El general Arnaldo Ochoa que conocí
Han pasado años antes de que pudieran saberse algunas de las
divergencias estratégicas entre el general Arnaldo Ochoa y Fidel Castro
Rafael del Pino, EEUU | 12/07/2016 8:23 am
Desde el 21 de octubre de 1963, cuando tratando de realizar una
infiltración por el cabo de San Antonio, en la provincia de Pinar del
Río, se rechazó al famoso buque madre de la CIA nombrado REX, el alto
mando de las FAR insistía en elevar la preparación de los pilotos
cubanos para poder ser capaces de realizar ataques nocturnos contra
objetivos navales. Misión muy compleja y peligrosa.
Las acciones contra el REX habían sido ejecutadas por un grupo de
pilotos soviéticos muy experimentados, traídos especialmente por el
Mariscal Savinski a pedido de Fidel Castro. Los pilotos cubanos no
tenían todavía la debida preparación y experiencia para ejecutar estas
acciones, y la máxima dirección del país prefería que fuéramos los
cubanos los que cumpliéramos estas misiones de combate dentro de Cuba.
En el verano de 1966, me encontraba como jefe de la DAAFAR en la región
oriental de Cuba. Los entrenamientos de los pilotos cubanos para
detectar y atacar embarcaciones piratas durante la noche estaban
bastante adelantados y preparamos el primer ejercicio, simulando
completamente una situación real. Esta operación se realizaba por
parejas de aviones. Uno de ellos, el líder, cuando llegaba a la zona
donde se encontrara la embarcación enemiga lanzaba una bomba lumínica
que iluminaba completamente el área y el piloto número, el que se conoce
como Wing Man se lanza al ataque del objetivo. Una vez finalizado el
ataque del número, el líder entra también al ataque y después abandonan
juntos la zona.
El comandante Arnaldo Ochoa fungía como segundo jefe del Ejército
Oriental —en aquel año todavía no se habían establecido los grados de
general— y fue el encargado de preparar toda el área del ejercicio
frente a la farola del morro a la entrada de la bahía de Santiago de
Cuba. Ochoa era un fanático de la aviación y allí estuvo conmigo toda la
noche de las maniobras.
Despegaron de la base aérea de Holguín los pilotos Tte. Manuel de Jesús
Herrera como líder y Tte. Miguel Rodríguez como número, se le dan las
coordenadas del objetivo y se dirigen volando a 2000 metros de altura
para cumplir la misión. Ochoa y yo nos encontrábamos en la estación de
radio R-824 en comunicación directa con la pareja. Diez minutos después
descienden a 1.200 metros, el líder informa que se aproxima a la zona de
acciones y ejecuta el lanzamiento de la bomba lumínica. El piloto número
informa que tiene a la vista el objetivo; recarga los cañones y se lanza
al ataque.
Se escucha una ráfaga larga y acto seguido, casi de inmediato un ¡BOOOOM!
—¿Qué fue eso? —Me pregunta Ochoa.
—¡Se clavó!
—¿Cómo que se clavó? ¿Qué es eso?
—Comandante, acabamos de perder al Tte. Miguel Rodríguez, esa explosión
fue su choque con el agua —Le respondí gravemente.
Ochoa reaccionó de inmediato:
—¡Llama por radio al helicóptero y dile que vaya arrancando los motores!
Estuvimos volando varias horas en la zona tratando de localizar los
restos del piloto. Los equipos de rescate por mar y aire que actuaron
durante todo el día solo lograron encontrar algunos trozos de la goma
inflable que hermetiza la cabina.
Al mediodía regresamos a la base aérea de Holguín para el análisis del
accidente. Ochoa se encontraba muy preocupado con la moral combativa del
resto de los pilotos.
Terminada la reunión, cuando me pidió que lo llevara hacia el
helicóptero, me pregunta si teníamos un MiG-15 de doble cabina listo
para volar.
