martes, 7 de agosto de 2012

La burocracia ataca

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La burocracia ataca
Martes, Agosto 7, 2012 | Por Lucas Garve

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org -Me sorprendió conocer que las
autoridades cubanas cerraron El Cabildo, dirigido por el conocido
barítono cubano Ulises Aquino, donde la compañía Ópera de la Calle
presentaba sus excelentes espectáculos. No alcancé a disfrutarlo ni una
noche de verano, pero me complacía saber de su existencia.

La justificación del cierre está argumentada en que era un grupo
subvencionado por el Estado. Esta compañía, con excelentes cantantes
líricos y bailarines, agrupa a ochenta y seis personas, y ofrece un
espectáculo que ha despertado la admiración de un público no aficionado
a lo lírico.

En El Cabildo, se había puesto en escena un concepto diferente del
género, porque mezclaba ópera, zarzuela, rock, pop con ritmos populares
cubanos, mediante un diseño teatral que privilegiaba a la compañía, al
presentarla como un colectivo donde los integrantes proyectan una
vibrante imagen propia e integrada, al mismo tiempo, en un todo que
logra una realización artística impresionante.

La compañía había actuado en múltiples eventos, pero no tenía un local
fijo donde presentar sus producciones. Y bien que lo merecían, por su
nivel de excelencia.

Su promotor, Ulises Aquino, poseía una licencia de trabajador por cuenta
propia, y montó un teatro al aire libre, un bar y restaurante con 150
sillas. La entrada para los cubanos valía dos cuc y para los extranjeros
diez. La recaudación servía para pagar sueldos, de mil a dos mil pesos
mensuales, a los trabajadores, según informó una agencia de prensa
extranjera. Pero a eso la burocracia gobernante llama "enriquecimiento
ilícito".

Verdaderamente, el problema para la burocracia era que Aquino inició
algo hasta ahora nuevo: que una compañía artística trabajara de manera
independiente y comercializara su arte como ellos entendiesen. Y esto no
lo iba a permitir la burocracia del Departamento Ideológico del Comité
Central del Partido Comunista.

Aunque el lugar ofreciera al pueblo la calidad de una excelente
compañía, el éxito de su producción, la oferta de un lugar donde
respirar buen arte; nada de eso importa a los ocupantes del buró desde
donde parten las "orientaciones para salvar a la patria y al socialismo".

Estos artistas por cuenta propia se habían liberado: actuaban para
ganarse su dinero y disfrutar del acto de mostrar su arte ante un
público que pagaba por un espectáculo de calidad.

A pesar de que, según la política gubernamental, los cambios de las
medidas de actualización del modelo económico deben llevarse a cabo para
lograr el éxito en todas las ramas y sectores del país, los hechos como
este evidencian los frenos que pone el temeroso aparato gubernamental, y
dan prueba de su miedo a la independencia personal de los ciudadanos, a
que los cubanos se acostumbren a vivir fuera de los controles
burocráticos y represivos.

Si La Habana, en los años 40, 50 y hasta la mitad de los 60, fue una
ciudad gloriosa donde la vida nocturna era motivo de admiración, y en
sus famosos cabarets un público de nacionales y extranjeros disfrutaba
de espectáculos de altísima calidad hasta el amanecer; en el presente, a
las nueve de la noche reina la penumbra en las sórdidas calles mal
alumbradas y solo se ve a algunos temerosos peatones apresurados por
llegar a sus casas. Ese es el rostro que muestra la otrora llamada París
del Caribe, que hoy, gracias a 53 años de comunismo, se parece más a una
ciudad haitiana –después del último terremoto-, que a la Ciudad Luz.

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