martes, 21 de junio de 2016

Camino del Mausoleo con sus mitos y realidades (II)

Camino del Mausoleo con sus mitos y realidades (II)
Segunda y última parte del artículo
Rafael del Pino, EEUU | 21/06/2016 9:00 am

Era evidente que el régimen del apartheid estaba sentenciado por todos
los intereses de la economía de mercado desde mediados de los 80. Pero,
¿cómo desmantelar este muñeco grotesco sin derramamientos de sangre, sin
represalias de una parte o de otra, sin afectar los suministros de
materiales estratégicos que podían repercutir muy negativamente en la
economía y seguridad nacional de Estados Unidos? De acuerdo a un escrito
realizado por W.W. Malan, vicepresidente de la Cámara de Minas
Surafricana, Estados Unidos importaban anualmente más de un $1.000.000
en cromo, manganeso y platino para su economía industrial y defensa
nacional. Ya en 1978 la Junta de Asesores de Materiales Nacionales de
Estados Unidos (NMAB) había concluido que Estados Unidos eran
estratégicamente más vulnerables a la interrupción del cromo que a un
embargo de cualquier recurso natural incluyendo el petróleo.
Por otra parte resultaba preocupante que producto del obstinamiento del
régimen de Pretoria y la continua violencia en el sur de África se
pudiera escalar aún más el enfrentamiento de la guerra fría complicando
el conflicto. A principios de 1987 el gobierno de Zimbabue había
entablado ya conversaciones con los soviéticos para una posible compra
de aviones de combate MIG-29. Gran Bretaña se opuso enérgicamente y la
nueva dirección del Gobierno soviético encabezada por Mijaíl Gorbachov
mostró la prudencia de congelar la negociación.
Para poder desmontar este muñeco, se requería un esfuerzo multilateral
de todas las latitudes. Una ofensiva en todos los frentes: diplomático,
académico, económico, científico y hasta religioso. Estados Unidos puso
a prueba una variante contemporánea de la zanahoria y el garrote. La
Sección 311 de la Ley Integral anti-apartheid de 1986 (Comprehensive
Anti-Apartheid Act of 1986) del Congreso de Estados Unidos sería el
garrote y la doctrina de Constructive Engagement enarbolada por el
ejecutivo sería la zanahoria. Alrededor de estas dos direcciones
estratégicas para el desmantelamiento del apartheid se crearon
diferentes grupos de trabajo, desde grupos de estudio (think tanks)
hasta centros de investigación como el Investor Responsability Research
Center en Washington, encargados de monitorear y sacar a la luz pública
todas las compañías norteamericanas que indirectamente estaban
explotando a los trabajadores sobre la base de sus razas. Los principios
de Sullivan se tomaron como base para la ofensiva contra las
transnacionales e inversionistas que se beneficiaran en países donde no
se respetaban los derechos humanos, políticos y laborales.
Una brecha que era necesario eliminar y que indudablemente significaba
un obstáculo para lograr los objetivos de desmantelar el muñeco racista
eran los divergentes criterios de los liberales tradicionales que
amenazaban a los empecinados blancos con el slogan de "Sufrirás el futuro".
En este frente tuvo una importancia decisiva la "Free Market Foundation"
del convincente profeta del libre mercado León Louw y el brillante
conferencista Clem Sunter. A las más de cien presentaciones de Clem
Sunter llegaron a atender casi 30.000 personas y sus audiencias incluían
entusiastas desde el gabinete de ministros hasta activistas de los
asentamientos urbanos creados para la raza negra durante el apartheid.
Al igual que Sunter, León Louw resultó un convincente conferencista con
sus horas de bombardeos de gráficos, ejemplos y exhortaciones.
Fueron tan convincentes estos ciclos de conferencia que el responsable
del departamento de investigaciones del ANC Pallo Jordan no podía
entender la recepción que tuvo esta ideología de libre mercado dentro de
los sudafricanos que se catalogaban de izquierda. "Lo más sorprendente,
dijo, es que estas ideas asociadas con el Thacherismo-Reaganismo
(Thacherite-Reaganite) encontraron recepción dentro del discurso radical
y fueron consideradas como un pilar de la liberación" (Weekly Mail, 17
de julio de 1987, p.7). Este apoyo se hizo más evidente cuando Winnie
Mandela escribió un entusiasta prefacio dando su apoyo abierto al libro
sobre privatización y desregulación escrito por Leon Louw y su esposa
Frances Kendall, bajo el titulo South Africa: The Solution.
Las predicas de Louw demostraban que un Estado racista, excluyente de
las grandes mayorías, era tan ineficiente y dañino como un Estado
socialista de economía planificada e improductiva. Los intereses en un
momento divergentes, de los sectores que clamaban el "socialismo étnico"
y los que deseaban conservar un Estado súper burocratizado afrikáner
fueron comprendiendo con las predicas de estos que si "el gobierno fuera
adecuadamente limitado, la vida se despolitizaría y se desactivaría la
lucha por el poder".
En septiembre de 1985, durante el anuncio de las sanciones que Estados
Unidos aplicaba al régimen de Pretoria, el presidente Ronald Reagan
dijo: "Si, nosotros en América, por lo que somos y por lo que creemos,
tenemos influencia para hacer el bien. Nosotros tenemos también un
inmenso potencial de hacer las cosas peor. Antes de tomar pasos firmes,
debemos pensar en la cuestión clave: ¿Estamos ayudando a cambiar el
sistema? ¿O estamos castigando a la población negra que queremos ayudar?
La política de Estados Unidos a través de varias administraciones ha
sido usar nuestra influencia y nuestra presión contra el apartheid, no
contra personas inocentes que son las víctimas del apartheid".
("Washington Post, 10 de septiembre de 1985. A2).
A finales de 1985 Pretoria se encontraba ya bajo una política
insostenible. Meses después de las andanadas del presidente Reagan, el
Congreso norteamericano, en la Sección 113 de la Ley Integral
Anti-Apartheid, pone sobre la mesa las exigencias que Estados Unidos
requería para la terminación de las acciones. Estas eran:
1. Liberación de todas las personas sancionadas por sus creencias
políticas o detenidas arbitrariamente sin juicios; incluyendo en primer
lugar a Nelson Mandela.
2. Terminar el estado de emergencia y liberar a todas las personas que
hayan sido detenidas bajo ese estado.
3. Permitir a todos los surafricanos de todas las razas el libre derecho
a formar sus partidos políticos, expresar libremente sus opiniones y
participar en todos los procesos políticos.
4. Derogar la Ley de Áreas de Grupos y la Ley de Registro de Población y
no establecer otra medida similar.
5.Consentir en entrar en negociaciones de buena fe con los verdaderos
representantes de la mayoría negra sin precondiciones.