—Tenemos cuatro, comandante! —Le respondí.
—Entonces, ¿por qué en lugar de ir en helicóptero no me tiras en
Santiago en el MiG de doble cabina?
No pude ocultar mi sorpresa y sin esperar a mi respuesta, agrega:
—Del Pino, desde que te conocí en Camagüey cuando tú y Prendes llegaron
con un escuadrón de MiG-15 he estado loco por montarme en un bicho de
estos. ¿Por qué no matamos tres pájaros de un tiro, me llevas de regreso
a Santiago y de paso cumplo ese viejo deseo?
—Usted me dijo tres pájaros de un tiro, ¿Cuál es el tercero?
—Levantar la moral de los pilotos, creo que ningún jefe se ha montado
todavía en un avión de combate de doble cabina y después de este
accidente me parece que ayudaría a superar la fatalidad y la tristeza
que se nota en las caras de esos muchachos.
Me había sacado de paso con el "tercer pájaro"; reflexiono unos segundos
y le contesto:
—Comandante, con los dos primeros pájaros no hay ningún obstáculo; con
el tercer pájaro no se preocupe en lo absoluto, nosotros conocemos los
riesgos de la profesión y aunque nos aflija la pérdida de un hermano de
armas, en esta cofradía todos sabemos que vivimos en el filo de la navaja.
—¡Ustedes son todos unos locos, vamos pal' avión anda! Contestó con su
jovial vozarrón.
Me había dicho que quería sentir "las fuerzas de gravedades" del avión,
que no lo tratara como una "jevita". Pero como en este negocio la soga
suele romperse por lo más fino, decidí esperar a estar sobre el
aeropuerto de Santiago de Cuba para realizar las maniobras que lo
hicieran sentir lo que deseaba, y si no lo veía bien, aterrizar
inmediatamente. Ochoa tenía una fortaleza increíble, pero lo menos que
deseaba era aparecerme con el comandante, segundo jefe del Ejército
Oriental, desmayado en el asiento trasero de un avión de combate.
Por suerte todo salió bien, ni desmayos, ni afectaciones al corazón, ni
tampoco tratamiento de "jevita" como me advirtió. Aquel indio
corpulento, de seis pies y pico de estatura se bajó un poco aturdido,
pero entero como un roble.
—¡De tranca, piloto! Ahora comprendo lo que me decías. —Me tiró el brazo
por el hombro y susurrándome en el oído me dice casi imperceptible—
¡Deja que yo te coja en un tanque! —Reímos, y empapado en sudor se fue
en su jeep.
Meses después Ochoa desaparecía, nadie conocía a donde lo habían enviado
aunque todos lo imaginábamos. Le había tocado la aventura de la
guerrilla venezolana, que comenzó en mayo de 1967.
Casi un año después de haber salido con vida de aquel episodio me lo
encuentro en la Casa Central de las FAR, donde compartimos algunas
cervezas. Ochoa no quería tocar el asunto de Venezuela hasta que le
mencioné mi participación en el alzamiento contra el dictador Marcos
Pérez Jiménez en enero de 1958. Fue muy parco, solo mencionó los
trabajos que pasaron en las relaciones y coordinaciones con los
venezolanos y algo que me llamó mucho la atención fue que Ochoa no quiso
opinar sobre lo que ya se había filtrado, de cómo tuvo que cargar en sus
espaldas por varios días al comandante Ulises Rosales del Toro para
evadir los cercos a que eran sometidos por el ejército venezolano.
Acción esta que indudablemente le salvó la vida a su compañero de
aventura. Compañero que, paradójicamente, en un acto de cinismo sin
precedentes, Fidel Castro escoge como presidente del tribunal de honor
que lo juzgaría y que fuera factor clave en la decisión del consejo de
guerra que lo condenaría a muerte.
