viernes, 8 de enero de 2016

Cuba, una isla que morirá de sed

Cuba, una isla que morirá de sed
¿Cuánto llegará a costar dentro de pocos años, en las calles cubanas, el
galón de agua potable?
viernes, enero 8, 2016 | Ernesto Pérez Chang

LA HABANA, Cuba.- Durante el año 2015, varias notas informativas del
Estado Mayor de la Defensa Civil alertaron sobre la grave situación de
sequía en el país, sin embargo, en el contenido de ninguna de ellas se
sugería el aplazamiento de los "planes de desarrollo" que comprometen
grandes volúmenes de agua. El principal propósito de todas se limitó a
"crear conciencia" en las personas sobre la "necesidad del ahorro" y
advertir sobre el incremento de las afectaciones en el abasto a la
población.

Hace apenas unos días, como hiciera durante todo el año, el Instituto
Nacional de Recursos Hidráulicos volvió a informar lo que ya por
reiterado ha dejado de ser noticia: que los embalses están muy lejos de
recuperarse, que se encuentran muy por debajo de su capacidad de llenado
(algunos con niveles inferiores al 30 por ciento) y que, incluso, las
fuentes de agua subterráneas están en peligroso descenso.

En la televisión nacional, los reportajes periodísticos sobre la crisis
guardaron silencio sobre el impacto negativo de industrias depredadoras
como las de extracción de petróleo y el turismo, y se limitaron a
señalar a la población como agente catalizador de los males y a
demonizar a algunos negocios, la mayoría en manos del sector privado,
como los de lavado de autos y la renta de viviendas con piscinas.

En todo el país es fácil observar la magnitud de las afectaciones:
ciudades y poblados donde el abastecimiento de agua es azaroso o depende
exclusivamente de carros cisternas o de la apertura de pozos cada vez
más profundos y con aguas no aptas para el consumo humano; cosechas
totalmente arruinadas o con muy bajos rendimientos; hospitales, como el
Nacional, en La Habana, o varios servicios de ginecobstetricia del país,
que debieron desatender a los pacientes o paralizar los servicios por
falta de agua; guarderías infantiles y comedores escolares que
rutinariamente han debido cerrar por desabastecimiento del líquido vital.

La crisis es visible, es real, sin embargo, pudiera parecer un invento
cuando se comprueba que un panorama y unos pronósticos tan aterradores
no han sido capaces de frenar los planes de incrementar los campos de
golf en la isla, e incluso intentar, en un corto lapso de tiempo,
convertir al país en una de las plazas principales para un deporte que
numerosos ambientalistas señalan como fuerte generador de desastres por
las sustancias tóxicas (provenientes de los herbicidas, fungicidas,
plaguicidas y fertilizantes) que inyecta a los acuíferos subterráneos y
por consumidor de grandes volúmenes de agua.

Se calcula que un solo campo de golf de 18 hoyos consume en un año, y en
condiciones normales, la misma cantidad de agua que una ciudad de 200
000 habitantes. La comparación es solo un estimado que puede tender al
incremento en regiones como Cuba donde la radiación solar es mucho más
fuerte y, para mantener las buenas condiciones de los terrenos, estos
deberán irrigarse con mayor frecuencia, multiplicando la demanda de humedad.

Si, atendiendo al dato anterior, un solo campo de golf pudiera llegar a
convertirse en una tragedia para un país afectado por la sequía,
intentemos imaginar la magnitud de la catástrofe cuando sumen más de
treinta los emplazamientos que se han previsto para un futuro inmediato
y que constituyen una prioridad en las últimas carteras de inversiones
publicadas en el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba.

Tan solo en el 2014, y para dos del total de campos de golf propuestos
para implementarse en un período de 15 años, el gobierno cubano
solicitaba a los inversores extranjeros un capital cercano a los mil
millones de dólares. En los planes no solo se contempla la construcción
de las áreas deportivas sino, además, un gigantesco desarrollo
inmobiliario asociado.

Por ejemplo, uno de los proyectos en Cienfuegos, denominado El Faro/El
Jagüey, perteneciente al polo turístico Rancho Luna-Pasacaballos tendrá
una extensión de 517 hectáreas donde serán incluidos dos campos de golf
de 18 hoyos cada uno, un campo de practica, una casa club, dos hoteles
de categoría 5 estrellas, ambos con un total de 240 habitaciones, un
SPA, a lo que se suman 3 600 unidades inmobiliarias, de las cuales 360
serán casas o villas y 3240 apartamentos, sin contar otras áreas
deportivas, múltiples centros comerciales y de servicio. Sin dudas un
emplazamiento mucho más ambicioso que el anunciado en 2014, por la
empresa cubana Palmares y la compañía británica London & Regional, que
se limitaría a la edificación de un hotel de lujo de 100 habitaciones y
poco más de 1000 casas y departamentos frente a una playa privada en
Varadero.

