jueves, 23 de agosto de 2012

Las siete operaciones de mi abuelo

"Las siete operaciones de mi abuelo"

"Seguí durante mucho tiempo esta historia y hoy la cito textualmente
después de contrastar cada dato. Los nombres de las personas
involucradas fueron expresamente eliminados. El texto resume seis
cuartillas de intensa agonía."
agosto 22, 2012

La periodista y profesora de la Facultad de Comunicación de la
Universidad de La Habana Elaine Díaz, ha anunciado que no continuará
escribiendo su blog "La Polémica Digital", un mes después de que
criticara las nuevas tarifas aduaneras de Raúl Castro y de que instara a
"no votar" por los diputados de la Asamblea Nacional que lo permitieron.

Díaz en su bitácora informó que hoy, después de casi 5 años, se despedía
de su espacio. Desde este momento dedicará más tiempo a la investigación
y la docencia, aclaró que quedará abierta para quienes quieran repasar
lo que escribió en los últimos 5 años.

Desde fines de julio, cuando criticó en su cuenta de Twitter las nuevas
resoluciones de la Aduana y en "La Polémica Digital" la incorporación
forzosa de Campo Florido a la provincia de Mayabeque, la periodista no
había vuelto a publicar en su blog, considerado oficialista.

En ese espacio también había pedido una reforma migratoria que incluyera
la petición "realizada a gritos por los ciudadanos de este país" sobre
la eliminación del permiso de salida y el cobro de los trámites
migratorios en la misma moneda en que se paga a los trabajadores.

A continuación, después de todas las entradas que ha tenido el blog,
ofrecemos una de las historias más visitadas.

Seguí durante mucho tiempo esta historia y hoy la cito textualmente
después de contrastar cada dato. Los nombres de las personas
involucradas fueron expresamente eliminados. El texto, inicialmente
titulado "Las siete operaciones de mi abuelo", resume seis cuartillas de
intensa agonía.

Que suene el teléfono a las 11 de la noche es una herejía. "Llámame,
tengo que contarte algo". La voz del otro lado sonaba cansada, exhausta,
triste, enojada… Escuché su historia durante semanas, compartí su agonía
y después de recordar una y mil veces que el silencio nos hace cómplices
le prometí que lo publicaría. "Aparecer en Internet no cambiará nada,
¿sabes?". "No importa", susurró, "yo sé que ellos te leen".
Señaló hacia un espacio infinito por encima de mi cabeza que nunca pude
descifrar.

V.F: "Todo comenzó con aquella inusual defecación roja de mi abuelo. La
familia operativa del viejo, ya sabes, mi madre y yo, alarmados,
arrancamos con él para el hospital más cercano, con la idea de que el
médico de guardia lo atendiera y nos dijera como contener o prevenir los
raros torrentes sanguíneos. El doctor nos aseguró que no era nada grave,
pero que sería bueno acudir a un especialista, para realizar un estudio
más profundo.

"Pasaron varios días entre este llamado de atención y los disímiles
estudios y pruebas realizados por el proctólogo de dicho hospital; que
finalmente dictaminó un incipiente cáncer de colon, aun operable debido
a su tamaño. Se fijó la fecha de ingreso para un viernes no muy lejano
en días y tentativamente la operación sería el lunes siguiente. Con el
tiempo entendería que la fuerza de la palabra "tentativamente" se basaba
más en su componente de desacierto, que en las esperanzas reales de que
se lograran las cosas.

"El viernes del ingreso, calurosamente atípico para el recién inaugurado
invierno, era bueno para mi abuelo, que cargaba el peso adicional de un
enfisema pulmonar sobre su espalda. Ese día la anestesióloga alegó no
poder consentir la operación sin un estudio previo neumológico, debido a
su afectación pulmonar. Nada, que mi abuelo estuvo ingresado solo un día
y su enfisema se hacía presente a pesar del calor.

"Pasó otra semana donde recolectamos los estudios, opiniones y avales
que eran requeridos, así que el nuevo ingreso quedó para el lunes más
cercano y la segunda fecha de operación para el día siguiente. Así fue
como ese lunes nuevamente el viejo y su familia operativa hicimos acto
de presencia en el hospital con todos los bultos acordes al ingreso,
esperando que esta vez sí lo operaran. A nuestra llegada, la sala de
Cirugía estaba repleta por lo que nos asignaron una cama en una sala de
Medicina Interna, que radicaba dos pisos más arriba, con más frío y
menos condiciones en el baño de las que imaginamos.

