiva que ha convertido a la
escasez en un mal endémico en Cuba— y luego como represor de ese delito
distribuyen oportunidades y castigos.
Esa incapacidad para crear y esa facilidad para castigar resume una de
las características más notables del sistema cubano.
Como contrapartida, tanto a la ineficiencia productiva como a la
capacidad represora, surge la necesidad de buscar un cambio, que no
tiene que resumirse en unos cuantos planteamientos sobre derechos
humanos y sociedad civil, sino en el deseo de cambiar ciertos aspectos
de la sociedad —o la sociedad y el gobierno en su conjunto— y la cual
sigue siendo tan refrenada en la Isla como cuando esta persecución se
vestía del ropaje de la lucha de clases.
Source: Represión, reglamentos y referencias - Noticias - Cuba - Cuba
Encuentro -
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