Entusiasmado con los beneficios económicos a corto plazo y respaldados
los planes por dictámenes científicos (la mayoría realizados por equipos
de investigación subordinados a las empresas inversionistas) que
contradicen a la generalidad de los estudios ambientales sobre el tema
de los campos de golf, actualmente el Ministerio de Turismo planea la
ejecución de megaproyectos similares en casi todas las provincias del
país, sin importar cuán afectadas estén las reservas de agua en zonas
como Holguín, Las Tunas, Camagüey, Mayabeque o Matanzas, regiones con
niveles preocupantes de afectación por la sequía intensa.

En España, una de las plazas más importantes para el golf mundial, con
cerca de 400 instalaciones, muchas de ellas asociadas a proyectos
inmobiliarios al igual que en Cuba, los estudios ambientales han
obligado a los gobiernos y autoridades locales a establecer regulaciones
en el uso de las aguas en los campos de golf, lo que ha hecho más
difícil la obtención de licencias por parte de las empresas
constructoras que, como señalan algunos economistas, han visto, en los
últimos años, a la mayor parte de sus proyectos realizados convertirse
en activos tóxicos o empantanarse en instituciones de crédito hipotecarias.

Otros países con tradición golfista también han establecido regulaciones
rigurosas, lo que, en opinión de algunos analistas, ha provocado que las
grandes empresas dedicadas a este deporte orienten sus planes de
inversiones hacia países donde las leyes ambientales o no se cumplen a
cabalidad o bien ni siquiera existen o se supeditan a los planes
económicos y políticos.

Asociar los campos de golf a proyectos inmobiliarios además de aumentar
el valor inicial de los terrenos propicia un enmascaramiento de las
regulaciones nacionales que privilegian el consumo humano en la
distribución del total de las reservas de agua potable. Si un campo de
golf, por sí solo, no resulta una prioridad en caso de crisis por
sequía, un complejo de viviendas instalado en él justificaría el desvío
de los recursos hídricos por encima de otras entidades productivas o de
servicios de mayor importancia para la población en general.

"Los campos de golf dan ganancia. El turista de golf gasta el doble que
un turista de sol y playa, pero hay que ver los costos de mantenimiento
de un solo campo de golf. Normalmente, el monto está en cerca de medio
millón de dólares al año. En el caso de Cuba, la cifra se puede
incrementar debido a las constantes afectaciones por los fenómenos
naturales típicos de la zona [geográfica] en que estamos situados, así
como por la falta de preparación del personal que trabaja allí y por lo
impredecible del clima, también son problemas graves la salinidad y la
intrusión de agua salobre en las aguas del subsuelo que ya, de por sí,
están sobrexplotadas por la extracción de petróleo y el propio consumo
humano", afirma un funcionario del Ministerio de Turismo vinculado al
desarrollo de los campos de golf en Varadero.

En la Cartera de Inversiones del año 2014, actualizada en el 2015 con
nuevas propuestas, se informa de los resultados esperados por el
gobierno con este tipo de inversión. Todos están desvinculados de
cualquier tipo de beneficio público basado en aquello de "El Deporte
Derecho del Pueblo".

Los importes por el juego de golf en cualquier instalación cubana
oscilan entre los 70 y 85 dólares, es decir, aproximadamente tres meses
de salario promedio de un trabajador estatal. El precio de los hoteles
se estima en una media de 130 dólares por Pax. Las unidades
residenciales podrán ser rentadas entre 200 y 300 dólares diarios,
estimando un 33% de ocupación, lo que significaría ingresos de 70.8
millones de dólares, de los cuales el 60 % serian pagados a los
propietarios y el 40% restante resultarían ingresos a la empresa mixta.
Existirán otros ingresos por la gastronomía, recreación y renta de
espacios comerciales (datos extraídos de la Cartera de Inversiones del
2015), en fin, un negocio redondo en el que no se le explica al cubano
de a pie cuánto llegará a costar dentro de pocos años, en las calles de
Cuba, el galón de agua potable o si tendrá que salir a "lucharla" en el
mercado negro, tal como está pasando hoy en día en cualquier barrio de
La Habana donde unos pocos litros de agua, obtenidos de un carro
cisterna "clandestino", cuesta más de la mitad del salario de un obrero.

Source: Cuba, una isla que morirá de sed | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/cuba-una-isla-que-morira-de-sed/

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