"La preparación de la operación se antojaba tortura china. Consistía en
4 enemas en la noche separados entre ellos por espacio de dos horas,
además de una cierta dosis recurrente de laxantes que harían de las
tripas de mi abuelo, el lugar más limpio del mundo para la hora de la
operación. Este tándem tenía como efecto inmediato en todas sus
variantes la defecación, cosa en extremo complicada en aquel sitio, no
solo para mi abuelo, sino para cualquiera que se animase a intentarlo.

Fue mientras pensaba alternativas para hacer más llevadera las tareas de
saneamiento, que mi madre se apareció con la noticia de que la
anestesióloga decía que ese martes "el salón iba a estar muy cargado de
casos complicados" y que "era muy fuerte realizarle de sopetón tal
bombardeo a las entrañas del viejo", por lo que propuso que fuera solo
un enema diario, hasta que el día antes de la nueva fecha de operación
se le hiciera algo similar a la tortura china, y que "tentativamente"
esa nueva fecha sería el próximo lunes.

"Alegamos la falta de condiciones del baño para la realización de la
actividad primordial de mi abuelo por esos días, así como la posesión de
los implementos básicos para la aplicación de los enemas diarios, y
logramos un pase hasta el domingo en la mañana, el día antes de la
tercera fecha de operación. Así todos disfrutaríamos de un pequeño
descanso, mi madre dejaría los trajines y gestiones por las escaleras
del hospital, yo dejaría la silla metálica y ortopédica que me había
sido asignada para "dormir" como acompañante nocturno de mi abuelo y él
dejaría, lo que tuviera que dejar en la comodidad del baño de la casa.

"El domingo llegó más rápido de lo imaginado y el reingreso se antojaba
más complicado, pues la sala donde se encontraba mi abuelo ya estaba
repleta y nos habían cambiado la cama, el colchón y la mesita, y mi
silla ortopédica no estaba. Una vez que estuvimos instalados, mamá
procedió a darle al enfermero de guardia las indicaciones de la
preparación de mi abuelo dejadas en sus manos por el proctólogo, en la
cual rezaban los 4 enemas cada 2 horas empezando desde las 4 pm y
terminando a las 10 pm, pues como bien nos habían explicado los
doctores, si el lugar de la operación estaba completamente limpio a la
hora de cortar, la operación no tendría complicaciones y no sería
necesario desviarle el intestino para que excretara mientras el colon
sanara.

"Ya me iba a casa a descansar y prepararme para mi tanda nocturna,
cuando el enfermero, que parecía de secundaria, nos dijo que era mejor
empezarle a poner los enemas a partir de las 8 pm, para que le diera
tiempo comer. Mi madre se tomó 3 segundos y decidió ir a la sala de
Cirugía para buscar asesoramiento especializado y/o un huequito donde
meter a mi abuelo, ya que al final era donde debía estar.

"El cirujano de guardia muy amable dijo que no había problemas con el
cambio pero el enfermero de guardia dijo que los domingos no podía
entrar nadie nuevo a la sala. Mi madre, con su lógica de
Cibernética-Económica, le preguntó: "¿Y si viene un caso de urgencia que
es de operación?, ¿No se puede ingresar entonces?", a lo que el
enfermerito respondió dando la espalda y diciendo entre resabios que no
era lo mismo.

"El cirujano amable que había presenciado la escena, la llamó y le dijo
que era nuevo y no sabía cómo funcionaba burocráticamente aquel
hospital, pero que estaba seguro de que los mecanismos debían existir
para realizar el cambio y le dijo que preguntara en admisión, ellos
debían saber los pasos a seguir. Así lo hizo mi madre, en admisión muy
solidariamente le dijeron que buscara al supervisor de los enfermeros y
le proporcionaron las coordenadas donde hallarlo, tarea que me tocó a mí.

