miércoles, 18 de julio de 2012

Siempre buscando la solución para Cuba

Disidencia, Literatura, Política

Siempre buscando la solución para Cuba

Entrevista con el abogado, periodista y escritor Faisel Iglesias,
fundador de la Corriente Agramontista de Abogados de Cuba

Dariela Aquique, Santiago de Cuba | 18/07/2012 11:07 am

Hace unos meses un amigo me hizo llegar la convocatoria del certamen
literario "Nuevo pensamiento cubano", a propuesta de la Delegación para
el Caribe de la Corriente Liberal para la Disidencia Cubana, Cubanos
Unidos. Se concursaría en las ramas: Pensamiento crítico, Economía y
Literatura. Y en los géneros de ensayo, narrativa y poesía.

Participé con un poemario y les confieso con cierto recelo. A ciencia
cierta los que hemos vivido siempre en la Isla no podemos escapar al
contagio de esa paranoia sempiterna que se ha inoculado en la sociedad
nacional, durante ya más de medio siglo de sometimiento a un régimen
totalitario. Fue así que buscando datos de quiénes eran los generadores
de dicho proyecto, me encontré con una persona desconocida para mí, pero
con quien inmediatamente experimenté una singular empatía. Se trata del
abogado, periodista y escritor Faisel Iglesias, nacido en 1953 en
Pilotos, Pinar del Río; graduado de Derecho en la Universidad de La
Habana, ahora residente en Puerto Rico y presidente del certamen, quien
gentilmente ha consentido en darme esta entrevista.

Se considera usted alguien que siempre ha estado buscando la solución
para Cuba. En su obra periodística ha logrado imbricar la historia y el
derecho para darnos una visión panorámica del sinuoso peregrinar de
nuestra Nación a causa de los ucases que en las diferentes etapas han
dado al traste con la posibilidad real de consolidarnos como una
democracia participativa. Su artículo Por una nueva concepción de la
Sociedad, el Estado y el Derecho cubanos, publicado en Otro Lunes. Enero
2010, es un excelente ejemplo de ese empeño personal. ¿Podría comentar
al respecto?

Faisel Iglesia (FI): Haber estudiado ciencias jurídicas en la sede
universitaria de Pinar del Río, primero, y en la Universidad de la
Habana, después, en época en que el precursor de la institucionalización
socialista, Blas Roca Calderío, procuraba el desarrollo de un
pensamiento jurídico con valores de ciencia, me llevó al estudio de
nuestra historia. Descubrí entonces que lo sucedido entre Céspedes y
Agramonte no era una simple discrepancia táctica o estratégica de dos
ilustres patriotas, sino el planteamiento histórico de dos concepciones
de la sociedad, el Estado y el derecho que aún hoy se debaten, no solo
en Cuba, sino en todo el mundo. Y las demandas de los pueblos en las
recientes revoluciones en el norte de África lo demuestran.

Después, por mis inquietudes literarias descubrí que Cintio Vitier y
Roberto Fernández Retamar lo que hacían era tratar de desvirtuar el
pensamiento martiano. Hacer un Martí marxista-leninista es de las cosas
más perversas de nuestra historia, cuando Martí es todo lo contrario.
Martí y Agramonte creían en la soberanía del ciudadano y en el Estado
como un simple instrumento a su servicio. Pero el castrismo erigió al
Partido en soberano cuando consagró en el artículo 5 de la Constitución
que el que dirige y orienta a la sociedad, Estado y Gobierno es el Partido.

Ese engendro latinista-stalinista mata todo desarrollo de la
individualidad, le corta la cabeza a cada persona. Nos quita la
condición de ciudadano y nos hace súbditos de un aparato dirigido por un
dictador que se apropió de nuestras vidas, villas y hacienda, con
atributo de zar de izquierda, emperador romano, déspota ilustrado y
mucho de dictador latinoamericano.

Ante esta realidad tan aplastante, en el ejercicio de la profesión de
abogado y de mi vocación literaria no me quedó otra alternativa que el
ejercicio de la decencia. Y eso me hizo disidente.

Háblenos de su labor como fundador de la Corriente Agramontista de
Abogados de Cuba (movimiento de abogados disidentes que procura una
nueva concepción de la sociedad, el Estado y el derecho cubanos),
circunstancia esta por la que fue encarcelado en más de una oportunidad.

FI: En medio de la crisis que te contaba en la respuesta anterior, un
día se me acerco René Gomer Manzano, con un proyecto de fundar la Unión
Agramontista con el propósito de dar a conocer la obra del ilustre
camagüeyano, erigirle un monumento en la Habana y procurar la
solidaridad profesional.

