La maldita circunstancia del agua en ninguna parte
La sequía en Cuba tiene como aliada la deplorable gestión del gobierno
viernes, enero 8, 2016 | Ana León
LA HABANA, Cuba.- La extrema sequía que azota al territorio cubano ha
encontrado un dañino aliado en la deplorable gestión del gobierno para
garantizar la llegada del agua a los hogares en la capital. Las
operaciones encaminadas a componer o renovar las redes hidráulicas ha
dejado sin el imprescindible líquido a numerosas familias del consejo
popular Jesús María, en La Habana Vieja.
Seis meses después de cerrada la última zanja bajo la cual
–supuestamente– quedaron reparadas las nuevas cañerías, en varios
solares no entra el agua con la frecuencia necesaria para dar abasto a
estos recintos habitacionales, caracterizados por la fragilidad
constructiva y el hacinamiento de varias familias. Un vecino de la calle
Factoría declaró que, tras la sequía del año 2010 –una de las más
terribles que ha afectado a la nación caribeña en lo que va del siglo
XXI–, la afluencia del agua se estabilizó, hasta que comenzaron las
obras públicas para sustituir varios kilómetros de conductos que tenían
más de un siglo de existencia.
Desde que culminara el reemplazo de dichas estructuras, a mediados de
2015, el agua llega a los inmuebles cada varios días, muchas veces a
medianoche, por un tiempo limitado de dos o tres horas. Las filas de
vasijas vacías a la entrada de los solares y las cubetas llenas,
peligrosamente transportadas a los pisos superiores de los edificios con
ayuda de una roldana, conforman el cuadro patético de la vida de hombres
y mujeres trabajadores, cuya lucha por la supervivencia abarca las 24
horas del día. Los habitantes de la calle Factoría –asolada por la
sequía desde hace meses– han tenido que arreglárselas para contar con el
mínimo indispensable de agua que les permita garantizar higiene y
alimentación. Los métodos han sido diversos: desde colocar un número
superior de tanques para asegurar un almacenamiento prolongado o
instalar un motor (ladrón) de agua, hasta pagar colectivamente los 10 o
15 CUC que exigen los choferes de camiones cisternas por ofrecer sus
servicios, al margen del ineficaz programa de distribución establecido
por la empresa Aguas de La Habana.
Ambas alternativas únicamente solucionan el problema inmediato. Pero el
mal permanece y se agudiza hasta provocar querellas entre vecinos, pues
cada ladrón de agua conectado a la red principal, disminuye las
posibilidades de quienes hacen fila varias horas para acabar yendo a
casa –si tienen suerte– solo con la ración de beber. A pesar de las
quejas transmitidas al delegado de la circunscripción, y de las catarsis
multitudinarias en las oficinas de Aguas de La Habana o del Poder
Popular, lo vecinos no pueden aspirar a otro recurso que no sea pagar de
su propio bolsillo las pipas de agua. Esta solución ilegal trae paz a
los hogares durante dos o tres días, al cabo de los cuales hay que
reiniciar la colecta. Aunque las familias cubanas que viven en los
barrios humildes no pueden permitirse este gasto con regularidad, acudir
a las autoridades no es una opción.
Según una funcionaria de la oficina de Aguas de La Habana, el municipio
Habana Vieja cuenta con pocos camiones cisternas para satisfacer la
demanda, de modo que la planificación debe responder a las necesidades
de los diversos consejos populares. El resultado es que solo puede
enviarse una pipa cada tres días –mínimo– a las zonas afectadas, siempre
que esta sea solicitada con anticipación por el delegado de la
circunscripción. En medio de una coyuntura insostenible, los reclamos de
la población se estrellan contra exigencias de ahorro y cooperación.
Pero las pocas veces que un carro cisterna ha ofrecido servicios tras
solicitud del delegado, ha llegado a su destino a altas horas de la
noche y solo con el 50 % de su capacidad de llenado, luego de haber
vendido la otra mitad al dueño de alguna casa de alquiler a extranjeros.
Estos manejos son conocidos por la policía, los inspectores y los
funcionarios de Aguas de La Habana, pero en lugar de contener el abuso,
las tarifas han aumentado.
Históricamente habituado a callar y aguantar, el cubano común considera
más factible probar suerte con una pipa mediada de agua que acusar a los
choferes corruptos, quienes, sin el menor escrúpulo, venden en una sola
vivienda el agua destinada a los habitantes de un edificio múltiple. En
la Cuba actual, denunciar la rapacidad de estos individuos solo traería
como consecuencia echar por la borda la posibilidad de remediar –aunque
sea mediante pago y de manera transitoria– la sequía hogareña. Para los
necesitados es preferible comulgar con trueques ilegales que lidiar con
la disfuncionalidad doméstica resultante de la ausencia de agua: un mal
que el gobierno de la Isla no parece interesado en resolver.
Source: La maldita circunstancia del agua en ninguna parte | Cubanet -
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