sábado, 2 de julio de 2016

Aquellas guerrillas

Aquellas guerrillas
junio 28, 2016 3:47 pm por Luis Cino Àlvarez

Arroyo Naranjo, La Habana, Luis Cino (PD) Hace unos días, cuando
revolvía entre mis viejos libros, me topé con uno que leí hace más de 40
años: Los subversivos, del periodista Antonio Caso, que en 1973 fue
Premio Casa de las Américas en la categoría de testimonio.

En dicho libro, Caso, que había tenido cargos de dirección en Radio
Habana Cuba, el NTV y Radio Reloj, trata el tema de la guerrilla urbana
comunista que se enfrentó a la dictadura militar brasileña, desde 1968 y
hasta que fuera aplastada a inicios de los años 70, luego de la muerte
en combate de su cabecilla Carlos Lamarca.

Escrito en tono apologético, y como si fuera inevitable que Brasil y
toda Latinoamérica se convirtieran en algunos de los "dos, tres, muchos
Vietnam" que predicó Che Guevara, Caso recogía los relatos de varios
guerrilleros, algunos de los cuales ya habían muerto en combate cuando
el libro fue publicado en Cuba.

Hoy uno lee esos testimonios y se sorprende por el pensamiento sectario
y fanatizado del que estaban imbuidos aquellos guerrilleros y sobre
todo, por el odio y el desprecio que sentían por la vida de sus
adversarios. Así, no vacilaban en colocar bombas en lugares concurridos,
secuestrar diplomáticos extranjeros y acribillar a balazos a quien se
les antojara, como Charles Chandler, un asesor norteamericano, en
presencia de su hijo de nueve años, porque afirmaban que era un agente
de la CIA, "una fiera nociva a los pueblos que había que eliminar",
según explicó su asesino, Pedro Lobo de Olivera.

Pero lo que más me llamó la atención no fue todo ese ya harto conocido
terror revolucionario que vivió este continente -y su contrapartida, el
terrorismo de estado desatado por las dictaduras militares- sino una
inscripción en la primera página del libro, escrita con bolígrafo, en la
letra menuda y nerviosa de mi hermana, la propietaria del libro, que en
aquella época, con poco más de veinte años, trataba de purgar en las
FAR, donde había ingresado voluntariamente tan pronto cumplió la mayoría
de edad, su pasado de burguesita educada en colegio católico y enamorada
de Elvis.

Decía la inscripción, que hoy, más que asombrar, espanta por su
virulenta picuencia y necrofilia martirológica: "Se ha perdido una nueva
batalla. Debemos hacer un tiempo para llorar a los compañeros caídos,
mientras se afilan los machetes y sobre la experiencia valiosa y
desgraciada de los muertos queridos, hacernos la firme resolución de no
repetir los errores, de vengar a los muertos con muchas batallas
victoriosas y de alcanzar la liberación definitiva".

Ay, mi hermanita románticamente revolucionaria, presta siempre al llanto
revolucionario por el Che, por Allende, por Chávez o por las canciones
de Silvio, a quien ni los nervios destrozados por cumplir con "las
tareas de la revolución" ni la neuropatía periférica provocada por el
hambre del Periodo Especial –aunque ella culpara al cigarro- han logrado
apartarla de la maltrecha causa fidelista.

Pero no era ella la única que pensaba así por aquellos días. Recordemos
que eran los años en que el régimen castrista -el mismo que ahora medió
para lograr los acuerdos de paz en Colombia- exportaba las guerrillas a
Latinoamérica y trataba de inculcar en los cubanos el amor por los
Tupamaros, los Montoneros y otros guerrilleros y las ansias de ser como
ellos para combatir al imperialismo yanqui. Para ello, además del
adoctrinamiento en las escuelas, había libros como el de Antonio Caso,
el noticiero radial Información Política, los documentales de Santiago
Álvarez, las canciones de Víctor Jara y Daniel Viglietti o seriales
televisivos al estilo de Los Comandos del Silencio o los episodios
radiales de Nguyen Sun.

Afortunadamente, con lo jodedores y gozadores de la vida que somos los
cubanos, el régimen no consiguió la aspiración guevarista de convertir a
los combatientes revolucionarios en máquinas de matar. Pero casi: ahí
tienen a los porristas de las brigadas de respuesta rápida y uno de los
tantos lemas de odio que han gritado cuando enfrentan -¡vaya proeza!- a
las Damas de Blanco: "¡Machete que son poquitas!"
luicino2012@gmail.com

Source: Aquellas guerrillas | Primavera Digital -
http://primaveradigital.net/aquellas-guerrillas/

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