"El supervisor, una vez en la sala de Medicina Interna, oyó la
explicación completa en boca de mi madre enfrente del enfermero, para
luego ratificarle que no podía variar ninguna de las indicaciones que
aparecían en el papel dejado por el proctólogo, incluso dijo que, de ser
necesario, se podría poner otro enema a las 6 am, antes de que lo
subieran al salón de operaciones. Además, nos explicó que, después de
operado, mi abuelo tendría segura una cama en la Sala de Cirugía. El
enfermero adolescente, más resignado que convencido se marchó.

"Fui caminando hasta la casa, que por suerte quedaba a unas doce
cuadras. Yo no pensaba dormir esa tarde, pero tanto ajetreo de pronto me
hizo cambiar de idea; y justo cuando ya iba a acostarme para la siesta,
sonó el teléfono. Era mi madre, que estaba tocando en la puerta del
Banco de Sangre del hospital para hacer el registro del grupo sanguíneo
de mi abuelo, pero no le salía nadie. Me pedía que buscara en la guía
telefónica el teléfono de la recepción y preguntara el de ese local,
para ver si podíamos hacer el registro, porque sin eso no se podía
operar. Me comuniqué con la muchacha de guardia y me explicó que mi
madre seguro estaba tocando en una puerta que no era. Las puse en
contacto y me acosté a dormir.

"Cuando llegué al hospital supe que en el Banco de Sangre, no había
sangre, que la muchacha de guardia le había enseñado el arca
completamente vacía, pero que muy amablemente llamó a un hospital
infantil que quedaba cruzando la calle, para ver si tenían bolsas de B+,
el grupo sanguíneo de mi abuelo y tras la respuesta afirmativa coordinó
para ir en su búsqueda, pues se necesitaban al menos dos para poder
operarlo. Mi madre cruzó la calle y llegó al vecino hospital, pero en
aquel Banco de Sangre solo había dos bolsas de B+, la misma cantidad que
necesitábamos y la muchacha muy atenta le dijo que no le podía dar las
dos, pues debían quedarse con al menos una por si aparecía alguna
urgencia, que se llevara una y que dejara pasar la noche y fuera bien
tempranito en la mañana, que si la otra no se había usado ella se la
daría porque a esa hora ellos ya podían buscar sangre en otros lugares.
Al terminarme el cuento, mamá agregó que ya al viejo le habían puesto
tres de los cuatro enemas planificados para ese día y recogió las cosas
para marcharse, cuando de repente apareció la enfermera jefa de sala y
nos comunicó que el cuarto enema no se lo iban a poner, porque ya con
los que le habían puesto eran suficientes.

"Mi madre trató de explicarle pero fue en vano, entonces le pidió que
por favor llamara a la sala de Cirugía y le preguntara al cirujano de
guardia, si un enema más o un enema menos determinaba. La jefa llamó,
preguntó y sorprendentemente en cuestión de 5 segundos ya el cirujano le
había dicho que daba lo mismo, nos dio la nota informativa con los
resultados de la llamada y colgó. La intranquilidad se apoderó de
nosotros nuevamente y fuimos hasta la sala de Cirugía donde comprobamos
que el cirujano de guardia estaba ausente desde media tarde por estar
atendiendo casos en el Cuerpo de Guardia, evento que me disparó
nuevamente en la carrera por la búsqueda del supervisor.

"El hombre, que de seguro hacía rato no tenía una guardia tan
entretenida, se presentó nuevamente en la sala y convocó una reunión en
la que participamos la Jefa de Sala, el enfermero de guardia, él, mi
madre y yo. Mamá expuso nuevamente el caso, a lo que la Jefa de Sala
ripostó con que ya mi abuelo estaba dormido, y con la edad que tenía no
era para estar molestándolo, además agregó "…yo no lo hago por nada
malo, es que la sala está bastante complicadita". Vaya excusa para
semejante negligencia pensé, pero por suerte mi madre con su paciencia y
bondad infinitas, volvió a explicar en tono muy amable que nosotros no
dudábamos de sus conocimientos y buenos procederes, pero que el médico
especialista en el tema, quien lo iba a operar al día siguiente, el
proctólogo, había insistido en la necesidad de que las cosas se hicieran
exactamente como él las había indicado, y que nos disculparan pero para
nosotros la salud de mi abuelo era más importante de cuan complicada o
no pudiera estar la sala.