A finales de julio de 1970 el jefe de la DAAFAR me comunica que Ochoa,
esta vez recién nombrado Jefe del Ejército Occidental, solicitaba que yo
lo acompañara en un reconocimiento del terreno sobre el río Cuyaguateje
en la región de Guane, Pinar del Río.
La caravana pasa a recogerme por nuestro Estado Mayor en 19 y 84 del
municipio Playa. Dispuesto a montarme en el tercer vehículo, veo a Ochoa
haciéndome señas con el brazo para que me fuera con él en su jeep.
—Móntate, ahora te toca a ti el asiento trasero —me dice sonriendo.
—Bueno, pero suave con las gravedades —Le respondí.
En todo el trayecto hasta Guane, Ochoa me va poniendo al corriente de
los objetivos del reconocimiento. En Miami estaba en plena efervescencia
el Plan Torriente, en el que se anunciaba que decenas de miles de
cubanos exiliados ya se habían inscripto para participar en la invasión
libertadora. La inteligencia militar nuestra había ubicado varios puntos
débiles en el terreno, donde una aventura como la que promovía dicho
plan pudiera crearnos dificultades.
De acuerdo a la apreciación de la inteligencia, si el enemigo lanzaba
una fuerza expedicionaria al oeste del río Cuyaguateje, en toda la
región que abarca desde esa posición hasta el Cabo de San Antonio,
resultaba muy difícil contra atacar con medios blindados si los puentes
sobre el caudaloso río eran volados. Además, si solamente fuera capaz de
consolidar sus posiciones por un par de días, la fuerza expedicionaria
iba a contar en su territorio con una base aérea como la de San Julián,
que se encontraba inactiva, por donde indudablemente podía penetrar la
82 División Aerotransportada para "evitar una guerra civil" como había
sucedido en Santo Domingo.
Nos bajamos de los vehículos al llegar al puente principal y estuvimos
caminando por toda la ribera oriental durante casi cuatro horas. Para
mí, había quedado claro el objetivo del reconocimiento, lo que no
acababa de entender que pintaba un piloto allí.
—Comandante, me da mucha alegría poder estar este tiempo con usted pero
¿dígame para que necesita el criterio de un piloto aquí?
—¿Te cansaste de caminar?, te dije aquella vez del vuelo, que te
prepararas cuando te cogiera en un tanque.
—¿Dónde está el tanque?
—Eso quisieras tú, para no sudar la camisa.
—Comandante, nosotros morimos rápido, pero limpios. Meterse horas y días
enfangándose para morir solo se le ocurre a los terrícolas como ustedes.
—Eres un cabrón jodedor, contigo no se puede —vamos a comer algo.
El chofer trajo sándwiches y un termo con jugo. Nos sentamos sobre unas
rocas próximas a la corriente de agua y continué escuchando con atención
la forma sencilla pero brillante con que Ochoa analizaba las más
complejas situaciones.
—Fidel quiere que meta un regimiento de tanques permanente dentro de la
base aérea de San Julián para evitar este problema que estamos evaluando
ahora. La base tiene muy buenas instalaciones, barracas, comedores,
instalaciones eléctricas, acueducto y todo lo que construyeron los
gringos. No hay ninguna unidad regular allí que pueda protegerla, aunque
tenga algunos avioncitos de entrenamiento checos. Pero no me gusta la idea.
—¿Por qué? —Le respondí.
—Piloto, si la dirección estratégica principal de las Fuerzas Armadas
está en defender y rechazar los desembarcos marítimos y aéreos de
Estados Unidos al este y oeste de La Habana, ¿cómo vamos a tener un
regimiento metido a 200 kilómetros de distancia para contrarrestar una
operación contrarrevolucionaria? ¿Me entiendes? Además, si se produce lo
más peligroso, que sería contra la capital, entonces el problema es a la
inversa. Vuelan los puentes y se nos queda empantanado del lado oeste
del Cuyaguateje un regimiento de tanques.
