miércoles, 1 de agosto de 2012

El profesor y su odisea

El profesor y su odisea
Miércoles, 01 de Agosto de 2012 04:19
Escrito por Yoel Espinosa Medrano

Cuba actualidad, Santa Clara, Villa Clara, (PD) En Cuba no existe un
solo cubano de a pie que con su salario satisfaga sus necesidades.

Ni siquiera los que cobran un por ciento del salario en divisa. Los
trabajadores de los sectores de la Salud y la Educación, a pesar de
devengar los salarios promedios más altos, son los que cargan con la
peor situación. Es común escuchar que estos profesionales son los que
sustentan "las conquistas de la revolución". Pero muy poco se les
valora, al menos materialmente.

Muchos educadores son verdaderos artífices de la doble moral. Ponen en
práctica el refrán: "Haz lo que yo digo y no lo que yo hago". El proceso
de disponibilidad laboral ha frenado, en gran medida, el éxodo de los
profesores en busca de mejoras económicas.
El horario laboral los limita para ejercer algún trabajo por cuenta
propia autorizado. Pero hay quienes asumen el reto.

Carlos Huelga es un maestro con más de 20 años en el sector. Es padre de
dos adolescentes. El pasado mes de marzo encontró la fórmula de paliar
su situación económica: tiene una licencia para vender pan.

La novedad de ganar un dinerito fuera de su salario, lo motiva para, a
las 2 de la madrugada, hacer cola en una panadería. Con buena suerte,
pasadas las 5, repleta el cajón de su bicicleta china con cincuenta
panes. Luego, recorre las calles de cualquier barriada santaclareña con
su típico pregón "Vamos el pancito calientico aquí". Le gana un peso a
cada pan.

Sus ojeras combinan con sus ojos pardos. Las canas se apoderaron por
completo de su cabellera. A costa de su bolsillo, ha perdido unos 10
kilos de su peso corporal. Los amigos le aconsejan que no cambie salud
por unos centavos. Padece de insomnio. Se le ve alterado. Ha perdido el
apetito. Siempre dice lo mismo: "En estos días entrego la patente". Pero
sabe que por ahora no lo puede hacer: está reuniendo para comprarle un
par de zapatos a la menor de sus hijas. Su orgullo no le permite que
vaya a la secundaria con los zapatos roto. Los de él tienen varias
costuras pero todavía aguantan un plante.

Ante sus alumnos de 5to grado trata de disimular el cansancio. Aprovecha
los turnos que no está frente a ellos para poner su cabeza encima del
buró y coger un repelón. Sus clases han perdido calidad. No tiene tiempo
de prepararlas. Se vale de sus años de experiencia. El resto de sus
compañeros aprecia un cambio sustancial para peor. Su carácter jovial
desapareció.

Carlos tiene un amigo. Se llama Yoel. Recientemente le confesó a él que
solo sus dos hijas le dan fuerzas para vivir. El título de Licenciado en
Educación no le es afín con la vida cotidiana.

Su esposa ya no encuentra que inventar para que su hija de 15 años lleve
de almuerzo a la secundaria. Ingerir la llamada merienda escolar, un
vaso de yogurt de soya y 60 gramos de pan con mortadella, croqueta,
queso o lo que manden, se les asemeja a una verdadera tortura.

Inmerso en la batalla cotidiana, Carlos asegura que no es la excepción
de la regla. Considera que este país está patas arriba. No puede
entender, sin discriminar, que un panadero, un simple mecánico, un
trabajador gastronómico o un chofer, entre otros, tenga mayor nivel
adquisitivo y de vida que un universitario.

Para Cuba actualidad: yoelito001973@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/4801-el-profesor-y-su-odisea.html

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