Cuba mira hacia adentro y saca dura evaluación
VICTORIA BURNETT - Actualizado el 5 de agosto de 2013 a: 12:00 a.m.
- Presidente Raúl Castro sostiene que país retrocedió en 'cultura y
civilidad'
- Ilegalidades y maltrato a naturaleza suben, pero drogas y crimen
siguen bajos
La Habana. Hubo una época, recuerda Alexi, en que la vida en Cuba era
más simple. La gente se vestía apropiadamente. Los niños respetaban a
sus mayores. Robar era robar. "Mi padre me crió con una estricta serie
de valores", dijo Alexi, de 46 años, chofer desempleado de un barrio
bravo de la capital. "Pero eso se ha perdido".
Así que Alexi tuvo poco que discutir este mes cuando el presidente Raúl
Castro desató su sermón público más feroz y largo hasta la fecha sobre
la desaparición de la cultura y la conducta cubanas.
En un discurso ante la Asamblea Nacional, Castro dijo que la conducta de
los cubanos –desde orinar en la calle y criar cerdos en ciudades hasta
aceptar sobornos– lo había llevado a concluir que, pese a cinco décadas
de educación universal, la Isla había "retrocedido en cultura y civilidad".
Los cubanos construyen casas sin permisos, capturan peces en peligro de
extinción, talan árboles, apuestan, aceptan sobornos y favores, acumulan
bienes y los venden a precios inflados y acosan a los turistas, dijo Castro.
Y ese es tan solo el comienzo: los isleños gritan en la calle, maldicen
indiscriminadamente, interrumpen el sueño de los vecinos con música a
todo volumen, beben alcohol en público, destrozan teléfonos, evaden el
pago de tarifas de autobuses y lanzan piedras a trenes que van pasando,
lamentó el presidente.
"Pasan por alto las normas más elementales de cortesía y respeto",
prosiguió Castro. "Todo esto ocurre frente a nuestras narices, sin
provocar objeción alguna o desafío de otros ciudadanos".
"Tengo la amarga sensación de que estamos en una sociedad que está mejor
educada que nunca, pero no necesariamente iluminada", dijo Castro.
Su lacerante evaluación resonó con muchos cubanos, quienes lamentan el
aumento de la corrupción de poca monta y la conducta ordinaria,
nostálgicos por los días en que un salario del Estado bastaba para vivir
sin necesidad de hurtar y el sistema educativo se ganaba elogios
internacionales.
Recriminaciones. Pero si bien Castro reprendió a sus paisanos por perder
su "honestidad, decencia, sentido de vergüenza, decoro, honor y
sensibilidad a los problemas de terceros", muchos cubanos acusaron al
Gobierno de aferrarse a un sistema económico inoperante mientras la
infraestructura del país y servicios sociales se venían abajo y, con
ellos, la sensación de deber comunal del pueblo.
"Él debería haber tomado esa responsabilidad", dijo Alexi, quien pidió
que no se publicara su nombre completo porque estaba hablando de la
dirigencia cubana.
La moral de los cubanos se había roto, dijo, por el "periodo especial"
de severa penuria económica que siguió al colapso de la Unión Soviética,
cuando mucha gente recurrió al hurto, estafas y, en algunos casos,
prostitución para sobrevivir.
Parado sin camisa afuera de su pequeña casa, Alexi apuntó a su hijo de
24 años, quien reparaba un tapacubos en la acera. "¿Cómo podría yo
criarlo con la misma moral, cuando solo para poner arroz, frijoles y
cerdo sobre la mesa se requiere de todo tipo de ilegalidades?" dijo.
"Tuve que enseñarle los valores de la supervivencia".
En su hacinado departamento sin aire en el centro, Rosa Marta Martínez,
de 65 años, coincidía.
"¿Qué esperaba usted?", dijo Martínez, quien comparte la única
habitación con dos nietos y un bisnieto. "La gente tiene problemas de
vivienda. Los precios de la comida son altos. Está desesperada".
En el dilapidado edificio de Martínez, el ruido sordo del reguetón, que
ha reemplazado a la timba (forma de música cubana para bailar) como la
música de fondo de la nación, rugía desde el otro lado de la calle. Los
residentes dijeron que los niños jugaban en los corredores hasta ya
entrada la noche y los vecinos andaban dando tumbos por ahí a toda hora
y hacían caso omiso de sus quejas. En las calles cercanas, había basura
apilada en la calle junto a botes de basura vacíos.
De cualquier forma, La Habana ha evitado la rampante delincuencia y
violencia de drogas que plagan a muchas ciudades latinoamericanas, así
como estadounidenses. Y a pesar de las quejas sobre el deterioro de los
modales, muchos cubanos mantienen un sentido de comunidad y siguen cerca
de la familia, compartiendo comida o ayudando a amigos y vecinos.
