jueves, 23 de junio de 2016

Los replicantes de Pinochet

Los replicantes de Pinochet
JOSÉ HUGO FERNÁNDEZ | Miami | 23 de Junio de 2016 - 9:17 am.

Confiar en la posibilidad de que las fuerzas armadas actúen como pivote
para un futuro de progreso económico y de apertura política en Cuba, es,
cuando mejor, una inocentada. Más candoroso resulta esperar que las
próximas promociones de jerarcas militares le corrijan la plana a los
actuales, sea mediante la fuerza o por decantación generacional, echando
abajo el capitalismo de embudo (solo para ellos) que hoy se trazan, y
sustituyéndolo por el capitalismo corriente, que no sería muy distinto
en nuestro caso, en tanto país subdesarrollado y en ruinas —así que
condenado a ser económicamente dependiente—, pero que al menos
representaría un conducto de escape hacia otro futuro.

Sin embargo, no son pocos los que hoy depositan esperanzas en una u otra
variante, tal vez por aquello de que si vamos a soñar, más gusto da
soñar con imposibles.

Desde luego que como gran conglomerado militar-económico-político, la
casta que ahora rige el destino de Cuba tendrá que ser pieza clave para
su futuro. Pero ello, lejos de beneficiar ese futuro, muy probablemente
lo hipoteque, condenándonos a sufrir por largo tiempo la peor herencia
que podría dejar el fidelismo.

Casta militar y democracia son aceite y vinagre, no hay magia que las
haga ligar. Y aun cuando se conocen ejemplos en los que la primera ha
servido de garante a la segunda, siempre fueron resultado de
circunstancias en que las cosas suceden al revés de cómo podrían suceder
en Cuba, o sea, partiendo del sistema democrático como fundamento,
dentro del cual se formaron los militares, atenidos a ciertas reglas de
juego que no les ha correspondido violentar.

La casta militar cubana es un organismo contrario por naturaleza a la
cultura democrática. No la conoció nunca, no se sintió jamás en el deber
de respetarla. De ello resulta fácil inferir su rechazo y su negación
rotunda ante los dos pilares de la modernidad: libertad política y
economía libre y próspera. La convicción de nuestros militarotes en
cuanto a que el Estado es el que debe monopolizar la vida económica del
país, como garantía para lo que ellos entienden por justicia social,
representa una rémora igual para los viejos que para su descendencia.

En cuanto a los herederos propiamente, no hay que esperar que actúen de
una nueva forma, si consideramos las circunstancias en que abrieron los
ojos al mundo y en las que crecieron y se formaron, casándose unos con
los otros, estableciendo parentelas y otros lazos de compromiso
afectivo, cultivados dentro de una burbuja zootécnica, sin el menor
contacto con la realidad del país.

En lugar de permitirse ser atraídos por los beneficios de la democracia
y por los valores de la civilidad, lo previsible y temible es que
mañana, igual que hoy, esta casta militar no hará sino seguir
contaminándolos, corrompiéndolos y usurpándolos.

Claque encuevada en sí misma, y por lo tanto ajena al drama y a los
anhelos de la gente de a pie, los militarotes cubanos, lejos de
facilitar la transición democrática, parecen destinados a impedirla.
Quienes los ven como potenciales propiciadores de transiciones en la
Isla, basándose en el gran poder económico que ostentan y en la forma
presuntamente eficiente y pragmática en que lo administran, no debieran
pasar por alto dos detalles, por lo menos dos:

Primero, ese poder económico no es resultado de inversiones financieras
autónomas, ni fruto del talento, el trabajo o los sacrificios de la
casta en cuestión. Es una dote del fidelismo, que, a su vez, lo obtuvo
por medio de expropiaciones y de subvenciones. De modo que la casta no
es sino parásita del inútil sistema que en teoría estaría dispuesta a
transformar. En segunda, mientras no haya estadísticas confiables que lo
demuestren, cabe poner en duda la eficiencia con que los generales
estuvieron dirigiendo en las últimas décadas las principales
organizaciones empresariales recaudadoras de divisas. Eso, por no hablar
de la risible fama de austeros y de pragmáticos que se les acredita.

Lo que suelen llamar el pragmatismo de los militares cubanos no es sino
un comportamiento mediocre, robótico, dependiente en absoluto de la
entidad superior, vacío de iniciativas, que poco o nada tiene que ver
con el verdadero pragmatismo.

No sin un retortijón de tripas, recordamos que algunas de las siniestras
tiranías militares que en años atrás campeaban en América Latina,
lograron ser por lo menos propiciadoras de cierto avance económico.
Ojalá no sea el patrón que ahora mismo estimula a quienes están
apostando por la conveniencia de confiar en los generales y coroneles
como pivote para el progreso en Cuba. Pues, lo que les sobra en maldad a
estos replicantes de Pinochet, a la hora de emular con su modelo, les
está faltando en cultura económica y en eficiencia empresarial.

Source: Los replicantes de Pinochet | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1466628947_23285.html

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