Los eternos "revolucionarios"
Para los cubanos, la sobrevaloración de la identidad se ha convertido en
un recurso eficaz en días difíciles, pero también es una enorme limitación
Alejandro Armengol, Miami | 13/10/2016 4:14 pm
El cubano es revolucionario por naturaleza. O al menos se lo cree.
Todavía hoy existe la tendencia en el exilio de poner comillas al
término, cuando se refiere a Fidel Castro o al sistema que este
estableció en Cuba. Y cuando se entrecomilla, lo que en realidad se
intenta es apostillar: difícil de aceptar lo de revolucionario en
Castro, cuando se considera que hay que interpretar el engaño, comentar
lo ocurrido, completar el texto para salvar a la "revolución", aunque
sea de palabra.
Más que un interés por el avance lento y sistemático, es característica
del cubano el afán de acabar con todo para hacerlo distinto. Borrón y
cuenta nueva. El mito del ave fénix. Vocación heroica, ideal mitológico.
Como las sociedades más estables no se construyen a golpe de héroes,
siempre existe el problema de quedarse a medias.
La existencia de decenas de años de dictadura castrista ha brindado la
justificación mayor: el extender un manto piadoso sobre los diversos
períodos en que una y otra vez se intentó refundar la república,
reiniciar el proceso constitucional y empezar casi de cero en el orden
institucional. No se trata de postular una sociedad estática, sino de
enfatizar la necesidad de una estabilidad, que Cuba ha estado siempre
lejos de alcanzar.
Al saltar la barrera de la exaltación y querer llevar los ideales a la
práctica, los cubanos nos limitamos a esquemas alejados de la realidad;
nos rodeamos de patrones erróneos, solo justificados por la sonoridad de
una frase. Acabamos encerrados en las limitaciones cotidianas.
Es entonces la hora de arribistas y demagogos, quienes repitiendo un
discurso hueco sacan provecho de nuestras virtudes y debilidades.
A toda esta idealización e intenciones sublimes se contraponen actitudes
mucho más apegadas a la realidad, que se imponen en la práctica y han
hecho que en la política cubana siempre triunfen los vivos, o incluso
los villanos.
Las raíces de la valoración exagerada de lo propio y la justificación a
priori de nuestros defectos se remontan a la herencia hispana, y al
surgimiento tardío del capitalismo de libre empresa en España y
Latinoamérica.
La sobrevaloración de nuestra identidad se ha convertido en un recurso
eficaz en días difíciles, pero también es una enorme limitación a la
hora de conocer y analizar nuestras capacidades.
En nuestra nacionalidad se anidan no solo expresiones positivas y
creadoras, sino también valores y sentimientos perniciosos, dispuestos a
aflorar cuando las circunstancias lo permiten: llevamos el diablo en el
cuerpo.
Fidel Castro ha desperdiciado millones de dólares y años de vida de los
cubanos en planes agrícolas e industriales, guerras y guerrillas,
proyectos que no han rendido resultado alguno. No ha sido el único.
En todos estos casos, junto al fanatismo los pequeños resentimientos;
tras el afán heroico, las mezquindades y los prejuicios. Ello le ha
facilitado la tarea al mal.
Junto a dirigentes políticos, generales y miembros de los cuerpos
represivos, a la par de funcionarios y oportunistas, los pequeños seres
que no han obtenido grandes beneficios y privilegios, salvo el placer de
satisfacer sus rencores y envidias.
Algunos de ellos un día marcharon al exilio, y quizás nunca se han
cuestionado que hicieron su pequeño mal de forma gratuita e
injustificada. Son los que participaron en actos de repudio mientras
aguardaban la llegada de un bote por el puerto del Mariel; los que aún
hoy asisten a las manifestaciones, mientras alientan en sus corazones la
esperanza de ganarse una visa en la lotería de la Oficina de Intereses.
Muchos han continuado aquí esa senda oportunista, amparados en su
conocimiento de las "reglas del juego".
Herederos de una tradición revolucionaria caricaturesca, son ellos una
caricatura. No como una forma expresiva sino como una vulgaridad
ramplona. Trazos mal hechos, seres deformados, existencias vanas.
Se habla sobre la necesidad de juzgar, condenar o perdonar a todo aquel
que en determinado momento ejerció un papel más o menos destacado
durante estos largos años de régimen castrista, que pese a todo no
culmina. De igual importancia es analizar la miseria humana que nos
impulsó o nos conduce a cometer cualquier pequeña infamia. Miserias
humanas en el exilio y en Cuba: una historia que se repite, sin aprender
de ella.
Source: Los eternos "revolucionarios" - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/los-eternos-revolucionarios-327148
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