viernes, 24 de agosto de 2012

Oswaldo Payá: el político que perdimos

Oswaldo Payá: el político que perdimos

El principal gestor del Proyecto Varela se preocupó de dejar bien clara
la vocación pacífica de la oposición cubana, tildada de terrorista y
mercenaria por el gobierno de la isla.
agosto 23, 2012

Con su característico poder de observación, Yoani Sánchez escribió en la
estela de la reciente muerte de Oswaldo Payá, que Cuba acababa de sufrir
una insustituible ausencia en su futuro, la de un ciudadano --decía
ella-- imprescindible para la nación.

Payá ya había hecho bastante por Cuba, al aprender la lección de los
disidentes checos de Carta 77 –que, utilizando como los artistas
marciales la fuerza del contrario, basaron sus reclamos en la pretendida
"legalidad" del sistema totalitario-- y presentar, y respaldar con
decenas de miles de firmas, una petición constitucional de referendo: su
Proyecto Varela, un programa sencillo, pero cortante como espada de dos
filos.

Sin embargo, de no haber expirado insospechadamente en aquel camino de
gravilla a unos kilómetros de Bayamo, el líder del Movimiento Cristiano
Liberación pudo haber hecho mucho más por su país, con su visión
pragmática, inclusiva, cristiana y martiana de la política, y su
personalidad íntegra, ecuánime y dialogante. Tomo aquí como botón de
muestra su brillante discurso de aceptación del Premio "Andrei Sajarov"
a la Libertad de Pensamiento que le concedió el Parlamento Europeo.

A fines del 2002 le dediqué a esa pieza de tres cuartillas una edición
del desaparecido programa de Radio Martí "Sin censores ni censura". La
titulé "Un discurso para el nuevo milenio". El régimen lo había
subestimado al dejarle viajar, y Payá sabía que quizás no tendría –como
sucedió—más que aquella única oportunidad para exponer ante un foro
internacional importante sus ideas y sus verdades. No la desaprovechó:
guardo la grabación y he podido medir que cuando terminó, la ovación de
los parlamentarios se prolongó por más de un minuto.

Vayamos por partes.

Después de agradecer el Premio Sajarov, lo primero que hizo Payá --como
Martí a fines del siglo XIX desde las páginas del periódico Patria-- fue
tender una mano franca a todos los cubanos, sin distinción.

"Ustedes han concedido el premio Andrei Sajárov al pueblo de Cuba; digo
al pueblo cubano porque es el gran merecedor de este reconocimiento. Lo
digo sin excluir a ninguno de mis compatriotas, sea cual sea su posición
política, porque los derechos no tienen color político, ni de raza, ni
de cultura".

No faltó, por supuesto un temprano reconocimiento a quienes dentro de la
cultura del miedo decidieron seguir el consejo del Papa Juan Pablo II a
los cubanos: "No tengan miedo", y respaldaron el Proyecto recogiendo
firmas o suscribiéndolo con sus números de Carnet de Identidad.

"Muchos han relacionado este premio con el Proyecto Varela, y tienen
razón, porque los miles de cubanos que en medio de la represión han
firmado esa petición de referendo están haciendo una contribución
decisiva a los cambios que Cuba necesita. Estos cambios significarían
participación en la vida económica y cultural, significarían derechos
políticos y civiles y reconciliación nacional. Ese sería el verdadero
ejercicio de la libre determinación de nuestro pueblo."

Su mensaje también procuró despejar las reservas de los exiliados que
pudieran estar pensando que se les marginaría de la reconstrucción de
una sociedad democrática en Cuba. Y lo hizo con palabras del más grande
de los exiliados cubanos: José Martí.

"Los cubanos que viven en Cuba y en la diáspora, como un solo pueblo
tenemos la voluntad y las capacidades para construir una sociedad
democrática, justa y libre, sin odios ni revanchas y como lo soñó José
Martí: 'Con todos y para el bien de todos' ".

Pero la inclusión no habría estado completa sin extender la oportunidad
de participar a quienes por diversas razones apoyan (o hacen como que
apoyan) al régimen castrista en Cuba. En este punto Payá evidenció su
formación en los valores del amor y el perdón cristianos.

"La primera victoria que podemos proclamar es que no tenemos odio en el
corazón. por eso decimos a quien nos persigue y a los que tratan de
dominarnos: tú eres mi hermano, yo no te odio, pero ya no me vas a
dominar por el miedo. no quiero imponer mi verdad ni que me impongas la
tuya; vamos juntos a buscar la verdad. esa es la liberación que estamos
proclamando".

El líder del Movimiento Cristiano Liberación no vaciló en recordar a los
europeos que habían sido demasiado aquiescentes con las dictaduras de
izquierda.

"Tampoco las dictaduras tienen color político: no son de derecha ni de
izquierda, son sólo dictaduras".

