miércoles, 6 de julio de 2016

Malo si baja y malo si sube

Malo si baja y malo si sube
El precio del petróleo ha sido la justificación más socorrida para
tratar de ocultar la deficiencia del régimen para resolver los problemas
económicos
Redacción CE, Madrid | 05/07/2016 2:03 pm

Antes de la llegada de Fidel Castro al poder, los cubanos vivían
pendientes del precio del azúcar, que determinaba la existencia de
"épocas de vacas flacas y gordas". Pero a partir de 1959, otro producto
ocupó ese lugar clave no solo en el imaginario popular sino en la
realidad cotidiana: el petróleo.
Cierto que los enormes cambios en el mercado del crudo han repercutido
en todos los rincones del planeta, pero en la Isla estos cambios se han
visto definidos por coyunturas especiales, adaptadas a las
características política. Ahora, sin ser un país petrolero, Cuba ve
cercana la posibilidad de una grave crisis de liquidez precisamente por
algo que en otras circunstancias le sería ajeno o incluso beneficioso:
la caída de los precios del combustible.
Hay una especie de complejo de inferioridad petrolera que siempre ha
recorrido el régimen de los hermanos Castro, y que ha buscado su
compensación en aliados poderosos.
Es verdad que cualquier torpe especulación sicológica sobre el petróleo
se enfrenta a la realidad de que se trata de una mercancía privilegiada
en los mercados, pero aun así deja margen para señalar ese afán febril,
que en un momento determinado puso en peligro incluso playas en la costa
norte de la Isla —en un intento plagado de perforaciones mal hechas y
peor planificadas— para llevar a cabo una búsqueda incesante de algo
que, de forma asequible y en grandes cantidades, siempre ha eludido a Cuba.
Ese hallar una "fuente mágica" que solucione todos los problemas habla
mucho de la herencia española de los hermanos Castro —de avaricia,
ilusión y hasta envidia depositados en destapar un provecho abundante— y
de su capacidad para trasmutar ese ensueño en oferta internacional.
Sin embargo, el limitado interés de las grandes compañías mundiales en
los posibles yacimientos cubanos en la actualidad se debe en parte a los
varios intentos fallidos en aguas profundas del Golfo. Pero también
concurren los costos. Con los precios actuales del barril, la ilusión de
encontrar petróleo en Cuba ha perdido todo su atractivo. Cualquier
proyecto de aguas profundas, para ser rentable, necesita que el barril
se coloque entre los $90 y $100.
El descenso en los precios afecta gravemente a Venezuela, el principal
aliado del régimen cubano y suministrador de combustible.
En este sentido, la explicación se reduce a simples cifras. El Gobierno
chavista lleva años gastando mucho más de lo que se presupuesta, lo que
contribuye a que el país tenga una de las inflaciones más altas del
mundo. El 95 % de los dólares que entran a Venezuela vienen de la
exportación petrolera. El abastecimiento de productos, el costo de las
mercancías y la amplia inversión social del gobierno ha sido
fundamentalmente financiada por la estatal Petróleos de Venezuela
(Pdvsa). Pero también esos ingresos sirven para otorgar petróleo
subsidiado a Cuba y mantener un elevado número de proyectos comunes
entre La Habana y Caracas. Más del 40 % del intercambio comercial de la
Isla está vinculado al aliado venezolano, del que depende más del 20 %
del PIB cubano.
Así que si bien Cuba no es un país petrolero, en la actualidad la
perjudica enormemente un precio bajo del crudo.
Pero entonces, el problema para los cubanos con la economía de la Isla
es que nunca habrá una solución para sus problemas. Durante décadas el
elevado costo del petróleo fue un argumento de referencia para
justificar carencias y dificultades para el desarrollo. Sin embargo,
ahora el argumento contrario (el bajo precio del barril) se está
empleando en igual sentido.
En ambos lados de la ecuación, el resultado es el mismo: la ausencia de
un desarrollo que evite la dependencia total a un producto único, sea de
exportación o importación.
Al final, el gobierno bajo el mando de Raúl Castro ha sido tan incapaz
como el de su hermano mayor, a la hora de producir desarrollo e
independencia económica y energética.

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