El régimen de Pretoria reaccionó violentamente. El presidente P. W.
Botha declaró: "Nosotros no hemos cedido nunca a las demandas del
exterior ni pensamos hacerlo. Los problemas de Sudáfrica serán resueltos
por los sudafricanos y no por los extranjeros. A nosotros no nos van a
detener de hacer lo que pensamos que es lo mejor para nuestro país ni
nos van a forzar a hacer lo que no queremos hacer".
Preguntado sobre los efectos que él estimaba traería la ley aprobada por
el Congreso de Estados Unidos contra el apartheid respondió: "Ustedes me
están dando una elección. Si no hacemos lo que ustedes quieren, seremos
más pobres, y si lo hacemos perderemos el control. Nosotros hemos vivido
pobres y podemos vivir pobres otra vez, pero no podemos perder el control".
No obstante la reacción violenta de los dirigentes del régimen de
Pretoria. La situación económica seguía deteriorándose a un paso más
rápido. El sector privado, anticipándose a un posible congelamiento de
las cuentas bancarias en Estados Unidos, comenzó a sacar su dinero del
país, primeramente hacia Suiza donde ya se manejaba la mayoría de las
transacciones de Sudáfrica en oro ( Journal of Comerce, 28 de julio de
1986, 3A).
El obstáculo de la expansión comunista
Aunque Estados Unidos estaba decidido a terminar con el apartheid, había
un obstáculo que le indicaba prudencia. La presencia de las tropas
cubanas en Angola y Etiopía, la recepción de enormes cantidades de
armamento con las últimas tecnologías de guerra, la presencia cada vez
más creciente de miles de asesores soviéticos en la región y las
declaraciones cada vez más hostiles de los países de la llamada Línea
del Frente (Angola, Mozambique, Zimbabue) hizo caer a los
norteamericanos en una encrucijada.
El apartheid era totalmente retrogrado e inaceptable tanto por su daño
al desarrollo del libre mercado como por las afectaciones que se podrían
crear en la economía y seguridad nacional de Estados Unidos con las
interrupciones en el suministro de materiales estratégicos. Pero por
otro lado, si la región completa seguía desestabilizándose y los
comunistas lograban imponerse en Sudáfrica, el problema seguiría
indisoluble y hasta pudiera ser peor el remedio que la enfermedad.
Los norteamericanos veían la doctrina y los métodos del expansionismo
soviético comparándolos con las infecciones oportunistas que se
desarrollan en un cuerpo como resultado de las defensas debilitadas por
una enfermedad crónica sistemática.
En el caso del cono sur africano, la agresión del gobierno de Pretoria
contra los Estados circundantes (desestabilización), aunque explicada en
el idioma de la lucha contra el comunismo, era la enfermedad crónica
sistemática. Los corazones y las mentes destruidas de millones de
africanos afectados por estas prácticas de desestabilización
significaban el cuerpo inmunológicamente debilitado y por ende altamente
susceptibles a la infección oportunista del comunismo.
Por la correlación de fuerzas en el terreno, Estados Unidos sabía que
las tropas cubanas no tenían posibilidades de derrotar militarmente al
ejército de Sudáfrica, pero se estaba caminando por el filo de una
navaja. Existía la posibilidad de que en algún momento que los
sudafricanos se sintieran realmente amenazados hicieran uso de su
armamento nuclear, y ya en ese punto del conflicto sería muy difícil
ponerle freno a la catástrofe que provocaría.
En las conversaciones de distensión que sostenían los soviéticos con
Estados Unidos desde principios de 1987 comenzaron a dar claras muestras
de que estaban comprometidos a un relajamiento de tensiones
internacionales. El 8 de Febrero de 1988 la URSS anunciaba su compromiso
de retirar sus tropas de Afganistán e iniciaba una clara política de
desvinculación de sus compromisos con sus aliados a lo largo del mundo.
De forma gradual pero sin interrupciones, la URSS fue comunicando a sus