Enseguida nos dimos a la tarea apasionadamente. Eran los tiempos en que
yo, Manzano, Zenén Pérez Yera y Jorge Puig Keiser y Leonel Morejón, en
la Habana y Lázaro Godínez en Pinar del Río, desarrollábamos una intensa
labor en la defensa de aquellos cientos y miles de ciudadanos que eran
sancionados por los tribunales cubanos por conductas que en cualquier
parte del mundo no son delito. Vender un plátano, una gallina, salir del
país, ejercer el pensamiento, gritar abajo Fidel, de conformidad con la
ciencia del derecho, no son delito. Delito es la conducta típica,
antijurídica, culpable y socialmente peligrosa. Y cómo se puede hacer
una ley tipificando como delito la venta de un plátano, qué de
peligrosidad social hay en una conducta que está dirigida precisamente a
evadirse de la sociedad que se dice atacada a través de un fiscal de
lengua viperina, en representación de un Estado que, lejos de brotar de
un contrato social, está por un ejercicio brutal del poder.

Poco tiempo después les planteé a mis colegas antes mencionados que más
que un gremio profesional debíamos de luchar por el cambio de la
concepción de la sociedad, el Estado y el derecho cubanos. Que ese había
sido el papel de Agramonte ante Céspedes en Guáimaro. De modo que hay un
Agramonte General, un Agramonte abogado, pero hay un Agramonte estadista
que se nos ha negado, por desgracia, dada la perversa labor de un
Retamar, de un Cintio Vitier y un Armando Hart.

De modo que nuestra idea no era nueva… era una corriente de pensamiento
que viene de la Revolución Norteamérica y que en Cuba la encendió en
Guáimaro Agramonte. Martí la sostuvo viva en medio de la Guerra
Necesaria —"No se funda, General, un pueblo como se manda un
campamento"— y que Machado, Batista y Fidel Castro han pretendido apagar
para usurpar el Poder del pueblo.

En consecuencia propuse la Corriente Agramontista. Y es eso, una
corriente de pensamiento. No es una organización… sino una idea que
procura una nueva concepción de la sociedad, el Estado y el derecho cubanos.

Una experiencia para nada grata debió haber tenido con su novela El olor
de la tierra, la que fuera publicada parcialmente por Letras Cubanas en
1991, en una edición especial dedicada a José Lezama Lima. Pero que
quedó prohibida por el Gobierno de la Isla el mismo día de su
lanzamiento. ¿Nos cuenta al respecto?

FI: Junto a esa lucha como abogado y tratando de dar conciencia sobre la
necesidad de una nueva concepción de la sociedad, el Estado y el
derecho, desarrollaba mis inquietudes literarias. Abel Prieto, que por
entonces para mí era Abelito, supo por Ángel Guerra —entonces director
de Bohemia— de mi novela. Yo no quería darla a leer. No me consideraba
escritor. Abel me vio en la calle y me dijo, "Mi socio, me dijeron que
estás escribiendo una novela y quiero verla…" "No Abelito, tú tienes
mucho trabajo, eres un crítico de obras importante…" "No, no, llévala
por mi oficina", me insistió. Bueno, entonces un día le lleve la obra a
su oficina en La Habana Vieja. "Okey, mi socio, ven dentro de quince
días." A los quince días fui y me dijo, "Perdóname mi socio, pero he
tenido mucho trabajo. Ven la semana que viene". "Abelito", le insistí,
"tú estás muy ocupado, deja eso". "No, no, ven la semana que viene…" Y
así fue. A la semana siguiente llegue a su oficina, pero su secretaria
me dijo que estaba para los países socialistas. Entonces le dejé una
nota, diciéndole que no se ocupara de mi novela, que me la devolviera,
que no merecía que desatendiera sus tareas, etc., etc. Y me fui y me
olvidé de eso.

Un día, meses después, me encontré a su secretaria cuando caminaba por
la calle Obispo… Me gritó, con una sonrisa que delataba sorpresa
agradable, de acera a acera: "Oyeeee, Abelito te anda buscando…" Así que
unos días después me aparecí en su oficina. Estaba sentado frente a su
buró y tenía una botella de Ron Bocoy a medias, a su espalda, sobre un
mueble… Me dijo que se la quería tomar con una jevita en la posada,
"pero te voy a dar un poquito, mi socio…" y se me quedó mirando de abajo
para arriba, como los escribanos de espejuelos en la punta de la nariz.
"Mi socio, usted es escritor", me dijo. "Abelito no me digas eso que si
me lo creo voy a desatender mi profesión y tengo que mantener a mi
hija…" "Mi socio, usted es un poeta corrido, con una violencia
subterránea como Rulfo y un humor triste como Chaplin, capaz de explicar
a Cuba a través del mito de la tierra".

Sus palabras me estremecieron. Sabía que me había calado y que yo había
logrado lo que me proponía. Poco después la obra entro en proceso de
edición, bajo la dirección de Emilio de Armas y Madeline Cámara. Después
recibí un telegrama para participar de su lanzamiento en la Biblioteca
Nacional, para el día 18 de diciembre de 1992. Pero el lanzamiento no se
produjo. Fui a ver a Abel Prieto, que ya era Presidente de la UNEAC. Le
dije lo que había pasado. Me respondió: "pero esas cosas pasan en Cuba
todavía…", y no me dijo nada más. Después lo encontré de nuevo en la
Biblioteca Nacional. Intenté acercármele, con familiaridad, como antes,
pero estaba distante.

