miércoles, 3 de octubre de 2012

Más militarismo, menos civismo

Historia

Más militarismo, menos civismo
Dimas Castellanos
La Habana 03-10-2012 - 8:04 am.

Desde la fundación de la República, el predominio de militares al frente
del país tiene mucho que ver con la carencia de una cultura cívica.

José Martí, convencido de que la democracia de la futura república tenía
que incubarse desde la guerra, decidió no participar en el Plan
Gómez-Maceo y escribió, el 20 de octubre de 1884, al generalísimo Máximo
Gómez:

"Un pueblo no se funda General, como se manda un campamento. […] ¿Qué
garantía puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno
de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? […] Porque
tal como es admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es
abominable el que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas
personales de gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida".

A pesar de esa aguda previsión, múltiples razones determinaron que desde
la instauración de la República hasta hoy, la mayoría de los presidentes
cubanos han emergido de la guerra, con hábitos ajenos a la ética y a la
cultura democrática que exige la fundación de una nación.

En correspondencia con el articulado de la Constitución de 1901, el
Estado cubano asumió la división tripartita de poderes: el Legislativo,
ejercido por un congreso bicameral con potestad para juzgar al
Presidente de la República y a los Secretarios de despacho; el
Ejecutivo, encabezado por un Presidente elegido por voto libre y
directo; y el Judicial, ejercido por el Tribunal Supremo de Justicia,
independiente de los dos poderes anteriores. A su vez, la Carta Magna
refrendó los derechos de hábeas corpus, libertad de expresión, reunión,
asociación y libertad de movimiento, como cimientos del respeto y
observancia de las garantías jurídicas, la soberanía popular y la
dignidad de la persona humana. Bajo esos preceptos legales se iniciaron
los procesos electorales en Cuba.

1902-1940

El primer mandatario electo, Tomás Estrada Palma —quien había sido
presidente de la República en Armas—, asumió la magistratura el 20 de
mayo de 1902 por cuatro años. Al concluir el mandato, en 1906, se hizo
reelegir de forma fraudulenta, hasta que el desgobierno generado por el
alzamiento de los liberales lo hizo renunciar.

El 28 de enero de 1909, al finalizar la segunda ocupación norteamericana
y hasta el 20 mayo de 1913, asumió la magistratura el mayor general José
Miguel Gómez. Le siguió, a su vez, el general Aurelio Mario García
Menocal, entre el 20 mayo de 1913 y el 20 mayo de 1917. Al concluir el
mandato, Menocal forzó su reelección, provocando con ella la
insurrección liberal conocida como la Chambelona, aunque logrando
mantenerse en el poder.

El cuarto presidente cubano fue el abogado Alfredo Zayas y Alfonso, del
20 de mayo de 1921 al 20 de mayo de 1925, el único que sin ser militar
ocupó la presidencia en este período. El quinto presidente fue el
general Gerardo Machado Morales, del 20 mayo de 1925 al 20 de mayo de
1929, quien, tras el voto aprobatorio del Congreso, sustituyó la
Constitución de 1901 por los Estatutos Constitucionales para legalizar
su reelección por otros seis años. La respuesta de la sociedad civil
comenzó por el movimiento estudiantil y desembocó en la llamada
Revolución del 30, hasta que el 12 agosto de 1933, Machado tuvo que
abandonar el país.

El 12 de agosto de 1933 se iniciaron siete años de inestabilidad
política. Comenzó por la designación del jefe del Ejército y Secretario
de Estado, general Alberto Herrera Franchi, por menos de 24 horas. Ese
mismo día se designó como Presidente al coronel Carlos Manuel de
Céspedes (hijo), quien en los 23 días que ocupó el poder restableció la
Constitución de 1901.

El 4 de septiembre una sublevación militar provocó la renuncia de
Céspedes y designó a la Pentarquía, un gobierno colegiado que duró seis
escasos días. El 10 de septiembre se nombró en su lugar al médico y
profesor universitario Ramón Grau San Martín, quien desempeñó el cargo
por 127 días, hasta su renuncia el 15 de enero de 1934, cuando el Jefe
del Ejército, Fulgencio Batista, designó al Secretario de Agricultura,
Carlos Hevia y de los Reyes, quien permaneció sólo tres días en el cargo.

El 18 enero fue designado el periodista y escritor Manuel Márquez
Sterling, quien ocupó la presidencia por tres horas. Su lugar fue
ocupado por el coronel Carlos Mendieta y Montefur hasta el 11 de
diciembre de 1935, fecha en que fue relevado por el Secretario de
Estado, José Agripino Barnet y Vinajeras.

Barnet asumió la silla presidencial hasta el 20 de Mayo de 1936, período
en el cual convocó a las primeras elecciones generales tras la caída de
Machado, en las que resultó vencedor el ex alcalde de La Habana, Miguel
Mariano Gómez (hijo del general José Miguel Gómez), quien ocupó el cargo
hasta el 23 de diciembre de 1936, día en que fue destituido por el
Congreso. El período de inestabilidad cerró con la designación del
coronel Federico Laredo Brú, quien gobernó del 23 diciembre de 1936 al
10 octubre de 1940. Laredo Brú, el último de los veteranos de la Guerra
que ocupó la presidencia, convocó a la Asamblea Constituyente que
elaboró la Constitución de 1940.