aliados desde mediados de 1987 el fin de su apoyo militar y económico.
Fidel Castro y los sandinistas nicaragüenses en América Latina; los
regímenes de Angola, Mozambique y el general Mengistu en Etiopía;
Vietnam en Asia... todos recibieron la noticia de que la URSS iba a
interrumpir su ayuda financiera, diplomática y militar.
Esta era la tan esperada luz verde que necesitaba Estados Unidos para
intensificar la búsqueda de la paz en Sudáfrica. Misión que cumplió con
esmerada diligencia el secretario de Asuntos Africanos de Estados
Unidos, Chéster Croker.
La suerte de los supremacistas blancos de Sudáfrica quedó sellada el 28
de enero de 1987, cuando el presidente del Congreso Nacional Africano
(ANC por sus siglas en inglés), Oliver Tambo, fue invitado a Washington
por el presidente Ronald Reagan. Este fue el encuentro de más alto nivel
que una organización anti-apartheid haya tenido en Estados Unidos.
Tanto el ANC como el Departamento de Estado informaron que las reuniones
se basaron en el pedido de Oliver Tambo de imponer sanciones más severas
al régimen surafricano y Estados Unidos de expresar sus dudas sobre lo
que George Shultz calificó como "La influencia soviética en el ANC".
Tambo le aseguró a Shultz, afirmando: "Yo no soy comunista".
Posteriormente Tambo declaró que él y Shultz habían "encontrado una
amplia área de acuerdos sobre la naturaleza del sistema de apartheid y
la necesidad de abolirlo". En retorno, se comprometió al acuerdo del
Congreso Nacional Africano (ANC) a una "democracia multipartidista" y al
mantenimiento de una estructura básicamente capitalista en la era
postapartheid en Sudáfrica.
La promesa de Oliver Tambo se materializó con la desaparición del apartheid.
Los conflictos armados en el sur de África y en especial la guerra
fronteriza en Angola no terminaron por la victoria o derrota de ninguno
de los supremacistas contrincantes. La liberación de 30 millones de
consumidores en el sur de África y los intereses económicos de Occidente
fueron más decisivos que las armas nucleares de Pretoria o las decenas
de miles de tropas cubanas.
Fidel Castro y la anquilosada elite gobernante del PCC pueden decir lo
que quieran, tergiversar la historia que quieran con el control absoluto
de la información, pero al final del camino todo saldrá a la luz y los
cubanos conocerán la verdad atroz a la que una dictadura totalitaria los
sometió durante tanto tiempo. En su camino hacia el mausoleo Castro
definitivamente ha perdido el sueño. Aunque ya no importa que sea
momificado, incinerado o enterrado. Qué más da con el daño y desolación
que deja en su despedida faraónica. Lo verdaderamente importante para la
nación es hacer prevalecer la realidad histórica, no los mitos, la
falsedad y el engaño de la dictadura totalitaria más cruel y despiadada
que haya sufrido una nación americana.

BIBLIOGRAFÍA:
Teniente coronel Mario Rivas Morales, Cuba en Sucesión, 2 de Agosto de 2010.
Anzovin Steven, ed. South Africa: Apartheid and Divestiture.
Crocker, Chester A. South Africa's Defense Posture: Coping with
Vulnerability.
Plotkin Rhoda, The United States and South Africa: The Strategic Connection.
Reagan Ronald "U.S. Economic Relation and South Africa: Apartheid, Some
Solutions." Vital Speeches of the Day, August 15, 1986, 1-5.
The African Fund (associated with the American Committee on Africa)
"Questions and Answers on South Africa Sanctions." Perspectives, No 1/86 1-5
Wolpe, Howard "Seizing Southern African Opportunities" Foreign Policy.
1988, 60-71.

Source: Camino del Mausoleo con sus mitos y realidades (II) - Artículos
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http://www.cubaencuentro.com/internacional/articulos/camino-del-mausoleo-con-sus-mitos-y-realidades-ii-325827

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