Publicado el viernes, 08.09.13
La muerte de los otros
MARTIN SANTIVAÑEZ
El Leviatán tropical que el castrismo ha construido a lo largo de
sesenta años exige, de manera sistemática, una cuota de sangre. La
legitimidad del modelo está en función del terror que el líder y el
Partido son capaces de imponer. La cuota, ese concepto que todo
revolucionario convicto y confeso aprende en las "escuelas populares",
es el pago que demanda la ideología para construir aquí en la tierra el
paraíso ácrata, el Edén del "hombre nuevo", un mito apreciado por los
remanentes del guevarismo.
Así, el Estado regentado por los Castro, adecuando principios de la
ortodoxia comunista a la realidad latinoamericana, ha seguido el viejo
manual político esbozado por Marx, el hombre que escribió, en un
arrebato de sinceridad radical, que lo suyo (y lo de sus discípulos) era
"proferir gigantescas maldiciones". En realidad, lo que el castrismo ha
hecho con Cuba es la hoja de ruta de todos los regímenes comunistas que
han sido, son y serán. Todo se legitima si con ello se construye el
futuro. Siguiendo esta lógica, la sangre puede y debe ser ofrecida en
holocausto si con ello se consolida la revolución.
Por eso, no sorprende que un Estado construido bajo estas premisas
ideológicas totalitarias y maniqueas, haya decidido asesinar a un
opositor de fuste como Oswaldo Payá. Sin logros económicos que ofrecer
después de sesenta años de mesianismo y estatolatría, los Castro solo
puede mantenerse en el poder empleando en el frente interno,
indistintamente, la coerción masiva o la aniquilación selectiva.
Además, en el exterior, el castrismo disfruta del apoyo material del
ALBA y de la complicidad política de ese bloque que algunos analistas
denominan la "nueva izquierda latinoamericana": el lulismo del PT, el
socialismo chileno de la Bachelet, la confluencia peruana de Villarán,
etc. La realidad es clara: la "nueva izquierda" latinoamericana nunca ha
dejado de acudir a los besamanos que periódicamente organiza La Habana.
Este es el Estado policial que ha asesinado a Oswaldo Payá después de
perseguirlo durante toda su vida pública. Esta es la tiranía clásica a
la que Payá se enfrentó con valentía, fe y decisión. Un despotismo que
apela al miedo, al comisariato y al "juicio popular", apoyándose en el
aplauso o el silencio cómplice de sus parientes ideológicos.
No es un Estado distinto a las dictaduras que edificaron muros, Gulags o
campos de concentración. El grado de refinamiento, la sofisticación que
el instrumento de los Castro ha desarrollado en la vigilancia y la
represión sólo es comprensible si tomamos en cuenta el soporte
internacional, el paraguas externo, la ayuda o el silencio de la
comunidad global. Oswaldo Payá no sólo era un obstáculo interno. Se
había transformado en un referente peligroso a nivel mundial. La lógica
revolucionaria, la de la cuota por el futuro, entró en juego
materializándose en el asesinato narrado a ElMundo por Ángel Carromero.
La existencia, la propia condición vital de un líder que predicó el
mensaje de libertad, unidad y reconciliación era insoportable para un
Partido que se legitima desde hace seis décadas en función al miedo y la
división.
La muerte de Oswaldo Payá no es un crimen más de la dictadura castrista.
Su asesinato puede y debe generar una reacción internacional que liquide
la aspiración de convertir a los Castro, a punta de maquillaje, en los
autores iluminados de una "democracia popular" distinta, pero tolerable.
España no debe pactar con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar
la iniciativa a nivel regional, el gobierno tiene que denunciar las
irregularidades del caso Payá, la ilegalidad del trato a Carromero y la
represión dictatorial que estrangula a la oposición cubana día a día. El
que guarda silencio ante la muerte de Payá es un cadáver, un cuerpo
inerte para la democracia. Porque Oswaldo, el socialcristiano, encarnó
siempre lo mejor de Cuba: la síntesis por encima de las divisiones, la
denuncia valiente ante el foro internacional y la esperanza de un cambio
real. Los otros, los que han construido a fuerza de ideología una
dictadura feroz y los que callan movidos por falsos cálculos políticos,
convergen en un mismo y execrable resultado: la prolongación material de
un Leviatán tropical que exige en holocausto, cada cierto tiempo, la
cuota de sangre de los mejores hijos de la libertad.
Investigador del Instituto Cultura y Sociedad de la
Universidad de Navarra. Visiting Fellow de SAIS - Johns Hopkins University.
Source: "La muerte de los otros - Opinión - ElNuevoHerald.com" -
http://www.elnuevoherald.com/2013/08/09/1540942/la-muerte-de-los-otros.html
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