"El fallo del supervisor fue rotundo, ponerle el enema que faltaba y a
las 6 am agregar otro para garantizar la total limpieza de las entrañas
del viejo. Mi madre se marchó a descansar pues tendría que madrugar para
recoger la otra bolsa de sangre que faltaba en el hospital infantil de
enfrente. Yo me quedé en mi sillita ortopédica y cumplí mi función de
acompañante.

"Cerca de las 7:30 am, llegó mamá contando que la muchacha le había dado
la otra bolsa de sangre y que ya la había entregado a la técnica de
nuestro hospital, solo faltaría esperar que nos llamaran para el salón,
parecía que era cierto aquello de que a la tercera va la vencida.
Entonces apareció la técnica de guardia del Banco de Sangre, que ya para
ese entonces era nuestra amiga, con la noticia que la Jefa de Salón
decía que a pesar de la operación no ser tan complicada, dos bolsas eran
insuficientes para una herida tan grande y que se requerían como mínimo
cuatro. Ella, tan amable, ya había hablado con tres hospitales cercanos
y le habían dado confirmación de la posesión de varias bolsas de B+, lo
que ella salía de guardia y no podía regresar al hospital. Por eso la
acompañé en el recorrido por todas las instituciones de salud antes
referidas; y, para mi regreso al hospital, con cuatro bolsas de sangre
en la mano, había considerado cambiar la informática por este tipo de
contrabando, ya que, vista la eficiencia de los bancos, tendría un
futuro promisorio.

"Con el problema de la sangre resuelto, nuestro proctólogo alegó no
poder operar ese día porque él era nuevo en el hospital y el Dr. Fulano,
que era más viejo y reconocido, no iba a operar a nadie ese día por la
escasez plasmática y tenía varios casos más complicados que el de mi
abuelo. Él no podía aparecerse de la nada con sangre para operar. Dicho
esto, agregó que lo operaría el miércoles sin falta, que las bolsas
conseguidas por mí iban a estar etiquetadas con el nombre de mi abuelo
para que nadie las tocara, y así fue como la cuarta fecha de operación
quedó fijada.

"Fueron dos días muy largos, de mucho agotamiento y de cierta hostilidad
muy sutil por parte del cuerpo de enfermería de la sala, quienes siempre
que podían trataban de saltarse algún que otro enema, lo que nos llevaba
a estar de guardia y en pie de batalla permanentemente para que estas
tareas se cumplieran. Entonces amaneció el miércoles, la cuarta fecha, y
pasaba el tiempo y no nos venían a avisar para llevar a mi abuelo hacia
el salón de operaciones, lo cual ya empezaba a impacientarnos. Mi madre
fue a averiguar.

"Según la Jefa de Salón y el cirujano que asistiría a nuestro proctólogo
en la operación mi abuelo tampoco se operaría ese día, pues todas las
camas de la Sala de Terapia estaban ocupadas, lugar a donde
momentáneamente debía ser movido el viejo después de la intervención
quirúrgica, dato completamente nuevo para nosotros. Mamá casi se
desmaya. El cirujano al verla la consoló, explicándole que lo hacían por
el bien del paciente, pues en Terapia es donde mejor iba a estar cuidado
después que saliera del Salón, y que no se preocupara que mi abuelo
tenía el número 1 en la lista de espera para el día siguiente (jueves),
quedando así fijada la quinta fecha de operación.

"Lo curioso de este día es que cerca de las 10 am se apareció el
proctólogo, completamente ajeno a la situación, preguntando por mi
abuelo para saber por qué no había subido al Salón. Tuve que ponerlo al
tanto, mientras me preguntaba cómo podía existir tanta falta de
comunicación entre un equipo de trabajo que acometía trabajos tan vitales.

"El jueves parecía ser el día definitivo, vinieron a buscarnos cerca de
las 7:30 am para conducirnos al último piso del hospital donde radicaba
el Salón de Operaciones. Una vez allí, mi abuelo se cambió de ropa, se
vistió con la bata verde obligatoria y nosotros lo despedimos en el
límite donde concluía nuestro acceso, deseándole claridad y pensamientos
buenos.

