domingo, 16 de octubre de 2016

La impunidad mundial de la dictadura ¿un obstáculo insalvable?

La impunidad mundial de la dictadura: ¿un obstáculo insalvable?
octubre 15, 2016
Por Jeovany Jimenez Vega.

Apenas se habían enfriado las turbinas del Air Force One después de la
histórica visita del Presidente de Estados Unidos a La Habana, y ya el
canciller cubano Bruno Rodríguez anunciaba la reacción oficial del
Gobierno de Raúl Castro, que en menos palabras aquí parafraseo: "La
visita del Presidente Obama fue un ataque a la nación cubana". Luego,
durante los meses siguientes Abel Prieto también se erigió en autorizado
vocero con relación a la dinámica estrenada –sólo públicamente– por la
Plaza de la Revolución frente a la Casa Blanca. De este modo, desde su
posición de Ministro de Cultura este gendarme de nueva generación del
inmovilismo castrista, a la vez que deja claro que La Habana sigue sin
creer en lágrimas, ha evitado a su jefazo el General-Presidente hacer
declaraciones demasiado frontales personalmente que tal vez le resulten
algo incómodas en medio de la fase edénica del idilio.
Como es evidente, Raúl Castro y compañía han optado por la vieja táctica
de mantener las cosas elocuentemente claras, mediante inequívocas
declaraciones de funcionarios-voceros destinados con este fin, sobre
cuál sigue siendo su postura –entiéndase la más vertical intransigencia–
a la vez que se han evadido, siempre que ha sido posible, las
declaraciones directas del General –bien aconsejado al respecto y
consciente de su escaso carisma personal, su rescindida oratoria y su
limitadísima capacidad de convencimiento.
Pero Abel Prieto –ahora versado en actos de repudio junto a la chusma
"no gubernamental" desde la Cumbre de Panamá– como tantos otros
papagayos oficiales –incluido Bruno Rodríguez, por si él mismo no lo
sabía– no son más que peones fácilmente prescindibles, por eso nunca
valdrá la pena detenerse en personajillos como estos; mejor dejemos a un
lado el ardid del mensajero para dilucidar mejor la esencia del mensaje.
Cuando el establishment político de los Castro equipara el
empoderamiento del pueblo cubano con un ataque a su gubernatura no hace
más que develar el auténtico carácter de sus intenciones reales, que
nunca han sido otras que mantenerse a ultranza en el poder, a cualquier
precio, cueste lo que cueste, y para eso han empleado consumadamente
todo medio posible, no importa cuán desatinado, improcedente, ilegal,
inmoral o mezquino haya podido llegar a ser.
En ese desmedido afán del clan Castro por mantener el poder a toda costa
no habría nada de malo de no ser por el simple y medular hecho de que
todas y cada una de las fórmulas concebidas para así lograrlo pasan por
mantener a este pueblo sumido en la más grotesca pobreza. Para
constatarlo bastará con releer las conclusiones del recién realizado VII
Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Por eso cada propuesta de Estados Unidos, o de cualquier otro gobierno o
entidad, siempre encontrará la más hermética reticencia del Gobierno
cubano si incluye cualquier posibilidad de traer prosperidad a mi
pueblo, porque la dictadura cubana precisa de nuestras carencias
materiales y de nuestras miserias espirituales para sobrevivir como
precisa el gusano de su pútrida carroña.
El asunto es bastante simple: los represores saben muy bien que sería
mucho más difícil someter a un pueblo económicamente solvente, henchido
de pujantes y elevados planes y por lo mismo más consciente de sus
potencialidades. Como es natural, a un pueblo así se le dibujaría
nítidamente un futuro más promisorio, y anhelaría enseguida esa otra
Cuba hoy apenas sospechada, plagada de oportunidades, ese mismo futuro
que por más de medio siglo ha secuestrado este infame engendro de los
Castro.
Para evitar la llegada de una Cuba semejante el régimen despliega en las
calles de mi país, cada día con mayor encono, todo un ejército de
