miércoles, 18 de julio de 2012

Afirman que Hemingway no frecuentaba la Bodeguita

Publicado el miércoles, 07.18.12

Afirman que Hemingway no frecuentaba la Bodeguita
CRISTOBAL HERRERA / AP
Alberto Sánchez
Especial/El Nuevo Herald

En La Habana, sobre la barra del restaurante La Bodeguita del Medio hay
un cartel que dice: "Mi daiquirí en El Floridita y mi Mojito en La
Bodeguita". Y debajo, una firma en la que se lee Ernest Hemingway.

Durante años se ha asegurado que el escritor norteamericano alternaba
sus visitas a la lujosa barra del restaurante El Floridita -donde bebía
daiquiríes dobles sin azúcar- con el caluroso salón de La Casa Martínez,
el nombre original de La Bodeguita, en Empedrado 207, en el casco
histórico de La Habana.

"No, no, Hemingway nunca fue cliente de la Bodeguita, puedes estar
seguro de eso", me dijo una vez, allá por los años 80, Angel Martínez,
antiguo propietario y fundador de la Bodeguita del Medio.

Conversábamos en la sala de su pequeño apartamento. Estaba sentado en su
sillón preferido, y de fondo tenía el enorme retrato al óleo que le hizo
su amigo el pintor cubano Víctor Manuel. Martínez y su esposa Armenia
sonrieron cuando le pregunté si era cierto que el autor de Fiesta
frecuentaba La Bodeguita.

"Estuvo una sola vez, eso de que venía por aquí es algo inventado, para
promoción", me dijo haciendo un gesto de despreocupación con la mano,
como restándole importancia a la historia.

Martínez, quien recuerda a Hemingway como alguien de un carácter
difícil, me contó que su relación con el escritor se había limitado a
una ocasión en que Errol Flynn lo visitó en su casa de Finca Vigía, en
San Francisco de Paula, en las afueras de La Habana.

"Hemingway vino a verme para que le ayudara a conseguir una marca de
whisky que le gustaba mucho a Errol Flyn, y que yo importaba desde
Estados Unidos. Luego le hice una visita de cortesía, después nos vimos
a lo mejor un par de veces más, pero no, no iba La Bodeguita".

Al margen de su obra literaria que le valió el Nobel de Literatura en
1954 y un premio Pulitzer por El viejo y el mar, en 1953, la vertiginosa
vida que llevó Ernest Hemingway (21 de julio de 1899 - 2 de julio de
1961) tiene todos los ingredientes para convertirlo en un personaje casi
mítico entre los cubanos, a lo que se agrega haber vivido durante 40
años en la isla. Los hechos violentos en que participó, pudieran ser
material de primera para una saga cinematográfica.

Deprimido por la hipertensión, la diabetes y varias sesiones de
electroshocks, se voló el paladar con una escopeta de caza el dos de
julio de 1961, en su casa de Ketchum, en Idaho. Pero antes fue herido en
la Primera Guerra mundial como conductor voluntario de una ambulancia,
cuando salvó a un soldado italiano; fue corresponsal activo de otras
tres guerras; participó en varias misiones de reconocimiento aéreo en
Alemania, y desembarcó en Normandía durante la Segunda Guerra Mundial.
Se involucró de tal manera en la contienda, que años después le aseguró
a un amigo que había matado a 122 alemanes en el frente de batalla, uno
de ellos un joven soldado que intentaba escapar, al que le disparó tres
veces con un fusil, y luego lo remató de un disparo en la cabeza.

Era un experto cazador, y conocía como nadie las mañas de la corriente
del Golfo, donde forcejeaba con un pez espada, o mantenía a raya a los
tiburones con una subametralladora Thompson .45 ACP para que no
despedazaran sus trofeos de pesca, como le ocurrió a Santiago, su héroe
de El viejo y el mar.

