martes, 10 de julio de 2012

Sin remedio a la vista

Sin remedio a la vista
Martes, Julio 10, 2012 | Por Augusto Cesar San Martin

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Vencido por la miopía y el
astigmatismo, mi vecino Eduardo depuso el hábito de automedicarse. Esta
vez debía asistir al oftalmólogo o perdería el trabajo como contador en
un restaurante particular, gracias al cual sobrevive a la jubilación.

Solicitó la mañana del lunes al dueño del restaurante. Pensó que era
tiempo suficiente para que el médico de la familia lo remitiera al
especialista de la policlínica local. Pero el lunes el médico de la
familia no trabajaba en la mañana. El martes sólo atendía a las
embarazadas. Y el miércoles "hacía terreno" (visitas a domicilio). No
fue hasta el jueves que Eduardo pudo hacer lo que se había propuesto
para la mañana del lunes.

Cuando llegó a la policlínica, la recepcionista encargada de distribuir
las citas lo ubicó en tiempo y espacio. Los turnos de la consulta de
oftalmología estaban retrasados. El más próximo era para finales de
agosto. Eduardo decidió probar suerte en las ópticas que ofrecen los
servicios en divisas. Si la asistencia era cara, pediría un préstamo al
jefe.

En la óptica Almendares, de la calle Obispo, indagó por los precios. La
consulta, armadura y elaboración superaba los ciento cuarenta dólares, o
sea, unos 3 mil pesos, según el cambio a moneda nacional. Eduardo omitió
la consulta con el oftalmólogo y centró sus recursos en la refracción.

A la semana siguiente, acudió al hospital "Freire Andrade", conocido
como "Emergencias". Su jefe le había comentado que con un "regalito" a
los del servicio médico, resolvería su problema. Aunque el viejo Eduardo
era neófito en esos trajines, aprendió la lección.

Guiado por el consejo, le compró una merienda a un trabajador de la
Empresa Telefónica -que, como muchos trabajadores, vendía la merienda
que le asignan en su trabajo para compensar su bajo salario- y se
dirigió al hospital. Pidió el favor y ofreció el "regalito" a la primera
enfermera que le pasó por delante. Por suerte, era una de las técnicas
de la consulta de refracción.

"La pena la pasé cuando le entregué el pan con jamón y la latica de
refresco al terminar la consulta", cuenta sonrojado. Al ver una sola
merienda, la técnica le dijo: "Abuelo, somos dos".

En la misma consulta le ofrecieron elaborar los espejuelos, pero los
precios oscilaban entre veinte y cincuenta dólares. "Mis recursos no
llegan hasta esa cifra", confesó. Así que tuvo que irse a otra parte.

Decidió ir a la óptica Almendares, de San José y Galeano, que ofrece sus
servicios en moneda nacional. Allí, los espejuelos, con armaduras de
pésimos diseños y baja calidad, cuestan el equivalente de dos dólares.

Aunque la óptica abre a las 8:30am, Eduardo llegó a las 7:00am, para
hacer el décimo en la cola de unas treinta personas. Antes de abrir la
instalación, el administrador solicitó la receta a cada uno de los
clientes. Después de devolver las que no podían confeccionar, por falta
de materiales, quedaron solo siete de las treinta personas que había en
la cola. Entre los siete afortunados, estaba mi vecino.

No demoró en seleccionar el modelo y guardar el comprobante de pago, que
le indicaba regresar en veinte días a recoger los espejuelos. Y justo al
cumplirse ese plazo, Eduardo fue el primero en la cola, ansioso por
recoger sus espejuelos nuevos. Sonriendo, entregó el vale al
dependiente, quien, con gran pereza, le informó que por "roturas del
equipo", había atrasos. Debía regresar a finales de agosto.

acesar2004@gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario