sábado, 19 de mayo de 2012

Margarita no enloqueció en prisión

Margarita no enloqueció en prisión
Jueves, 17 de Mayo de 2012 11:40
Escrito por Tania Díaz Castro

Cuba actualidad, Santa Fe, La Habana, (PD) Margarita Marín Thompson no
enloqueció en la celda donde Fidel Castro la envió para que pasara sus
últimos 25 años de vida, por no delatar a sus tres hijos.

Ellos, Ventura, Cipriano y Eugenio García Marín, habían penetrado en la
Santa Sede del Vaticano de La Habana el 3 de diciembre de 1980, con el
propósito de pedir asilo político. Allí, traicionados por los
sacerdotes, fueron entregados a la policía política del gobierno castrista.

Ventura sólo tenía 18 años, Cipriano 21 y Eugenio 25. Los tres soñaban
con la libertad, con abrirse paso en un país de oportunidades, donde
reinara la democracia lo más posible. Estaban cansados de las peroratas
comunistas, de sentirse obligados a pensar por cabeza ajena. Eran
jóvenes, tal vez demasiados jóvenes para no percatarse del riesgoso paso
que darían al ponerse en manos de la Iglesia Católica en un país donde
reinaba una dictadura.

Margarita no había cumplido los cincuenta años. Era una mujer fuerte de
carácter, una madre ejemplar. Cuando supo que sus tres hijos irían a un
juicio por haber solicitado ayuda en la embajada del Vaticano, ni por la
mente le pasó que serían fusilados. No habían usado la violencia para
penetrar en el edificio, ni habían matado a nadie. Pero le dijeron, eso
sí, que se habían mantenido firmes durante los treinta días que
permanecieron en las tapiadas de la Seguridad del Estado, expresando sus
deseos de marcharse del país.

En el juicio sumario, celebrado el primero de enero de 1981, ante las
falsas acusaciones del fiscal Carlos Amat, sin un verdadero abogado
defensor, los hermanos García Marín expresaron valientemente cómo habían
ocurrido los hechos, no como los quería hacer ver el tribunal.

El fallo fue irrevocable: los tres hermanos serían fusilados; las dos
muchachas, novias de los dos mayores, fueron condenados a 10 años de
prisión; dos de sus amigos, a 15. Margarita, por no haber informado a la
policía lo que pretendían hacer sus hijos, a 25.

Al día siguiente de celebrado el juicio, los tres jóvenes fueron
conducidos a los fosos de la fortaleza de La Cabaña. Tan rebeldes se
portaron con sus verdugos, renuentes a morir, que amarraron sus manos a
la espalda, taparon sus ojos, y fueron asesinados a tiros lo más rápido
posible. Los restos de aquellos jóvenes nunca aparecieron. Fue inútil
que Margarita exigiera que se los entregaran hasta el último día de su
muerte, en 1991.

La conocí en enero de 1988, en mi propia casa, donde fue llevada por
Ricardo Bofill, presidente del Comité Pro Derechos Humanos de Cuba, para
ofrecer su triste testimonio en una conferencia de prensa, donde estaban
presentes periodistas extranjeros acreditados en La Habana. Había estado
injustamente en prisión durante seis años.

En 1989, condenada a un año de cárcel en la Prisión Manto Negro, de
Guanajay, por denunciar violaciones a los derechos humanos, compartí con
varias de las compañeras de celda de Margarita. Me contaron que en vez
de volverse loca, la recordaban como la mujer más triste del mundo, que
lloraba de madrugada mientras contemplaba las fotos de sus hijitos y que
muchas veces la escucharon preguntarse entre gemidos y lágrimas por qué
Fidel Castro había permitido tan horrible crimen.

Para Cuba actualidad: vlamagre7@gmail.com

http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/4121-margarita-no-enloquecio-en-prision.html

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