Organizó expediciones en su yate "El Pilar" para rastrear submarinos
nazis entre los cayos al norte de Camagüey, y sobrevivió en África a dos
accidentes aéreos en menos de una semana. Se casó cuatro veces, y a
través de Thomas Hudson, su alter ego de Islas en la corriente,
aseguraba haber impuesto un record al beberse más de 20 daiquiríes
durante una mañana en la barra de El Floridita, uno de los bares más
famosos del mundo a mediados del siglo pasado, del que sí era cliente
habitual.

A Hemingway lo imaginan aventurero, corpulento, y de barba canosa, tal
como se le ve en las fotos que le tomaron a principios de los años 50:
en bermudas, camisas Aberchrombie a cuadros, y con una desteñida gorra
de pelotero. Se sentaba a beber mojitos cerca de las mamparas de La
Bodeguita del Medio que daban a la calle, mientras contaba sus
aventuras. Desde allí disfrutaba la brisa de la bahía, que en las tardes
se escurría por las bocacalles de la Plaza de la Catedral habanera,
hacia el suroeste de la ciudad.

Nada más idílico, y aunque muy lejos de la verdad, más o menos así es la
pintoresca historia que cuentan los guías de turismo y los folletos
publicitarios en La Habana, a todo el turista que llegue con el buen
ánimo de escucharla. La historia ha ido tan lejos que en la distante
Kuala Lumpur existe un bar llamado Hemingway´s Mojitos.

En su libro Hemingway en Cuba, el escritor cubano Norberto Fuentes
explica que el creador de la frase que lo sitúa como cliente de La
Bodeguita fue el periodista Fernando G. Campoamor, otro de los que luego
negó varias veces que Hemingway visitara el lugar.

Años más tarde, en compañía de mi amigo el pintor cubano Pedro Luis
Rodríguez (Peyi), visité al editor Félix Ayón en su apartamento del
barrio habanero de Ayesterán. Ayón, uno de los primeros clientes que
tuvo La Bodeguita, corroboró el testimonio de Martínez. Explicó que
entre los años 40 y 50 la Bodeguita no pasaba de ser un pequeño
restaurante que solo visitaban los empleados de las imprentas y editoras
que funcionaban en las cercanías. "Eso sí", me dijo, "allí se reunían
amigos con inquietudes literarias, que crearon el ambiente medio bohemio
que la hizo famosa después, entre ellos el poeta Nicolás Guillén".

Definitivamente las visitas de Hemingway a la Bodeguita y su afición por
el mojito son un leyenda urbana, pero el lugar se mantiene como un sitio
pintoresco y de interés para quienes viajan a La Habana, y desean
sentarse a cenar donde sí es cierto que estuvieron Gabriela Mistral, Nat
King Cole, Agustín Lara, Julio Cortázar, Joan Manuel Serrat, Margaux
Hemingway, Pablo Neruda, o Salvador Allende.

Desde hace unos años La Bodeguita dejó de ser el sitio encantador,
caluroso y de ambiente informal y espontáneo, que cerraba bien tarde en
la madrugada, solo cuando el último de los amigos que se habían dado
cita esa noche lanzaba la toalla sobre la barra.

Buena parte de ese encanto se fue con el último grupo de habituales,
cuando platos tan criollos como el cerdo asado, el arroz blanco, los
frijoles negros dormidos, y la yuca con mojo, comenzaron a cobrarse en
dólares.

La Bodeguita del Medio hoy es un restaurante de mobiliario rústico, con
el dudoso atractivo de las paredes garabateadas, repelladas y
repintadas, a donde viene gente de todas partes del mundo a
garabatearlas de nuevo. Allí están las réplicas de los taburetes
originales de piel de chivo donde sentarse a escuchar las historias
medio falsas y medio ciertas que se cuentan. Una de ellas es que de vez
en cuando Ernest Hemingway se dejaba caer por allí.•

sanchezalberto415@yahoo.com

http://www.elnuevoherald.com/2012/07/18/v-fullstory/1253773/afirman-que-hemingway-no-frecuentaba.html

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