—Dime una cosa, si construimos con bloques de concreto varios pasos
sumergidos en el agua para que los tanques puedan pasar sin necesidad de
construir puentes, ¿crees que el U-2 pueda fotografiarlos y saber dónde
están?
—No puedo decirle, pero si se decide, después que los construya les
tiramos unas fotos con un MiG de reconocimiento fotográfico y así
podremos saber exactamente si los pueden detectar.
Pasamos la noche en Pinar del Río y aproveché para ver a la vieja y mis
hermanos. Temprano en la mañana regresamos a la capital.
Esta actitud de manifestar abiertamente sus desacuerdos con cualquier
medida militar que no considerara lógica, le ganó los calificativos de
"charlatán" que Raúl Castro le endilgó durante toda la farsa que se
montó contra él en junio de 1989. Los que conocíamos bien a Ochoa
deducíamos las inquietudes que lo llevaron al choque frontal que
desembocó en esta. Tomó algunos años hasta que pudieron saberse algunas
de las principales divergencias estratégicas entre el general Ochoa y
Fidel Castro.
En la intervención del gobernante cubano durante la reunión del Consejo
de Estado para ratificar la pena de muerte al general Ochoa Fidel Castro
mencionó pero nunca reveló cuales fueron las cuatro proposiciones
estratégicas que le fueron rechazadas a Ochoa. Dijo el gobernante cubano
el 12 de julio de 1989 en su intervención: "En el Estado Mayor tenemos
los mapas, los planos, las flechas señalando las direcciones que
proponía y las cuatro proposiciones elaboradas en distintos momentos
fueron rechazadas en el Estado Mayor. Cuatro veces propuso decisiones
estratégicas y ninguna de las veces se aceptó: Una con relación a Cuito,
otra con relación al centro, otra con relación al avance por el sur y
otra en la etapa final. Como jefe de la Misión, él era el que tenía que
hacer las proposiciones y las cuatro se las rechazamos".
Este antagonismo entre el Comandante en Jefe en La Habana y el jefe de
la misión militar cubana en el terreno no era más que el reflejo de dos
concepciones distintas y divergentes. Ochoa basaba sus proposiciones en
la realidad objetiva netamente militar de que era fundamental asegurar
la región central de Angola que se encontraba toda prácticamente en
manos de los guerrilleros de la UNITA, que cortaban al país en dos, y no
concentrar el grueso de las fuerzas en una ofensiva hacia el sur en
dirección a Namibia, que indudablemente podría crear una escalada de la
guerra con Sudáfrica de dimensiones incalculables.
Muchos obstáculos conspiraban contra las operaciones para un
enfrentamiento de gran escala. En primer lugar hacía años todos los
abastecimientos de las tropas en combustible y otros materiales
esenciales para el combate debían ser transportados por aire o en
caravanas fuertemente protegidas hacia todas las regiones del país ya
que las guerrillas de la UNITA controlaban las áreas rurales. Baste
recordar el AN-12 soviético derribado por la UNITA con misiles Stingers,
despegando de Cuito Cuanavale después de transportar suministros vía
aérea, antes de que se intensificaran los combates.
El abastecimiento logístico de armamentos y municiones provenía
fundamentalmente de la URSS, a decenas de miles de kilómetros, y de Cuba
al otro lado del Atlántico cuando los soviéticos se negaron a
suministrar determinados medios de combate como sucedió con piezas de
repuesto para los aviones o tanques auxiliares para los MiG-23.
Por su parte, Sudáfrica iba a librar la guerra en su propio terreno y
con los abastecimientos logísticos esenciales a cortas distancias. Si la
guerra se escalaba hasta un conflicto totalmente convencional entre Cuba
y Sudáfrica, al penetrar nuestras tropas en Namibia hubieran quedado
atrapadas y hasta posiblemente aniquilados decenas de miles de cubanos.
