La procaz doctrina del chantaje
[05-08-2013]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- El populismo demagógico lleva décadas
estimulando la ilusión del Estado del bienestar. Prevalece allí un
sistema mercantilista, en el que se enriquecen funcionarios corruptos y
esos que reciben prebendas desde el poder.
De la mano de un creciente intervencionismo estatal, han logrado una
significativa concentración del poder. Lo consiguieron con una
deformación del régimen impositivo, que centraliza recursos, quitar
autonomía a las provincias y ciudades, violando el espíritu federal de
la Constitución.
El esquema político ha sido funcional a este presente. Se han sucedido
en forma intermitente, salvo honrosas excepciones, líderes mesiánicos y
gobiernos cívico - militares que recorrieron idéntico camino,
construyendo este engendro que sigue vigente como paradigma del poder.
La característica principal es la presencia de un Estado central
gigante, omnipresente, pero también arbitrario, ineficaz y corrupto, que
se apropia de la inmensa mayoría de los recursos al recaudar y disponer
sin criterio de los impuestos que pagan todos, que utiliza el monopolio
de la emisión monetaria a discreción y manipula cualquier negociación de
endeudamiento.
Esta modalidad no se construyó hace semanas, sino que lleva décadas
progresando, a veces gradualmente y en otras ocasiones, creciendo
vertiginosamente. Bajo esa dinámica, mutó del estado federal al
unitario, de un conjunto de provincias y ciudades que tenían la voluntad
política de buscar un destino común, a este presente con una nación
poderosa que somete a las provincias, bajo el yugo de la redistribución
económica.
Los intendentes aliados, los gobernadores amigos, hasta los candidatos
del oficialismo, gozan del privilegio del financiamiento ilimitado. El
partido del gobierno usa la caja del Estado como si fuera propia y
arbitrariamente decide a que ciudades y provincias ayudar, a que
dirigente político apuntalar, hacia donde direccionar esfuerzos, como si
ese dinero le perteneciera a la facción mayoritaria del poder.
Ya ni siquiera intenta disimularlo. Se hace a cara descubierta y hasta
se dice a viva voz sin pudor alguno, que para que los fondos públicos
lleguen a una ciudad o provincia, solo hay que apoyar electoralmente al
candidato del color partidario del gobierno central.
Se trata de un mecanismo extorsivo, pero que cuenta ahora con el
agravante de haberse naturalizado, de no tener siquiera un reproche
moral por parte de los votantes. No es una casualidad, sino una
filosofía política, que consiste en acumular dineros públicos, mediante
el voraz saqueo a los ciudadanos, para luego utilizarlos en provecho
propio del poder y chantajear a todos diciéndoles que ese dinero fluirá
SOLO si ellos se someten electoralmente ungiendo al personaje indicado
por el gobierno.
Los votantes, en ese esquema, son llevados a la posición de rehén. Sus
opciones son avenirse a lo que plantea el poder, o ser habitantes de
segunda como castigo por no avalar al candidato oficial.
Es grave que un inescrupuloso político lo proponga y que una banda de
aduladores aplauda estas indecentes prácticas, pero más trágico es que
un grupo de ciudadanos tan numeroso actúe en consecuencia, siendo
funcional, para claudicar mansamente a esa inmoral propuesta.
Hacerlo, doblegarse con tanto servilismo utilitario, darle entidad
lógica a esa indecente proposición política implica la negación de la
dignidad, la prostitución de las ideas, donde se canjean favores
económicos a cambio de hacer lo incorrecto, forzando la voluntad de los
ciudadanos.
No es un caso aislado, se ha convertido definitivamente en una forma de
hacer política, demasiado frecuente, extremadamente popularizada y que
parece haber llegado para quedarse.
Los ciudadanos tendrán que comprender que si le fijan precio a sus
creencias, serán objetos de uso y material de descarte de una casta
política que demuestra su vocación de utilizarlos para sus fines, sin
que importen demasiado sus verdaderos intereses y genuinas
preocupaciones. Esta forma de hacer política, se está convirtiendo en
una regla de juego sin discusión, una pauta incuestionable, un dato de
la realidad.
Pero existe un modo concreto de enfrentarlo, que es tener algo de
dignidad, asumir que los seres humanos y nuestras convicciones
personales no son una mercadería que pueda ser adquirida a la vuelta de
la esquina. Para eso resulta vital entender lo que pasa y no estimular
con el voto este hábito. Si los votantes deciden acompañar este
indecente ejercicio político se convierten en cómplices de la corrupción
y en parte vital del sistema que tantas veces critican pero finamente
convalidan con acciones concretas.
Es tiempo de repensar la política. Sus actores avanzan siempre que
tienen respaldo electoral para hacerlo. Si no se tiene la dignidad
cívica suficiente para no dejarse extorsionar, se pierde la autoridad
moral para cuestionar al régimen. Mientras tanto se asiste al patético
espectáculo que ha montado la procaz doctrina del chantaje.
Source: "La procaz doctrina del chantaje - Misceláneas de Cuba" -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/51ffa6a63a682e13689bca27
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