miércoles, 11 de julio de 2012

Por Viet Nam nuestra sangre, de Viet Nam arroz, por favor

Por Viet Nam nuestra sangre, de Viet Nam arroz, por favor
Miércoles, Julio 11, 2012 | Por Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -Sobre las vistas de Hanoi,
ciudad próspera con gran enjambre de vehículos, alejada de la decadencia
y los atestados carritos tirados por hombres y bicicletas, que se veían
no tanto tiempo atrás, la periodista de la televisión cubana narraba que
allí, en 1966, Raúl Castro había asegurado a Ho Chi Minh el apoyo
irrestricto a la lucha contra la agresión de Estados Unidos. Entonces
Fidel Castro declaró que por Viet Nam estábamos dispuestos a dar hasta
nuestra última gota de sangre.

Indudablemente se sentía admiración por el pueblo de los anamitas, tan
bellamente descrito por José Martí en la Edad de Oro. Cuando las
informaciones eran muy controladas, en la familia teníamos un gran
secreto y mucho temor, ya que un primo mío muy cercano, capitán de un
barco mercante que llevó aún no sé qué ayuda, estuvo resguardado largo
tiempo en un puerto vietnamita bombardeado por los norteamericanos. En
fin, nunca podré saber bien, pues el falleció en un accidente, en Cuba,
hace tiempo.

Viet Nam y Estados Unidos, miles de muertos de ambas partes de por
medio, no solo establecieron relaciones diplomáticas, sino que hasta
realizan maniobras militares conjuntas. Cuba y Estados Unidos mantienen
la confrontación, sin guerra, pero con un enclenque embargo comercial de
50 años. Nuestro pequeño archipiélago está destruido sin que hayan
caído sobre él bombas ni napalm, sino por la incompetencia y el
voluntarismo para preservar el poder absoluto de unos pocos.

Los dirigentes vietnamitas han demostrado que nuestro Martí tenía razón
al mostrarnos la inteligencia y laboriosidad de ese pueblo. Hace apenas
dos décadas empezaron los grandes cambios, desde el retiro de los
ancianos y el límite al ejercicio de los cargos públicos, hasta la
acelerada reforma económica. Hace años Viet Nam dona arroz a Cuba. Sus
expertos llegaron para aprender a cultivar café y, como dijera Raúl
Castro, ahora no comprenden como su país es uno de los mayores
exportadores mundiales, mientras el nuestro se ha quedado sin cafetales
e importa una cantidad que no cubre el consumo racionado, por lo que se
mezcla con otros granos traídos a más bajo costo.

El presidente de Cuba viajó a Viet Nam el 7 de julio para una visita
oficial de cuatro días. Los periódicos describían el escenario:
"Extensos campos sembrados de arroz, construcciones de techumbres
rojizas, edificios –estrechos y poco elevados unos, imponentes otros-
cientos de motociclistas, comercios…son algunas de las imágenes que poco
a poco se perciben a ambos lados de las calles y avenidas recorridas por
la caravana… Siete años atrás tuvo lugar la anterior visita de Raúl a
esta nación a la cual nos unen entrañables lazos de hermandad…".

En el reportaje de la televisión se escuchó a Raúl Castro expresar su
interés por conocer los cambios efectuados, aunque seguramente está muy
al tanto, pues del 9 al 12 de abril pasado su actual anfitrión Nguyen
Phu Trong, secretario general del Partido Comunista, visitó Cuba
acompañado por una gran delegación, compuesta por un miembro del Buró
Político, un vicepresidente, el canciller y los ministros de Industria y
Comercio, Planificación e Inversiones, Agricultura y Desarrollo Rural,
Finanzas, y Construcción. Asimismo, muchos dirigentes cubanos han
visitado Viet Nam y expertos de ese país cooperan en programas de
desarrollo agrícola, principalmente el cultivo del arroz.

Las intenciones del estadista cubano deben haber estado centradas en la
ayuda económica, al igual que durante su estancia previa en China, donde
empezó el actual periplo. Sin embargo, las relaciones de mayor alcance
están basadas en compromisos comerciales, que las empresas tienen que
cobrar y los Estados solo pueden financiar con créditos limitados, que
Cuba no paga y tienen que renegociarse. Ese eterno método cubano no
sirve en el mundo actual, menos aun cuando las posibilidades de
financiamiento por Hugo Chávez se constriñen.

Las experiencias de las reformas de ambos países podrían serle de
utilidad a Raúl Castro, sobre todo en la forma de cómo implantar la
economía "socialista" de mercado y motivar a la población con incentivos
monetarios o propiedad privada para que produzca, manteniendo un severo
control político. El escollo fundamental para cualquier reforma parece
estar en el aferramiento al poder ejecutivo de los ancianos cubanos,
renuentes siquiera a permanecer en la sombra, como hiciera Deng
Xiaoping, con puño férreo. Por cierto, descalificado recientemente por
Fidel Castro en una innovadora Reflexión, por breve y enigmática,
aunque provocadora, poco antes de la visita de su heredero a Pekín. ¿De
regreso, Raúl Castro moverá algo en la Asamblea Nacional o aprovechará
el acto por el 26 de Julio?…Pero hechos no más palabras.

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