Más militares y menos civiles

La Asamblea Constituyente redactó la Constitución de la Segunda
República entre el 9 de febrero y el 8 de junio de 1940 y entró en vigor
el 10 de octubre de ese año. Esta Constitución, además de refrendar la
división de poderes, amplió los derechos y libertades cívicas, legitimó
en su artículo 40 la resistencia adecuada para la protección de los
derechos individuales garantizados anteriormente y limitó el poder
presidencial a un período de cuatro años. Esos preceptos sirvieron de
sustento a los procesos electorales democráticos en los cuales, entre
1940 y 1948, se eligieron tres presidentes.

El primero fue el general Fulgencio Batista y Zaldívar, que ocupó el
cargo el 10 de octubre 1940; le siguió Ramón Grau San Martín, el 10 de
octubre de 1944 y cerró con Carlos Prío Socarrás, del 10 de octubre 1948
al 10 de marzo de 1952, día en que sin haber terminado su mandato fue
derribado por el Golpe Militar encabezado por Batista.

En los 31 años de 1902 a 1933 todos los presidentes fueron electos, pero
sólo Alfredo Zayas no era militar. En el período de 1933 a 1940, con
excepción de Miguel Mariano Gómez, ninguno fue electo y aunque algunos
eran civiles, el que ejerció la presidencia detrás de las cortinas fue
el ejército en manos de Batista.

Entre 1940 y 1952, Batista estuvo cuatro años y los de procedencia
civil, Ramón Grau y Carlos Prío, emergieron a la política en el contexto
de violencia que generó la lucha contra Machado entre 1930 y 1933.

De los 16 cubanos que ocuparon la presidencia entre 1902 y 1952, nueve
de ellos —más de la mitad— eran militares. Y de los 50 años comprendidos
entre 1902 y 1952, sólo 12 años estuvieron en el poder presidentes
civiles electos: Alfredo Zayas, Grau San Martín y Carlos Prío, por
cuatro años cada uno.

La pregunta que se impone es la siguiente: ¿cómo en esas condiciones
podía conformarse una Nación y una cultura democráticas en Cuba?

1952-2012: consolidación de una tendencia

El Golpe de Estado del 10 marzo de 1952, encabezado por el general
Fulgencio Batista, interrumpió un orden constitucional que la corrupción
y el pandillerismo ya habían corroído. Batista, tras derogar la Carta
Magna de 1940 y suplirla por los Estatutos Constitucionales, convocó a
las elecciones del 1 de noviembre de 1954, marcadas por el
abstencionismo y la retirada de la candidatura de Grau San Martín dos
días antes de los comicios. Una vez "electo", Batista restableció la
Constitución en 1955 y el 3 de noviembre de 1958 celebró nuevas
elecciones en las que resultó electo el candidato de su partido, Andrés
Rivero Agüero, quien no tuvo tiempo de ocupar la presidencia ante la
victoria revolucionaria.

Ante la salida de Batista al exilio, de acuerdo a lo dispuesto en la
Constitución de 1940, correspondía que fuese sustituido, en primer lugar
por el vicepresidente, Rafael Guas Inclán, y en caso de la ausencia de
éste, por el Presidente del Congreso, Anselmo Alliegro y Milá, cuyo
nombramiento apenas duró algunas horas. En caso de retirada de ellos
dos, el cargo correspondía al Dr. Carlos M. Piedra, el magistrado más
antiguo del Tribunal Supremo de Justicia, decisión que le fue negada por
el pleno del Tribunal.

Al tiempo que eso ocurría en un gobierno desvanecido, los
revolucionarios conformaban el nuevo poder. El Dr. Manuel Urrutia Lleó,
candidato para la Presidencia Provisional de la República por el
Movimiento 26 de Julio (M-26-7) —quien había emitido un voto absolutorio
a favor de los acusados por las acciones antigubernamentales vinculadas
al desembarco del yate Granma, y después de renunciar a su cargo y salir
al exterior, había regresado a la Sierra Maestra el 7 de diciembre de
1958— fue designado para la magistratura el 1 de enero de 1959 en el
acto celebrado en Santiago de Cuba, donde prestó juramento, tomo
posesión y se dirigió al pueblo en función de Presidente provisional.

Al día siguiente de ocupar la presidencia, Urrutia declinó a favor de
Fidel Castro la jefatura de las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire, lo que
constituyó una violación de la Constitución de 1940, la cual estipulaba
en su artículo 139 que el Presidente era el jefe supremo de las fuerzas
armadas. Seguidamente, el 3 de enero, se conformó el primer gabinete
gubernamental, integrado por reformistas, conservadores y
revolucionarios, y dos días después, a propuesta de Fidel Castro,
Urrutia designó Primer Ministro al Dr. José Miró Cardona, que había
presidido el Frente Cívico Revolucionario.