Sin embargo, muchos cubanos, como Miguel Coyula, experto en planeación
urbana, temen que una generación entera de cubanos no haya conocido nada
sino la economía deformada y privaciones del periodo postsoviético.
Más allá de eso, dijo, la "pirámide social invertida", en la que un
médico percibe ingresos menores que un manicurista, se está volviendo
más pronunciada a medida que pequeños empresarios –usando las aperturas
que Castro ha hecho para introducir algunas empresas privadas– ganan
dinero vendiendo pizzas o teléfonos celulares. "El dinero no está en las
manos de los más educados", dijo Coyula.
Cinismo en la calle. Katrin Hansing, catedrática de Antropología en la
City University de Nueva York, quien ha estudiado a la juventud cubana,
dijo que crecer en un ambiente en el que los engaños y la duplicación d
eran una forma de vida, había engendrado cinismo.
"Este cinismo alimenta la falta de compromiso de la gente", dijo. "La
responsabilidad individual hacia el colectivo es muy baja". Los jóvenes
se sienten alienados de la dirigencia que envejece, destacó. "Existe una
discrepancia muy visual entre quién está dirigiendo el espectáculo y
quién lo está viviendo", dijo Hansing. "Los jóvenes viven en un universo
paralelo".
Al otro extremo de la ciudad desde el edificio donde vive Martínez,
Juan, de 19 años de edad, estudiante de Veterinaria, estaba escupiendo
en la cabeza de un cocodrilo en el zoológico del centro. El cocodrilo no
se veía muy contento. Latas de refresco apachurradas, arrojadas por
visitantes que pasaron por ahí, flotaban en la sucia agua alrededor de
sus fauces.
"Simplemente quería ver si se movía", dijo Juan, quien se negó a
proporcionar su apellido cuando le preguntaron por su comportamiento,
agregando que mucha gente de su edad no tenía interés alguno en la
educación o en trabajar arduamente.
"Todo gira en torno a la ropa, zapatillas bonitas, reguetón", dijo. "¿Ha
escuchado las letras? Son muy vulgares".
¿Crisis de la cultura? Cuba tiene grandes expectativas en su prestigio
cultural. Después de la Revolución de 1959, el Gobierno se propuso
purgar la decadencia que hacía de La Habana un imán para
estadounidenses, entre otros.
El Estado lanzó una campaña nacional de alfabetización, ofreció
educación sin costo para todos y estableció rigurosos programas de
deportes, ballet y música.
En una tierra en la que axiomas moralizantes gritan desde murales y
vallas publicitarias, incluso algunos televisores –incluido el de
Martínez, entregado por el Gobierno– están programados para desplegar el
dicho, cuando se enciende, de "Cultivarse es la única manera de ser libre".
Sin embargo, los cubanos se quejan de que estándares profesionales en
descenso, profesores sin experiencia que a duras penas son mayores que
sus estudiantes, aunado a una falta de instalaciones públicas, han
contribuido a corroer la mentalidad cívica del pueblo.
"Por aquí no hay un solo lugar para que un niño juegue fútbol o
ajedrez", dijo Yusaima González, de 22 años de edad, la hija de
Martínez, refiriéndose al ruidoso laberinto de calles donde vive.
Mientras hablaba, su hijo de tres años de edad jugaba pelota en el sucio
corredor del exterior.
"Los jóvenes necesitan lugares para bailar, jugar o escuchar música",
dijo. "Algún lugar en el cual puedas sentirte parte de algo".
En su discurso, Castro propuso una combinación de educación, promoción
de la cultura y aplicación de leyes para restablecer la civilidad del
país. Hizo un llamado dirigido a sindicatos de trabajadores, las
autoridades, maestros, intelectuales y artistas, entre otros, para que
exigieran a otros cubanos normas de conducta.
Sin embargo, González cree que la penalización de pequeñas infracciones
solo ensancharía la brecha entre los jóvenes y las autoridades. La
Policía multó a su hermano, de 14 años, con aproximadamente 2 dólares
hace dos años por jugar fútbol en la calle sin camisa, destacó. "Mire
usted, multar a un niño de 12 años", agregó.
Además, reprender a jóvenes cubanos solo los aliena más, destacaron
algunos cubanos y expertos. "Lo que sería magnífico es si las potencias
actuales tomaran esto y lo convirtieran en una discusión abierta en la
sociedad cubana", dijo Hansing.
El rescate de los valores culturales de Cuba "no fue una causa perdida",
destacó. "Sin embargo, hará falta toda una generación, cuando menos".
Source: "Cuba mira hacia adentro y saca dura evaluación" -
http://www.nacion.com/mundo/latinoamerica/Cuba-mira-adentro-dura-evaluacion_0_1358064208.html
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