Cubanos, intransigencia, violencia y protagonismo
PEDRO CAMPOS | La Habana | 24 de Octubre de 2016 - 12:28 CEST.
Herencia de la tozudez y otras tradiciones españolas (y
fundamentalmente gallegas) practicadas a lo largo de nuestra historia y,
muy especialmente desde las guerras de independencia, los cubanos
bregamos en nuestras luchas políticas con una mezcla de intransigencia,
violencias de varios tipos y protagonismos que siempre han dificultado
el avance y la integración de la nación cubana.
De cómo funcionaron esos caracteres en nuestras guerras de
independencia, a lo largo de la República y ya luego de 1959, podrían
escribirse varios gruesos tomos.
En muy pocos momentos de nuestra historia se vio la nación unida en su
diversidad. Quizás en 1902, cuando se instaló la República, y en los
primeros días de 1959, cuando la paz terminó con la persecución
inmisericorde de figuras y sicarios del antiguo régimen, donde la
benevolencia y el perdón del triunfador estuvieron ausentes. Se aplicó
"el ojo por ojo y diente por diente".
En el limitado espacio de este artículo trataré de cómo se muestran
ahora mismo en nuestra cotidianidad. No se critica a nadie en
particular, porque los mensajeros no son dianas, sino sus mensajes
cuando son negativos.
Ya sabemos cómo el protagonismo fidelista ha desastrado a nuestro país,
gracias al oportunismo, al burocratismo, la centralización y la
corrupción. Lo saben los mismos cabecillas del régimen, que sigue
haciendo creer a sus funcionarios que lo importante es el "cuadro" y no
el sistema organizativo económico-político y social. Ese régimen
promueve una intransigencia absoluta que le impide admitir algo fuera de
lo deseado por la "dirección histórica", en cuyo seno las
contradicciones se aprecian, nadie puede enterarse y, para mantenerse en
el poder, aplica todo tipo de violencia para aplastar a la oposición y
al pensamiento diferente.
En el sector reprimido no se quedan atrás. Abundan también el ánimo de
protagonismo, la intransigencia y la violencia. Están los que siguen
pensando en que otro ciclo de violencias es lo único que puede resolver
los problemas de Cuba. Están los, no pocos, intransigentes que no
aceptan otra opinión que no sea la suya. Basta que alguien presente una
idea, una iniciativa, para que aparezcan las críticas más desfavorables,
en cuestión de segundos. Ni las piensan. Figuras reales o imaginarias se
promueven por grupos con intereses hegemónicos, en la creencia de que
nuevos líderes individuales podrán "tomar el poder". Algunos
"buscavidas" asoman la cabeza. Olvidan que esto es un asunto de
democracia (poder del pueblo).
No se percatan de que la falta de parlamento, de diálogo, lleva a la
falta de entendimiento; que la violencia verbal usada contra el
diferente mantiene la división y la dispersión; que el interés de
protagonismo individual lleva al desencuentro y al temor de que otro
caudillo se imponga; y que toda esa negatividad intransigente solo sirve
para postergar el sufrimiento de todos con la permanencia de lo que hay
que cambiar.
Hay falta de humildad, y es ella la que opera grandes milagros.
Se aprecia en todo ese compartamiento fuera y dentro de Cuba. "El que
quiera cambiar esto tiene que ganárselo a tiros como nosotros". "Con los
Castros no hay nada que hablar, hay que acabar con ellos". ¿Puede haber
algo que incite más a la violencia que estas frases?
"Todo lo que no sea quitar a los Castros del camino, es hacerle el juego
a la dictadura". "El que no está con la revolución está contra ella,
dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada". ¿Acaso no
son anverso y reverso, cara y cruz, de una misma posición intransigente
violenta, y en exceso protagónica, donde solo queda el desdén para el
adversario?
Desgraciadamente, mientras los cubanos no nos curemos de esos fantasmas,
no vamos a ser capaces de enfrentar críticamente nuestros problemas y
resolverlos.
Hay una solución para que convivamos en la diversidad sin perder
nuestras respectivas identidades, pero los extremos, fuertemente
achantados en la silla turca de muchos, la rechazan, y es la de avanzar
en la democratización de la sociedad cubana como un proceso que vaya
consolidando por partes las ideas del parlamento democrático, entendido
a la vez como diálogo e institución, en lugar de ver la democracia como
un acto de imposición, según estrechos intereses y poderes fácticos
establecidos.
Especialmente debe echarse a un lado el ánimo de protagonismo. Dada
nuestra desastrosa experiencia con los caudillos, es muy probable que el
sistema político que cuente con apoyo mayoritario para el futuro de
Cuba, sea uno donde el Presidente (o los Presidentes, porque pudieran
ser más de uno) tenga muchas limitaciones y el poder fundamental recaiga
en el Parlamento o Asamblea Nacional y el pueblo mismo, a través de
formas de democracia directa ejercida desde los municipios y hasta la
nación en leyes cargos fundamentales.
Las luchas históricas de los grupos sociales siempre han sido por
controlar el dinero. Garantizar que los conflictos no salgan del marco
democrático, implicará un verdadero control popular transparente sobre
las finanzas y los recursos de la nación y el respeto máximo a la
libertad individual y a la propiedad privada de las personas.
Por esas razones hay que dar la bienvenida a todas las ideas, aunque a
algunos nos parezcan inverosímiles, encaminadas a modificar el sistema
politico cubano actual sustentado en el centralismo. Toda iniciativa,
venga de donde venga, que ayude en esa dirección debe ser, si no
apoyada, al menos no obstaculizada por los que aspiran realmente a un
cambio democrático en Cuba.
Una estrategia común debería ser no oponerse, ni criticar a ninguna
iniciativa que tribute de alguna manera a la democratización en Cuba y
elevar a primer lugar de nuestras luchas el establecimiento de un
sistema político democrático, subordinando protagonismos, aspiraciones y
hasta agresiones verbales.
Cuba merece que todos los cubanos nos tratemos con respeto.
Source: Cubanos, intransigencia, violencia y protagonismo | Diario de
Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1476925134_26133.html
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