La izquierda latinoamericana y los cuchillos largos de Fidel Castro
[09-08-2013]
Gualdo Hidalgo
Latin News
(www.miscelaneasdecuba.net).- No fue en asalto al cielo ni a la libertad
en lo que culminó la lucha del pueblo cubano, liderada por Fidel Castro,
contra el general Fulgencio Batista. Sobre las cenizas ardientes de la
guerra solo asistimos al traspaso de poderes de la típica dictadura de
corte tropical a la aún más feroz dictadura comunista; y para colmo,
rusa, eslava, y extranjerizante.
Irónicamente, la extrema izquierda de América Latina, caracterizada por
la crítica sempiterna al distanciamiento de nuestra autoctonía
-expresado mediante el calco de los modelos estadounidenses y
europeizantes-, desde 1959 ha celebrado, con fanfarria y regocijo
infinito, la dictadura de Fidel Castro, cuya concreción histórica
esencial consistió en la supeditación servil a la bota rusa.
En los albores del siglo XXI resulta insultante que la izquierda
latinoamericana insista en perpetuar la apostasía cometida por Fidel
Castro y ofrezca a los países latinoamericanos la añeja receta del siglo
XIX copiada de Marx, Lenin y Stalin.
Si bien es cierto que el fin del milenio pasado no implica,
necesariamente, el fin de la historia, y que América Latina,
metafóricamente hablando, se encuentra en una encrucijada, el seguir la
senda que apunta el índice de la izquierda - conducente a las
extemporáneas y fracasadas revoluciones socialistas de Rusia y Cuba-
solo agravaría y multiplicaría los acuciantes problemas del área.
Rusia y Cuba han sido meras tierras de promisión para las encandiladas y
febriles mentes de socialistas y comunistas. Obviamente, el pueblo
cubano y los demás pueblos latinoamericanos, aherrojados brutalmente por
aquellos que se autoproclaman sus liberadores, están hartos de los
deslumbramientos, alucinaciones y embelesos de los falsos profetas
socialistas y la miríada de sus falsas promesas, llámense Raul Castro,
Nicolás Maduro, Evo Morales, Daniel Ortega o Rafael Correa.
No necesitan ni merecen nuestros pueblos esa triada fatídica, agobiante
y opresora integrada por los hermanos Castro, la izquierda de America
Latina y el espectro de los bolcheviques rusos.
Por las reconditeces de América Latina, desde el río Bravo hasta el Cabo
de los Hornos, desde los cálidos bosques húmedos hasta las frías
regiones limítrofes con los polos, expresándose en trescientas lenguas,
quinientos millones de latinoamericanos, transitan con sus penurias,
congojas, alegrías, realizaciones y esperanzas, trémulos por el fardo de
la fatídica premonición que los acecha, la expansión comunista en toda
Latinoamérica y se conculquen, consiguientemente, sus libertades.
No necesita nuestra gente nutrirse de la papilla ideológica engañosa y
opresiva de los bolcheviques rusos y sus amañados corifeos locales. La
nuestra es una raza rebelde, vibrante e infinita en orgullo, renuente a
subordinarse a grupos y doctrinas foráneas. Son los descendientes de
europeos, de chibchas y mayas, de los negros africanos y mulatos, los
mestizos, los amerindios, los mapuches, los quechuas, los híbridos de
una estirpe humana marcados por la geografía, la historia, la política y
la cultura, que les confiere una identidad legitima y el derecho a
realizarse en la historia con el mayor respeto a sus orígenes, y
afirmándose en sus propios valores.
Sería un crimen de lesa libertad el imponerle a los pueblos de America
Latina el destino cruel impuesto por la dictadura castrista al valeroso
pueblo cubano. Cuba aún padece la gélida noche de los cuchillos largos,
desencadenada implacablemente por Fidel Castro desde 1959.
Contrariamente a lo que deliran los izquierdistas, los cubanos no
celebran la Revolución de Fidel Castro esparciendo al aire toneladas de
serpentinas y confetis sino con la estampida rauda hacia Mami, cuando
pueden o lo permite el capricho maquiavélico de los detentadores del poder.