En el estrecho marco de su discurso de aceptación, Payá se esforzó por
desmantelar algunos de los sofismas en que se ha apoyado el gobierno de
la isla para mantener sojuzgados y privados de derechos a sus
ciudadanos; como el mito de que se necesita una sociedad monolítica para
preservar la independencia y la soberanía.

"Debe terminar el mito de que los cubanos tenemos que vivir sin derechos
para sostener la independencia y soberanía de nuestro país. El padre
Félix Varela nos enseñó que la independencia y la soberanía nacionales
son inseparables del ejercicio de los derechos fundamentales"

O aquel otro mito de que existe una contradicción entre la búsqueda de
la justicia social y el desarrollo y el ejercicio pleno de los derechos
civiles y políticos.

"Todavía hay quienes sostienen el mito de la disyuntiva entre los
derechos políticos y civiles, por una parte, y la capacidad de una
sociedad para construir la justicia social y lograr el desarrollo, por
la otra. No son excluyentes. La ausencia de derechos civiles y políticos
en Cuba ha tenido graves consecuencias, como la desigualdad, la pobreza
de la mayoría, los privilegios de una minoría".

"De esta manera, aunque muchos cubanos han trabajado durante años con
amor y buena fe, hoy existe una grave situación en materia de derechos
civiles y políticos, además de una creciente desigualdad y deterioro de
la calidad de vida para las mayorías. Inclusive se les atan las manos a
los ciudadanos, neutralizando las inmensas potencialidades de
creatividad y laboriosidad de los cubanos. Esa es la principal causa de
nuestra pobreza".

El principal gestor del Proyecto Varela se preocupó de dejar bien clara
la vocación pacífica de la oposición cubana, tildada de terrorista y
mercenaria por el gobierno de la isla.

"La experiencia nos dice que la violencia genera más violencia y que
cuando los cambios políticos se realizan por esa vía se llega a nuevas
formas de opresión e injusticia. Queremos que nunca más la violencia y
la fuerza sean vías para superar crisis y gobiernos injustos. Esta vez
realizaremos los cambios mediante este movimiento cívico que ya está
abriendo una nueva etapa en la historia de Cuba, en la que prevalezca el
diálogo, la participación democrática y la solidaridad. Así
construiremos una paz verdadera".

Fiel a su iglesia, Payá abrazó en Estrasburgo la posición del Vaticano
ante problemas sociales del mundo como las secuelas de las políticas
neoliberales de ajuste económico, y llamó a humanizarlas, junto con las
relaciones internacionales, y a globalizar, en el mejor sentido, la
solidaridad.

"Es escandaloso que en nombre de la eficacia se apliquen métodos que
pretenden superar crisis y acabar con la pobreza, pero que, en la
práctica, amenazan con aniquilar a los pobres (…) Hoy sabemos que
cualquier método o modelo que, en una supuesta búsqueda de la justicia,
el desarrollo o la eficacia, se sitúe por encima de la persona o anule
cualquiera de los derechos fundamentales, conduce inevitablemente a
alguna forma de opresión, a la exclusión, y sumerge a los pueblos en la
calamidad".

"Queremos expresar desde aquí nuestra solidaridad con todos los que
sufren cualquier forma de opresión y de injusticia, con los que están
silenciados y marginados en el mundo. La causa de los derechos humanos
es una sola, como una sola es la humanidad. Si hoy se habla de
globalización, anunciamos y denunciamos que si no se globaliza la
solidaridad no sólo peligran los derechos humanos, sino el derecho a
seguir siendo humanos".

Ya cerca del final, el líder opositor cubano resumió en pocas palabras
las aspiraciones del pueblo cubano, y rindió tributo a aquel sin cuya
inspiración quizás nunca hubiera llegado donde llegó.

"Todos los cubanos reciben este premio con dignidad y proclamando
nuestra esperanza de reconstruir nuestra sociedad con el amor de todos,
como hermanos, como hijos de Dios. Los cubanos somos sencillos y sólo
queremos vivir en paz y progresar con nuestro trabajo, pero no podemos,
no sabemos y no queremos vivir sin libertad. Ante el Señor de la
Historia, que fue acostado en un humilde pesebre, depositamos este
homenaje y nuestras esperanzas".

Por mis asignaciones de trabajo en Radio Martí, rara vez me tocó
comunicarme con Oswaldo Payá. Pero por esas cosas que sólo Dios hace,
unos tres meses antes de su muerte me pidieron que lo llamara para que
participara en vivo en el noticiero de la mañana. Desde luego que
aproveché la conexión para decirle lo que había estado pensando durante
casi diez años de aquel discurso en Estrasburgo: que aparte de ser una
joyita oratoria, había sido un preámbulo perfecto de la Cuba que queremos.

"Llámame cuando quieras", me dijo al despedirse.

http://www.martinoticias.com/content/article/13983.html

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