miércoles, 18 de julio de 2012

El cuentapropismo y la diáspora

Política

El cuentapropismo y la diáspora
Orlando Freire Santana
La Habana 18-07-2012 - 10:31 am.

La reforma de la economía exige de una renovación a profundidad de la
política migratoria.

A pesar de las últimas medidas tomadas por las autoridades cubanas en el
sentido de ampliar el marco del trabajo por cuenta propia, e incluso de
las declaraciones de algunos funcionarios que auguran un avance
ostensible del sector no estatal de la economía, no son pocos los que
dudan de las verdaderas intenciones del Gobierno.

Opinan, por ejemplo, que el desarrollo del cuentapropismo solo ha sido
una jugada táctica con vistas a paliar el elevado desempleo que se
avecina, y que el reiterado planteamiento de que será la planificación,
y no el mercado, quien fije las pautas del desempeño económico,
esclarece cuál va a ser la estrategia a seguir.

Y tal vez la demora por parte del Gobierno en aplicar una nueva política
migratoria —tantas veces anunciada y que no acaba de llegar—, contribuya
a reforzar el referido escepticismo. Porque las nuevas leyes migratorias
no solo deben de tratar asuntos como la eliminación del permiso de
salida a los residentes en la Isla y la posibilidad de que los que
salgan puedan retornar en cualquier momento a Cuba (o sea, que
desaparezca el concepto de "salida definitiva del país").

Una visión novedosa del tema migratorio comprendería también medidas
para extender a los miembros de la diáspora cubana —sobre todo a los que
retengan la ciudadanía cubana— los mismos derechos que poseen los
ciudadanos residentes en la Isla, y que incluiría, entre otros, la
participación en el sector no estatal de la economía.

Tan peliagudo tópico fue uno de los aspectos tratados en el evento "Un
diálogo entre cubanos", celebrado en La Habana el pasado mes de abril
bajo el auspicio de la Iglesia Católica, y en el cual participaron
académicos residentes a ambos lados del estrecho de Florida.

Es cierto que algunas de las acciones implementadas por la
administración de Barack Obama, como la de permitir el libre envío de
remesas a Cuba y la eliminación de las restricciones para los viajes a
la Isla de los ciudadanos cubanoamericanos, han posibilitado que muchos
trabajadores por cuenta propia recibieran determinada ayuda de sus
familiares y amigos en el exterior. De esta manera, muchos negocios de
cuentapropistas han obtenido el capital inicial para comenzar sus
operaciones, además de suministros e instrumentos de trabajo, lo cual,
dada la no existencia de un mercado mayorista en Cuba al que puedan
acceder los cuentapropistas, adquiere un valor inestimable.

De igual forma, no pocos cuentapropistas que se dedican al arrendamiento
de viviendas y habitaciones se han beneficiado por la promoción de sus
servicios llevada a cabo en el extranjero por integrantes de la diáspora
cubana.

Sin embargo, los entendidos en la materia afirman que la participación
de la diáspora en el incipiente sector no estatal de la economía cubana
podría ser mucho mayor si se llegaran a normalizar plenamente las
relaciones de la nación con su emigración. Incluso, un flujo mayor de
remesas hacia la Isla, con vistas a su capitalización en el trabajo por
cuenta propia, podría incrementar sobremanera este sector emergente de
la economía, y ponerlo realmente en condiciones de asimilar el grueso de
los trabajadores que resulten despedidos de las entidades estatales.

Es criterio casi generalizado que el hecho de no haber hallado hasta el
momento un posible destino para dichos trabajadores, mantiene
semiparalizado el proceso de actualización del modelo económico. Pues
esa actualización precisa que las entidades estatales logren la
eficiencia, pero nunca arribarán a ella con las plantillas infladas.

Por supuesto que un empeño de tal magnitud requiere del concurso de los
gobiernos ubicados en el vórtice del accionar de los cubanos: los de
Cuba y EE UU. En este último resulta imprescindible una administración
que facilite el intercambio entre los emigrados y sus familiares en la
Isla. Un ejecutivo como el de George W. Bush, que limitó dicho
intercambio alegando que así presionaba más al régimen cubano, daría al
traste con esta hipotética participación de la diáspora en el sector no
estatal de la economía cubana.

En el caso del Gobierno cubano, la aguardada modificación de las leyes
migratorias habría de ser precedida por un cambio de mentalidad hacia la
diáspora. El espíritu beligerante del Mariel, así como el ostracismo
dictado contra tantos de los que abandonaron el país, han de ser
sustituidos definitivamente por la convicción de que todos los cubanos,
vivan donde vivan, y piensen como piensen, pueden contribuir al
bienestar de nuestra patria.

Sin embargo, pecaríamos de ilusos si no consideraramos que los dos
grandes obstáculos en el camino de esta noble aspiración: la opinión de
los inmovilistas de que toda apertura hacia la diáspora afectaría a la
seguridad nacional, y el criterio de que un desbordamiento del trabajo
por cuenta propia socavaría las bases del sistema socialista.

Ojalá que el reciente viaje del gobernante Raúl Castro por China y
Vietnam sirva, al menos, para aminorar el segundo de estos temores.

http://www.diariodecuba.com/cuba/12078-el-cuentapropismo-y-la-diaspora

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