lunes, 12 de agosto de 2013

Cuba y el precio de la apatía en política

Cuba y el precio de la apatía en política
agosto 12, 2013
Por Pedro Campos

"El precio de desentenderse de la política es el de ser gobernados por
hombres peores" – Platon

HAVANA TIMES — Empiezan en Cuba las discusiones del nuevo Código del
Trabajo. No basta con opinar, con expresar lo que creemos en las
reuniones verticalistas que se desarrollarán. Todos debemos exigir que
el proyecto final sea sometido a referendo nacional, libre y
democrático, puesto que se trata de un asunto que nos compete a todos.

Desgraciadamente en Cuba, a consecuencia de la política de exclusión del
gobierno, muchos dirán: "no me importa lo que ahí se apruebe. Todo lo de
este gobierno me es indiferente".

Grave error. El código del trabajo tiene que ver con todos los ciudadanos.

Recientemente mi amigo y compañero de luchas por el Socialismo
Participativo y Democrático, Félix Sautié publicó una crónica sobre la
desmotivación que percibe en algunos sectores de la sociedad cubana en
relación con la participación en los procesos de cambios que tienen
lugar en nuestro país. Y no solo respecto a las modestísimas
transformaciones de la "actualización", sino a los procesos
socioeconómicos y culturales generales que sufre Cuba.

Efectivamente, tiene él mucha razón en que no pocos ciudadanos optan por
desentenderse de todo ante la imposibilidad de poder influir realmente
en esos procesos, los cuales el estado-gobierno-partido trata de
controlar como si fueran de su propiedad privada y no competencia de
todos y cada uno de los ciudadanos que después vamos a sufrir las
consecuencias.

Y es que, desagraciadamente, tanta decepción acumulada por los fracasos
ante los grandes esfuerzos del pueblo cubano y los pocos avances
concretos en el nivel de vida de las mayorías sacrificadas, han
terminado por convencer a muchos de que no vale la pena decir ni hacer nada.

La misma burocracia se encargó de propalar el dicho conformista y
contrarrevolucionario: "esto no hay quien lo arregle; pero no hay quien
lo tumbe".

Y es precisamente la forma en que se gobierna Cuba hace medio siglo, la
que no crea actores políticos sino espectadores, pues todo se ha
decidido desde arriba con abuso de los decretos presidenciales.

Quiénes han actuado, proponiendo que se gobierne de otra manera, han
terminado todos aplastados por la maquinaria gubernamental, silenciados
y excluidos, en el mejor de los casos, cuando no presos o exiliados;
mientras que la "política de cuadros" se ha encargado de promover a los
leales.

La llamada "dirección histórica" que controla el país, el gobierno, el
estado y el partido, desde hace más de 50 años, secuestró la política
para sí, y desde entonces, todos los que se atrevieron a tratar de
difundir, no ya de hacer, otras políticas diferentes a las suyas, sea en
la economía o en otras áreas de la sociedad, fueron y siguen siendo
tildados de "contrarrevolucionarios", "agentes del imperialismo" y toda
esa ensarta de maniqueas manipulaciones típicas de los gobiernos de
corte neo-estalinista.

Y es que existe una relación directamente proporcional entre un gobierno
autoritario, como el cubano, y una débil participación popular en las
decisiones.

No podemos olvidar que el autoritarismo y la falta de democracia en Cuba
tuvieron su origen en las condiciones militaristas concretas en que
triunfó la revolución del 59, en medio de la "guerra fría", cuando el
socialismo predominante era ese estatalista y centralizado, todo lo cual
posibilitó que se mostrara la personalidad autoritaria del líder.

Un factor decisivo, en ello, fue que el pueblo depositó ciegamente toda
su confianza en él, se conformó con la postergación indefinida de las
elecciones democráticas y aceptó primero la "justicia social" que
demandaban los comandantes de La Sierra.

Eso no quiere decir que fuera el pueblo el culpable, sino que de su
nobleza y entrega, se valió el autoritarismo que aún gobierna Cuba. Los
máximos responsables de esa apatía que se observa en no pocos cubanos,
no son los que no participan, sino quienes han impedido e impiden la
participación, la cual restringen a dar opiniones en el "lugar, tiempo y
espacio" que deciden los de arriba.

Pero no podemos resignarnos a que la gente no participe, no opine, no
busque formar parte de las decisiones, porque si no estaremos condenados
a tener siempre gobiernos autoritarios.

Bertolt Brecht expresó: "El peor analfabeto es el analfabeto político.
No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos. No sabe
que el costo de la vida, el precio de los frijoles, del pan, de la
harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de
decisiones políticas. El analfabeto político es tan burro que se
enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política. No sabe
que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y
el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y
lacayo de las empresas nacionales y multinacionales".

Si queremos salir adelante, si queremos salir del estado actual de cosas
en que se encuentra el país en lo económico, político y social, tenemos
que actuar, romper la apatía de los que han perdido las esperanzas,
incentivar la participación, la emisión de opiniones, el combate a las
violaciones de los derechos de los demás, a las imposiciones, al
autoritarismo y desde luego luchar, por todas las vías pacíficas
posibles por la libertad de expresión.

Cada cubano debe reconocerse libre de expresar lo que entienda, no
importa lo que otros consideren, no importa que existan absurdas
disposiciones que impidan la libre y respetuosa expresión.

Cada cubano tiene derecho a exigir su participación en las decisiones,
más allá de los debates, que a todos nos conciernen, a reclamar en todos
los lugares posibles, en todas las tribunas, en todas las reuniones, su
derecho a expresarse libremente, a que las leyes no se sigan dictando
como decretos y a que se sometan a la consideración y votación de todos,
a referendo popular.

De nosotros, de todos nosotros depende que sigamos viviendo bajo un
esquema de opresión generalizada, de un estado cuya elite burocrática
toda lo controla y decide.

Y nadie venga con absurdas acusaciones de que estamos llamando a la
subversión, ni nada por el estilo. Estamos llamando al pueblo a exigir
pacíficamente su participación en las decisiones. ¿O de qué socialismo
se está hablando?

Los trabajadores y el pueblo todo, por su importancia, deben exigir que
el código del trabajo sea sometido a referendo popular.

La apatía en política cuesta muy cara.

Socialismo por la vida
—–
Pedro Camps: pedrocampos313@yahoo.es

Source: "Cuba y el precio de la apatía en política" -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=89613

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