viernes, 3 de agosto de 2012

Colosal incoherencia

Colosal incoherencia
[02-08-2012]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Que los individuos podemos ser
contradictorios e inconsistentes no es precisamente una novedad. Después
de todo, somos seres humanos y por tanto portadores de una imperfección
que forma parte de nuestra esencia.

Pero esta posibilidad de reconocernos, esto de poder vernos como seres
que a veces pensamos cosas que no son consistentes entre sí, no nos
impide intentar racionalizarlo para tratar de alinear nuestras visiones,
y hacerlas coherentes.

En materia política y de nuestra vida ciudadana, se lleva los laureles
de la incongruencia, esta visión claramente contradictoria que hace que
muchos ciudadanos despotriquen contra las instituciones del Gobierno,
pero al mismo tiempo intenten asignarle tareas a diario.

En casi todo el planeta, algunas instituciones estatales lideran los
rankings de mala imagen, y América Latina no es la excepción a la regla.

Cuando se le pregunta a los ciudadanos su opinión sobre algunas
instituciones, inevitablemente aparecen entre las que lideran esa
temible nómina de desprestigio, los cuerpos colegiados legislativos, la
justicia o el gobierno en términos genéricos, o bien la policía, la
educación estatal o el sistema de hospitales cuando se afinan las muestras.

Y no es que no figuren en la grilla otras instituciones de la sociedad
civil en esta patética lista, como pueden ser los casos de los partidos
políticos (y sus miembros, los políticos), los sindicatos o los bancos.

Las razones que explican buena parte del descrédito de muchas
instituciones estatales, tienen que ver casi siempre con la corrupción,
la ineficiencia, el despilfarro y la discrecionalidad.

Es probable que una importante cantidad de ciudadanos nos identifiquemos
con esa visión. De hecho, lo repetimos a diario, en la conversación
cotidiana con amigos, en el trabajo o en la mesa familiar.

Sin embargo, y en evidente contradicción, los mismos individuos que
sostienen esa mirada, y que son tremendamente críticos con esas
instituciones y con las personas que tienen la responsabilidad de
conducirlas, cuando se plantea cualquier problema de orden económico o
social, dicen que las soluciones deben venir de la mano del Estado.

Es difícil entender cómo ciudadanos que se creen gobernados por
corruptos, gente que toma decisiones arbitrarias, sobre las que recae
una sospecha generalizada de que favorecen a grupos afines o a intereses
económicos sectoriales, cuando no a familiares y amigos, pueden
pretender que esas mismas personas, asuman más responsabilidades y
resuelvan problemas complejos.

Resulta muy engorroso comprender cómo los individuos pueden suponer que
una institución que no puede resolver cuestiones domésticas menores,
podrá ocuparse con eficacia, de solucionar aspectos que conllevan mucha
especialización, extrema profesionalidad y cuyo abordaje implica una
gran complejidad.

En la misma línea, cuando una sociedad intenta asignarle a esas
instituciones la tarea de administrar recursos económicos con eficiencia
y austeridad, va a contramano de lo que afirma muchas veces cuando dice
que esas instituciones despilfarran el dinero, no son transparentes en
su uso y utilizan esa potestad para desviar fondos para provecho propio,
su sector político o amigos circunstanciales.

Esa compulsión de muchos por controlarlo todo, los lleva a investigar en
forma desesperada para encontrar una referencia y lograr que ese vicio
se pueda concretar. Y en esa búsqueda, caen en la trampa de ser
recurrentes, hurgando en los espacios estatales y profundizando el
paradigma de siempre, para dar con aquella institución que los
represente y custodie sus intereses ciudadanos.

La pasión controladora lo puede todo, y la sociedad se equivoca y mucho
cuando le asigna al Estado un atributo de neutralidad, objetividad y
honestidad, que ya ha demostrado que no puede exhibir con solvencia.

El Estado no es esa utopía que siguen "vendiéndonos" desde la política
tradicional, sus administradores circunstanciales, que son los mismos
que se ven favorecidos por su crecimiento, por los recursos económicos
que administran sin tener que mostrar nada.

Tampoco es lo que parece, y mucho menos lo que pretenden convencernos
que es, quienes tienen especial interés en hacernos creer lo que les
resulta funcional a título personal para favorecer sus ambiciones, sus
proyectos políticos, cuando no su futuro económico.

Pero está en nosotros, en los ciudadanos libres, en cada individuo de a
pie, permitirnos la posibilidad de revisar nuestras ideas para
alinearlas e intentar tener alguna cuota de coherencia en este tema que
tan sensible para nuestras vidas cotidianas.

Es que el Estado nos impacta todos los días en nuestro quehacer, y está
allí porque nosotros mismos, como sociedad, hemos creído en él,
generamos sus cimientos, y hoy, tantos años después, los más lo siguen
alimentando y engordando, cuando piden MÁS ESTADO frente a cada problema
que logramos identificar.

Estamos a tiempo de ordenar las ideas que decimos defender, de organizar
aunque sea parcialmente esa mezcla repleta de absurdas afirmaciones que
van unas contra otras, superponiéndose entre sí.

Con un poco de humildad, de integridad, y sobre todo de honestidad
intelectual con nosotros mismos, podremos destrabar esta serie de idas y
vueltas, para avanzar en esto de desarmar esta "colosal incoherencia".

http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36659

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