esbirros y vulgares represores que amedrentan, amenazan o golpean
impunemente a disidentes y acosan incluso a sus familiares y amigos, que
apalean y detienen arbitrariamente a opositores pacíficos o los
encarcelan sin cargos durante meses o años, que asedian la sede de
organizaciones cívicas independientes, allanan viviendas y confiscan
bienes personales por el hecho apenas natural de que alguien ha decidido
ejercer su auténtico derecho de reunión y a la libre expresión de
pensamiento.
En cierto sentido sería incontestable la lógica que sostiene la política
de apertura de la administración Obama con relación a La Habana: a mayor
empoderamiento del pueblo, mayores posibilidades tendrá de conquistar
sus libertades políticas. Pero hay un detalle esencial, un escollo
imposible de desestimar interpuesto en el camino: la absoluta impunidad
que parece haberle otorgado el mundo a la dictadura cubana.
Como este hermoso archipiélago está de moda todos parecen tentados a
coquetear babeados tras la falda de la prostituta, que promete negocio
fácil y lucrativos contratos, y de este modo prefieren ignorar que
detrás de todo hay un pueblo sometido aún a un régimen de oprobio. A
nadie parece importarle que se mantenga incólume la represión política y
se avasallen todos los días de este mundo los derechos humanos de mi pueblo.
Pero deberían saber los señores que apoyan con tamaño entusiasmo esta
línea de apertura incondicional hacia la dictadura cubana que mientras
estas concesiones económicas no vengan acompañadas de una obligatoria
apertura política nada será seguro para nadie, ni aún para ellos mismos,
porque esta impunidad en la felonía es un bumerang que tarde o temprano
se regresará contra ellos mismos, los hasta hoy potenciales
inversionistas, si se atreven a apostar en metálico por un país sin
garantías legales y constitucionales creíbles, algo que de momento no
aparece en el tintero de la crápula castrista. Quien así proceda con
certeza se percatará, tarde o temprano, de que ara en el mar de las estafas.
Por el terror que le infunde a los dictadores el afán de libertad del
pueblo cubano, es precisamente que el régimen represor castrista veta
cada iniciativa que implique una mejoría en nuestros estándares de vida,
por mínima que sea. Porque los déspotas de La Habana no hablan otro
lenguaje que el de la fuerza, y sólo se contentan con el sometimiento
más absolutamente posible de mi pueblo a sus insulsos caprichos, por eso
reciben con evidente ojeriza todo cuanto pueda empoderar al pueblo
frente a ese abrumador y pérfido poder a que le somete; por eso la más
reciente ofensiva represiva del régimen contra la disidencia, por eso la
ola de actos de violencia y detenciones, nuevos allanamientos y amenazas
de todo tipo durante las última semanas contra opositores pacíficos.
El recién estrenado Ministro del Interior cubano, General Fernández
Gondín, parece en completa consonancia con su misión, pues evidentemente
se está esmerando en cumplirla a cabalidad. Y mientras esto ocurre el
mundo observa en cómplice silencio: en el Congreso de Estados Unidos se
allana el camino para el levantamiento definitivo del embargo durante el
próximo mandato presidencial, la Unión Europea igual tiene casi a punto
el levantamiento de su Posición Común, y cada día es más larga y
lastimosa la lista de acreedores estafados que decide perdonar a la
dictadura cubana, y que de hecho ya le han condonado decenas de miles de
millones de dólares, usados en su momento y en buena medida, por cierto,
para atacar frontalmente a ese mismo capitalismo que hoy, como cándida
colegiala, engañado una vez más le abre las piernas.

Source: La impunidad mundial de la dictadura: ¿un obstáculo insalvable?
| CIUDADANO CERO -
https://ciudadanocerocuba.wordpress.com/2016/10/15/la-impunidad-mundial-de-la-dictadura-un-obstaculo-insalvable/

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