sábado, 4 de agosto de 2012

La vía de los cambios

Muerte de Oswaldo Payá

La vía de los cambios
Andrés Reynaldo
Miami 04-08-2012 - 10:36 am.

Aunque sea obviamente quimérico ha de insistirse en una investigación
independiente. La dictadura tiene las armas, pero nosotros tenemos la
memoria.

Si vamos a juzgar por lo que se oculta y de la manera que se oculta,
cabe culpar a la dictadura o junta militar cubana (¿cómo llamar a ese
engendro de nuestras revolucionarias tradiciones?) de la muerte de los
disidentes Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero. En rigor, por su
ilegítima adquisición del poder y su inveterada trayectoria delictiva,
los Castro son acreedores de la presunción de culpa antes que del
beneficio de la duda.

Las confesiones del español Angel Carromero y del sueco Jens Aron Modig
tuvieron la tesitura dramática de un ensayo bajo asedio. De ser un ápice
más falsas y forzadas hubieran tenido que recurrir al teatro de
marionetas. Los periodistas oficiales actuaron como fiscales y los
corresponsales extranjeros se limitaron a preguntar lo que se puede con
la cara de lo que no se puede. Unos viven de las ventajas de portarse
bien y los otros temen las consecuencias de portarse mal.

A Carromero le van a sacar el jugo. Acusado de homicidio, el martes
estaba en 100 y Aldabó, un tenebroso enclave del Ministerio del
Interior. No hay que torturarlo. Ni siquiera darle un par de gritos.
Basta con dejarlo solo por unos minutos en las duchas. La certeza de que
el gobernante Partido Popular hará todo lo posible por moderar sus
desdichas nos permite augurar un giro favorable hacia La Habana en la
diplomacia española. Dudo de que Suecia no baile con la misma música.
Para Madrid y Estocolmo, Carromero vale más que la verdad.

La familia de Payá y la disidencia se quedan de momento con una versión
del accidente que nadie quiere, no digamos ya confirmar, sino mencionar.
El editorial de Granma publicado el lunes acusa las intenciones del
escarmiento. Los extranjeros que vayan a ayudar a los disidentes tendrán
que dormir cada noche de su estadía en la Isla junto al fantasma de Alan
Gross, el norteamericano convicto de espionaje por llevar equipos de
comunicación a la comunidad judía. Vuelven a pasar a la esfera
clandestina colaboraciones tan anodinas como la entrega de una revista.
Todo, supongo, en el más estricto espíritu de las reformas.

Granma convierte la incógnita en delito. Cualquier versión no oficial
responde a los turbios intereses de enemigos interiores y exteriores.
Mientras más burda sea la coartada, mejor. ¿Que el auto aparece en dos
escenas diferentes? Un simple espejismo. ¿Que venía un médico forense en
la ambulancia? La revolución es previsora. ¿Que el pestañazo del sueco
pareciera un episodio de catalepsia? Eso se llama fase profunda del
sueño. La propaganda de la dictadura no se preocupa tanto en desvirtuar
la verdad como en demostrar que aún tiene la fuerza para sustituirla por
una mentira. A plena luz y en contra de los hechos. Antes que engañar,
su propósito es aterrorizar.

Aunque sea obviamente quimérico ha de insistirse en una investigación
independiente. Agrega presión sobre la conciencia de españoles y suecos,
alerta sobre el peso de su responsabilidad futura a los funcionarios y
oficiales involucrados en la contradictoria pesquisa gubernamental y
estimula la circulación de la información sobre los fatales hechos. La
dictadura tiene las armas, pero nosotros tenemos la memoria.

Por su poder de convocatoria, la efectividad de sus iniciativas y su
enorme prestigio, Payá era el enemigo formidable de la dictadura. En sus
últimos días nos advirtió de la enorme trampa que ya está montada contra
el porvenir de la nación. Una meticulosa, tenaz y ahora sangrienta
operación de reciclaje y desmemoria para preservar la continuidad
dinástica de los Castro.
Su cadáver grita frente a los voceros de la Iglesia Católica y esos
exiliados súbitamente reconciliados con Raúl que nos aseguran, sin
evidencia ni sonrojo, que Cuba será un paraíso dentro cinco años y nos
invitan a subirnos al tren de los cambios. El mismo tren que acechaba en
una curva de una carretera de Bayamo.

http://www.diariodecuba.com/opinion/12385-la-de-los-cambios

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