"Pasó una hora aproximadamente y apareció en escena nuestro proctólogo,
quien nos informó que me mi abuelo no se había operado, ni se iba a
operar ese día, pues no había GUANTES!!! para realizar la intervención
quirúrgica planificada. La Jefa de Salón decía que se le caía la cara de
la vergüenza y que ella se comprometía a operarlo el lunes sin falta.
Mientras yo me preguntaba si los guantes eran algo tan impredecible que
solo podían ser chequeados minutos antes de una operación.

"El pase no nos lo dieron, nosotros lo cogimos e informamos que el
domingo entraríamos de nuevo para la sexta fecha de operación de mi
abuelo. Nuestro proctólogo, con más miedo que buenas intenciones, nos
hizo un llamado a la cordura y que no tomáramos una decisión a la
ligera. Se comprometió a dejar las instrucciones de la preparación de mi
abuelo el domingo, trató de tranquilizarnos diciendo que además tampoco
había puestos en Terapia ese día, y que por ejemplo, el Dr. Fulano (el
proctólogo reconocido), había operado y su paciente se debía quedar en
el Salón de Operaciones. Yo entendía cada vez menos o tal vez cada vez
más, ¿Cómo el Dr. Fulano podía tener guantes para operar y nuestro
proctólogo no?

"El domingo a la hora del reingreso, nuestra predisposición era tal, que
sin acordarlo estábamos esperando el menor fallo para sacar
definitivamente a mi abuelo de ese hospital. Pero había un problema, de
irnos perderíamos ya todos los estudios que le habían realizado y en un
hospital nuevo tendrían que comenzar desde cero. Fue por eso que cuando
llegamos a la sala y las indicaciones de la preparación de mi abuelo no
se encontraban, como nuestro proctólogo había prometido, ideamos un plan
para apoderarnos de todos los estudios y análisis que le habían
realizado a mi abuelo.

"Lejos de ser sofisticado, el plan consistía básicamente en esperar a
que el enfermero se alejara de las Historias Clínicas, y apoderarse de
la perteneciente al viejo. Por suerte una acompañante de otro paciente
del cubículo, solidarizada con nuestra causa, se encargaría de dar la
voz de alerta cuando el enfermero se despegara de su puesto de trabajo,
ya que ella también cumplía la doble función de vendedora de cremitas.
Mamá iría y la recuperaría pues era ella quien sabía ya la ubicación
exacta de la misma, mientras yo, debía tener todo listo para partir en
el momento que se me indicase.

"Así fue, tras el aviso, mi madre corrió y regresó con el preciado
artefacto. Ella quería fotografiarlo y devolverlo intacto. Yo
proporcioné la idea de llevarnos el contenido importante y dejar aquello
como un cascarón inútil y sin importancia. Tras un poco de resistencia,
ella se dejó convencer y devolvió la carátula con los papeles menores en
su interior, mientras nosotros nos marchamos sin mirar atrás.

"El lunes nos llamaron de todos lados, buscándonos para la operación,
quizás la llamada más relevante fue la de nuestro proctólogo, quien
amedrentado por algún tipo de represalia contra el hospital nos alertó
que él era el nuevo, y que la soga se rompería siempre por su lado. Vale
aclarar que nuestro proctólogo es un excelente profesional, quien desde
el primer momento dio pasos certeros en la diagnosis y localización del
tumor, además de demostrar ser el único realmente interesado en operar a
mi abuelo. Pero tiene la mala suerte de haber llegado nuevo a una
organización que posee su modus operandi propio, basado principalmente
en el cubrimiento de traseros de quienes están integrados activamente a
la misma. Claro, es eso o una profunda paranoia desarrollada por mí
durante las noches de desvelos en dicho hospital.

"En cuanto a mi abuelo, fuimos a un hospital que es referencia en
América Latina por sus buenos procederes, y le presentamos los estudios
sustraídos a un prestigioso cirujano que allí labora. En pocos días le
realizaron pruebas nuevas y más concluyentes, y lo operaron por mínimo
acceso. No hizo falta tanta sangre, ni tanta preparación, ni los
enfermeros protestaron por los trabajos que debían realizar. Mi silla
era mucho más cómoda y el día de la séptima operación de mi abuelo, sí
había guantes.

http://www.martinoticias.com/content/cuba-agonias-abuelo/13961.html

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