Al alcanzarse ese nivel de hostilidades ya no habría limitaciones para
Sudáfrica en cortar totalmente los suministros a las tropas cubanas por
mar hacia el puerto de Namibe (antiguo Mozamedes, no confundir con
Namibia) en el sur; en esas condiciones ya no serían los hombres ranas
como hicieron el 5 de junio de 1986 hundiendo la motonave Habana, serían
los submarinos sudafricanos los que bloquearían el puerto. Por tierra
solo tenían que dejarle como misión principal a la UNITA impedir todo
abastecimiento logístico por las vías de comunicaciones terrestres que
ya controlaban hacía mucho tiempo.
Ochoa tomaba en consideración que si en el intento de asistir a poco más
de un centenar de cubanos sitiados en Cangamba, empleando dos columnas
blindadas que salieron de Huambo y Menongue sin más interferencia que
obstáculos naturales y poca resistencia de la UNITA, nunca llegaron a
rescatar a los cubanos en Cangamba, porque se perdieron en el terreno y
se quedaron sin combustible, mucho peor iba a resultar emprender una
ofensiva hacia Namibia contra un ejército profesional, que los estaría
esperando con fuertes agrupaciones de tropas que ya habían movilizado de
las reservas.
En un terreno desconocido, desértico, con todas las deficiencias
logísticas que siempre tuvimos, 40.000 cubanos, por muchos miles de
FAPLA y SWAPO que hubieran podido reunir, resultaban insuficientes para
una ofensiva de guerra convencional dentro del territorio de Namibia. Y
no estoy teniendo en cuenta las siete bombas nucleares que poseía
Sudáfrica en aquel momento, que podían ser utilizadas tanto por la
aviación como por los cañones G5, disparándolas a distancia de 40
kilómetros.
Estas eran a grandes rasgos algunas de las consideraciones de Ochoa. Su
gran error fue no comprender la frase aquella de Georges Clemenceau de
que: "La guerra es un asunto demasiado importante para ser dejada a los
generales". Fidel Castro tenía sus propios planes. Se lo jugaría todo a
una mano de póquer, esperando que su adversario pensara que tenía una
escalera real sobre el paño verde del casino angolano.
De ahí que decidiera subir la parada y enviara al país africano un
ejército de dimensiones totalmente desproporcionadas, para presionar por
el fin de un conflicto que estaba a punto de ocasionarle la pérdida de
su poder y prestigio y una catástrofe. Que más daba cuántos pudieran
morir si la jugada no salía como pensaba y nuestras tropas sucumbían
bajo un golpe nuclear del enemigo o como resultado de una trampa dentro
de Namibia en la Operación Zorro del Desierto que le tenían preparado
los sudafricanos. ¿No estuvo dispuesto en Granada a sacrificar
centenares de hombres?
No quedaba otra opción. La Unión Soviética en manos ahora del reformista
Gorbachov había decidido cortar con sus intervenciones en otros países.
En el mes de septiembre de 1987, el viceprimer ministro soviético Yuli
Vorontsov llega a Kabul para participar en las conversaciones entre
Afganistán y Pakistán, para precisar el calendario de retiro de las
tropas soviéticas[1] y para el 29 de enero de 1988, mucho antes de los
principales combates en el sur de Angola, el ministro de Relaciones
Exteriores de la URSS, Eduard Shevardnadze, anunciaba que las
negociaciones sobre el retiro de la URSS de Afganistán ya tenían un
acuerdo general.[2]
Ochoa era un líder natural, querido por todos. Tenía ese don
insustituible que infunde respeto, admiración y voluntad de seguirle en
cualquier situación por difícil que fuera. Para mí, no hay dudas de que
entre otras causas, esta fuera la principal para ser devorado por Saturno.
[1] Diario El País, España, viernes 4 de septiembre de 1987.
[2] Diario El País, España, viernes, 29 de enero de 1988.
Source: El general Arnaldo Ochoa que conocí - Artículos - Cuba - Cuba
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