Parias en su propia tierra, los cubanos celebraron jubilosamente el
advenimiento de Fidel Castro al poder. Confiaron en que la Revolución
era el augurio de una nueva época que los pondría en la ruta de su
verdadero destino. Pronto se hizo evidente que la tan cacareada
revolución socialista era la antítesis de la libertad. La historia de la
Revolución se convirtió en sinónimo de represión, encarcelamientos y
asesinatos. La condición de los cubanos degradó a un estado de
marginación, privación de función social, carencia de sentido y
alienación de la condición humana. La fantasiosa promesa comunista de
emancipación e igualdad social devino plétora de negaciones de las
oportunidades mínimas de vida, ruptura violenta de las tradiciones
democráticas nacionalistas y liberadoras, y destrucción de los valores
morales, cívicos, familiares, religiosos y socioculturales.
Los cubanos dejaron de ser partícipes y protagonistas de su propia
historia. Sus vidas fueron consideradas un material meta histórico.
Fueron relegados a un segundo plano por la entelequia de Partido
Comunista, "rector y guía de la sociedad". Ernesto Che Guevara, una de
las figuras prominentes del movimiento comunista cubano, latinoamericano
y mundial, proclamó a bombo y platillo la consigna de la creación del
Hombre Nuevo, lo que en rigor implicó una condena axiológica implacable
sobre la ineptitud y mediocridad del pueblo cubano, considerándolo muy
por debajo de los "sublimes, enaltecidos y enaltecedores valores" que
supuestamente caracterizan al genuino revolucionario comunista, y de ahí
la necesidad apremiante de crear un hombre nuevo, a la altura de las
exigencias de los estándares comunistas.
Durante más de medio siglo, los cubanos han sido relegados por la
yuxtaposición teórica entre "las masas", "el proletariado", por un
lado, y la minoría selecta y "de vanguardia" de los dirigentes del
Partido Comunista, por el otro. El pueblo no cuenta, lo que importa es
el Partido.
La cándida esperanza de un tiempo mejor que hipotéticamente se
inauguraría con el triunfo de Fidel Castro pronto se transformó en una
experiencia opresiva, angustiosa, paralizante y demoledora.
Al igual que ocurre actualmente en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y
Ecuador, los cubanos que apoyaron el ideal socialista se convirtieron en
cómplices de una estafa fraguada en contra de ellos mismos.
Paradójicamente, y a pesar de los cantos de sirena de los comunistas, el
axioma leninista de que la práctica es el criterio de la verdad, a la
postre se encarga de desenmascararlos. El dogma de la fe comunista en la
construcción de una sociedad superior a la capitalista-basado en las
elucubraciones de Carlos Marx en torno a un principio rector
inteligible de la progresión en espiral, ascendente y progresiva de la
Historia, que culminaría en el comunismo, y en el que se materializarían
las mejoras y beneficios superiores para la sociedad, y en particular
para los segmentos marginados de la población, el descalabro de las
revoluciones comunistas, en todos los periodos y en todas partes,
demuestra fehacientemente que en lugar de la cristalización de un sueño
ancestral, los pueblos bajo la férula de las dictaduras comunistas en
realidad experimentan la zozobra de una cruel pesadilla donde
exclusivamente proliferan los abusos, las persecuciones y la violación
de todos los derechos del Hombre.
Los pueblos de America Latina deben estar alertas ante las maniobras de
la izquierda de Latinoamérica, en particular ante la incitación y
exhortación a abrazar el mito de la Revolución cubana y hacerlo propio,
lo cual la convierte en cómplice de la confabulación, de la operación de
control comunista continental urdida en La Habana.
Latinoamérica debe ser fiel a sus raíces, idiosincrasia y valores, y no
traicionarse a sí misma convirtiéndose en una aldea obsecuente,
obediente, rendida y sumisa que danza al compás del ritmo comunista
orquestado en La Habana.
Source: "La izquierda latinoamericana y los cuchillos largos de Fidel
Castro - Misceláneas de Cuba" -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5204d9673a682e10a805eafd
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