Se esperaba entonces, como estaba anunciado, que el orden constitucional
sería restablecido. Sin embargo, el 7 de enero, en la sesión
extraordinaria del Consejo de Ministros, la Constitución de 1940 sufrió
su primera reforma y un mes después, el 7 de febrero, fue sustituida por
La Ley Fundamental del Estado Cubano. De facto, la Carta Magna fue
derogada, pues la reforma de la misma, según lo establecía su artículo
285, solo podía realizarse por iniciativa del pueblo, suscrita por no
menos de cien mil firmas o en su lugar, por iniciativa del Congreso, el
cual había sido disuelto tres días antes. La modificación sin consulta
popular le confirió al Primer Ministro las facultades de Jefe de
Gobierno, que antes correspondían al presidente; y al recién creado
Consejo de Ministros, las funciones del Congreso.

De tal forma, en su condición de Primer Ministro, Miró Cardona asumía
más atribuciones que el presidente Urrutia, lo que agudizó la crisis ya
existente hasta provocar la renuncia de Miró Cardona. En medio de la
crisis algunos dirigentes del M-26-7 le sugirieron a Fidel ocupar el
premierato y éste, "con su intuición innata, se percató de que no había
otra solución y optó por integrarse al Gobierno como Primer Ministro",
pero con condiciones: debía tener el control directo de la política
general, sin menoscabo de las facultades que, conforme a la Ley
Fundamental, le correspondían al Presidente de la República. Con ese
fin, ese día 13 de febrero se procedió a modificar el artículo 146 de la
reciente Ley Fundamental, el cual quedó así: "Corresponderá al Primer
Ministro dirigir la política general del Gobierno, despachar con el
Presidente de la República los asuntos administrativos, y acompañado de
los ministros, los propios de los respectivos departamentos". Al
respecto el Secretario del Consejo de Ministros, Luis M. Buch, comentó:
Como se puede apreciar, no es lo mismo "representar" que "dirigir"

En virtud de este cambio, el Consejo de Ministros renunció, Urrutia
firmó el Decreto que nombraba a Fidel Castro como Primer Ministro, quien
devino jefe político del gobierno. Tres días después, en la toma de
posesión del cargo, Fidel procedió a la sustitución de los ministros
reformistas y conservadores del gobierno por revolucionarios.

La Primera Ley de Reforma Agraria, promulgada en mayo de 1959,
contemplaba la creación del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA)
y se designó a Fidel Castro como Presidente de ese organismo, desde el
cual se ejercía el verdadero poder, lo que condujo a la crisis que se
manifestó públicamente el 6 de febrero de 1959, cuando el Jefe de la
Revolución hizo alusiones a los defectos del Gobierno y se agudizó
cuando hizo pública la decisión de renunciar al cargo de Primer Ministro
para forzar la renuncia de Urrutia, la cual se produjo el 17 de julio,
cuando Fidel reasumió el cargo y designó a Osvaldo Dorticós Torrado para
sustituirlo en la presidencia.

Después de casi 17 años de poder inconstitucional, el país regresó al
cauce abandonado en 1976, cuando se promulgó la Constitución Socialista,
en la que se refrendaron los derechos contenidos en las constituciones
de 1901 y 1940, pero ahora acotados por la subordinación a la
construcción y defensa del "socialismo". Consta de un órgano unicameral,
la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), donde se elige al
Presidente del Consejo de Estado, pues el voto, directo y secreto quedó
limitado a los delegados de circunscripción para conformar solamente las
asambleas municipales, lo que impide la acción ciudadana ante cualquier
violación gubernamental.

Desde 1959 hasta el presente Cuba ha tenido cuatro presidentes. Los
primeros dos fueron designados: Manuel Urrutia Lleó, del 1 enero al 17
julio de 1959; y Osvaldo Dorticós Torrado, del 18 julio de 1959 al 2
diciembre de 1976, fecha en que la ANPP eligió a Fidel Castro Ruz como
Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, cargo que desempeñó
hasta su enfermedad el 31 de julio de 2006. Ese día, Fidel designó a
Raúl Castro de forma provisional hasta el 24 de febrero de 2008, cuando
fue elegido para esa responsabilidad por la ANPP.

En definitiva, de los sesenta años analizados, Batista asumió la
presidencia durante casi siete años, Fidel Castro ejerció el poder real
durante 47 años y Raúl Castro los últimos seis años. Es decir, en los
últimos 60 años de historia, Cuba tuvo realmente tres presidentes: dos
generales y un comandante en Jefe. Mientras, en la actualidad no solo el
Presidente, sino cada vez un número mayor de funcionarios proceden de
las Fuerzas Armadas.

De esta cronología no es difícil concluir que si en la magistratura, el
predominio de los militares —electos o designados— no coadyuvó a la
formación de una cultura democrática en Cuba durante los primeros 50
años de la República, en los segundos 60 años la agudización de esa
tendencia tiene mucho que ver con la carencia de cultura cívica, e
incluso de la ausencia de ciudadanos.

http://www.diariodecuba.com/cuba/13243-mas-militarismo-menos-civismo

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