La obra sin embargo corrió mejor suerte años después cuando fue
presentada en 1996 en la Feria Internacional del Libro de Miami.

FI: Bueno, ya andaba en un país de libertades ciudadanas… que no te
imaginas tu cuanto se siente eso en la piel…

Artículos suyos han aparecido en la prensa cubana, puertorriqueña,
española, estadounidense y de otros países. ¿Son ahora mismo las letras
su forma de luchar por Cuba?

FI: Bueno, soy un hombre de ideas. Quiero que circulen las de todos,
para que sean respetadas —que es la manera de respetar la dignidad de
los demás, la dignidad humana—. Me aterra eso del combate de las ideas…
¿Y si las hieren o las matan? No podemos ser un pueblo sin ideas… Podrá
haber algo más terrible que "tú estás equivocado", "no te permito que
delante de mí digas eso"… Creo en la circulación de las ideas. Así las
que no sirven hoy tal vez mañana se les eche de la mano, o apoyan otras…

Muy buena acogida tuvo su novela Que bueno baila usted, inspirada en la
figura del Benny Moré, uno de los más grandes exponentes de la música
cubana. ¿Por qué esta novela?

FI: La música cubana es única y Benny More es su máxima expresión. Benny
es la síntesis de la cubanía. Por otro lado hay un intento de
descubanizar la música cubana. Oportunistas extranjeros, con el
propósito de apropiarse de ella, la llaman música caribeña, tropical y
hasta le cambian el nombre… A nadie se le ocurre decir que el jazz no es
norteamericano aunque en otras partes se haga jazz. Nadie le niega a los
mexicanos el mérito de haber creado las rancheras. Los argentinos no
aceptarían que al tango le llamen música mate. Y nosotros tenemos que
admitir que a nuestra música la llamen salsa.

El embargo, ese que prohíbe la comercialización en el mundo de los
productos cubanos, por un lado, y el bloqueo, ese que le impuso el
Gobierno cubano a la creación individual han generado una crisis en la
música cubana… que nos afecta en la identidad y que afecta la identidad
de otros pueblos que, por ignorancia, se creen el cuento. Y yo sentí la
necesidad de defender a la música cubana y a Benny More…

Claro, no me opongo a que otros pueblos bailen nuestra música y que
enriquezcan su música con la nuestra. Me encanta lo que hicieron los
puertorriqueños Cortijo e Ismael Rivera con la música cubana. Tú ves los
instrumentos cubanos tocados de manera que afloren las células rítmicas
de la bomba y la plena y me parece bello, auténtico. Pero creo que se
debe respetar lo que se debe respetar.

Me gustaría conocer detalles del libro de alegatos titulado El grito de
Dios.

FI: En Cuba trabajé fuerte procurando un derecho como ciencia social
autónoma —no como una ideología—, en defensa de la pluralidad política y
social.

Ya San Pablo nos hace saber que la ley debe ser la forma de la ciencia y
de la verdad. El Grito de Dios son cuatro alegatos que, más que la
defensa de mis representados, son un grito en defensa de que el derecho
más que una expresión de la voluntad del poder constituido, sea valores
de ciencia, virtudes de arte y discurso de la naturaleza.

¿Cuáles son las particularidades del certamen literario "Nuevo
pensamiento cubano"?

FI: Cada momento histórico tiene su propio discurso ideoestético. En
Cuba se cuece un nuevo pensamiento. El Certamen tiene el propósito de
que ese nuevo pensamiento aflore.

Usted cree que el problema de Cuba es de concepción de la sociedad,
Estado y derecho más que político. ¿Podría argumentárnoslo?

FI: La ignorancia mata a los pueblos y es preciso matar la ignorancia…
Se habla de dos concepciones fundamentales de la sociedad, Estado y
derecho, la concepción oriental y la occidental, pero no se habla de que
en las Américas hay dos concepciones de la sociedad, el Estado y el
derecho. Por una lado la concepción que nos legó la Revolución
Norteamericana, donde un pacto social, consagrado en una Constitución,
como ley suprema, garantiza los derechos fundamentales de los ciudadanos
y se establecen las competencias de los órganos del Estado. Y por el
otro, la concepción latinoamericana del Estado y el derecho, esa que
llevó a Martí a decir, sigue viviendo la colonia en las repúblicas.

En Latinoamérica el Estado y el derecho no surgieron como instrumento
creados por nuestros pueblos para mejorar la vida pública, sino como
mecanismos de saqueo y sometimiento. Por eso cuando gobernantes asumen
sus altas magistraturas no hablan de servicio público, sino de ejercicio
del poder. Se trepan para dominar e imponer, en el mejor de los casos.
En fin, es necesario rescatar a Martí y a Agramonte.

http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/siempre-buscando-la-solucion-para-cuba-278577

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