jueves, 4 de octubre de 2012

A César lo que es de César

Iglesia, Jaime Ortega, Damas de Blanco

A César lo que es de César

El 24 de septiembre de 2011, el cardenal Jaime Ortega Alamino se encerró
a cal y canto en su casa y no asistió a oficiar la misa en la Iglesia de
la Merced; no lejos de allí, Laura Pollán enfrentaba su penúltima batalla

Esther Beltrán, La Habana | 04/10/2012 10:13 am

La fiesta patronal de la Virgen de la Merced se celebra el 24 de
septiembre y en La Habana, los fieles acuden mayoritariamente al templo
situado en Cuba y Merced que fue construido por los Padres Mercedarios,
llegados de Cataluña en 1755. Sin embargo, no pudieron terminar su obra
pues fueron expulsados de Cuba en 1841. Años después, gracias a la
intervención de los Padres Paúles, se abre el templo a los feligreses y
se inicia el culto a la Virgen de la Merced.

Pero, como se sabe, Cuba es un país donde es común el culto religioso
sincrético y, por tanto, los fieles acuden a la Iglesia de la Merced
vestidos de color blanco para también venerar a Obatalá, orisha que rige
la cabeza, y a quien se le pide por la salud y por la suerte de los
presos y los perseguidos. Generalmente se le ofrecen flores y se le
encienden velas junto a las peticiones de salud y protestas de fe.

La particular conjunción de que ese día en la misa se ore explícitamente
por la suerte de las personas que sufren prisión o persecución, ya sea
por delitos comunes o por razones políticas, además de que la mayoría de
las personas que acuden a la iglesia lo hacen vestidas de color blanco,
añade no poca dosis de tensión a lo que debía ser solo una celebración
religiosa. Porque ese día, casi todas las mujeres que asisten a la
iglesia son, en potencia, Damas de Blanco.

Tal vez por eso, el 24 de septiembre de 2011, el cardenal Jaime Ortega
Alamino se encerró a cal y canto en su casa y no asistió a oficiar la
misa en la Iglesia de la Merced. Otro sacerdote ocupó su lugar y explicó
a los creyentes allí reunidos que su eminencia estaba aquejado de un
fuerte estado gripal. No lejos de allí, Laura Pollán enfrentaba su
penúltima batalla: intentaba salir de su casa en Neptuno y Hospital a
realizar su petición a la Virgen cuando una turba gubernamental se lo
impidió por la fuerza. Pocos días después, el 14 de octubre, perdió su
último y definitivo combate en un modesto hospital de la capital. Murió
víctima de dengue, una epidemia que todavía, un año después de instalada
en el país, el Gobierno cubano se niega a reconocer.

Puede ser que el Cardenal se haya contagiado con una gripe perversa
entre la multitud de personas que asistieron a la inauguración de la
exposición "Caravaggio en Cuba" inaugurada el 23 de septiembre de 2011
en el Museo de Bellas Artes de La Habana. Entre las fotos de los
asistentes puede encontrársele exhibiendo una sonrisa mundana. Mucho ya
se ha hablado y escrito acerca de su actitud. Algunos aducen que los
cardenales siempre son depositarios de los delicados encargos que les
impone el Papa de turno. Otros, que el Cardenal está obligado a actuar
de esta forma por razones más terrenales. Sea lo que fuere, lo cierto es
que su misión no debiera contener tanta sumisión frente al Gobierno. La
celebración del 24 de septiembre de 2012, así lo demostró.

El sermón del Cardenal, con el pretexto de la explicación de la
celebración mariana, no dejó de mencionar un programa de la televisión
cubana como la Mesa Redonda –—espacio netamente político y de opinión
oficialista—, además de la evocación del momento en que Teresa de
Calcuta, de visita en nuestro país, entregó una imagen de la Virgen
Milagrosa a Fidel Castro, pasando por una breve historia de la Iglesia
de la Merced que se encuentra enclavada en La Habana Vieja, sitio donde
Eusebio Leal acomete todo el plan de restauración que conocemos. La
alusión al historiador de la Ciudad de la Habana no es casual: dicen que
es católico y a pesar de su veneración por la capital que insiste en
restaurar con fervor devocional, su proyecto ahora mismo está siendo
estremecido por el pánico que trae consigo la oscura evidencia de la
corrupción. Y sin dudas, las palabras de Jaime Ortega resultan
calculadas en una elección que asume una toma de partido.

¿Todavía habrá que perdonarle las lealtades a un gobierno, en su sermón
mariano, en un país donde un grupo de mujeres son vituperadas de acción
y de palabra por el simple hecho de marchar con una flor en la mano
pidiendo por los presos, por los perseguidos, por los que piensan
diferente? Podría ser que así lo decidiera, en tanto defensor de
estrategias sinuosas de la Iglesia.

Pero lo cierto es que, si hubo que escuchar una especie de sermón
gubernamental dentro de la iglesia pronunciado por el Cardenal, afuera,
el perímetro de la misma estaba prácticamente acordonado por hombres y
mujeres que, en cada persona vestida de blanco, percibían una amenaza.
Solo se veían dos o tres agentes del orden vistiendo sus uniformes de
reglamento. Sin embargo, todos los asistentes tenían la certeza de que
la celebración no era espontánea. Estaba secuestrada política y
militarmente por agentes vestidos de civil.

Cabría entonces recordarle a Jaime Ortega lo que aparece escrito en los
Evangelios: "¿Es lícito dar tributo a César o no? ¿Daremos o no daremos?
Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios
lo que es de Dios".

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/a-cesar-lo-que-es-de-cesar-280559

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